Vaticano

Las escuelas católicas, llamadas a «hacer coro

La Carta conjunta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y del Dicasterio para la Cultura y la Educación dirigida a quienes participan en la misión educativa de las escuelas católicas quiere ser una llamada a superar la autorreferencialidad, la contemplación efímera de glorias pasadas y poniendo en común las potencialidades de cada uno.

Giovanni Tridente·7 de julio de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
educación

Han pasado casi cuatro años (12 de septiembre de 2019), en plena pandemia del Covid-19, cuando el Papa Francisco lanzó una alianza educativa mundial orientada a la paz, la justicia y la acogida entre los pueblos, el llamado Pacto Mundial por la Educación.

Al año siguiente, el 15 de octubre de 2020, este ‘Pacto’ fue relanzado en un acto público en la Pontificia Universidad Lateranense, durante el cual se reafirmaron dos grandes responsabilidades en el mundo de la educación, y en particular de la educación católica: transformar los lugares de educación en verdaderas comunidades educadoras y no solo como lugares donde se imparten nociones; construir una cultura de la educación integral que supere la fragmentación y la yuxtaposición de saberes.

Creadores de comunidades

A principios de este año, el Papa Francisco había dedicado la intención de oración para el mes de enero a través de la Red Mundial de Oración del Papa al tema de la educación. En este caso, el Pontífice se refería en particular a los educadores, aquellos que diariamente tienen en sus manos la posibilidad de realizar «un acto de amor que ilumina el camino» de los más jóvenes, y que, con sus conocimientos, su compromiso y la alegría de comunicarlos pueden ser verdaderos «creadores de comunidad», testigos creíbles.

Hace pocas semanas, sin embargo, se difundió una «carta conjunta», firmada por los superiores de los Dicasterios para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y para la Cultura y la Educación, dirigida específicamente a quienes se ocupan de la misión educativa de las escuelas católicas. Se trata de una realidad que abarca más de 240.000 instituciones educativas, muchas de las cuales están dirigidas precisamente por Institutos de Vida Consagrada.

La ocasión se dio tras el encuentro convocado un mes antes en el Vaticano precisamente con los protagonistas de las escuelas católicas, que pudieron contar su variada realidad. Una «red mundial» que hoy afronta muchos desafíos. 

Sin duda, los efectos de la pandemia se siguen dejando sentir también en el ámbito educativo, pero no son menos importantes las constantes crisis económicas mundiales, la crisis de natalidad, la grave pobreza, así como las desigualdades en el acceso a la alimentación, al agua, a la salud, a la educación y a la información, la escasez de vocaciones, etc., que hacen urgente dar nuevo aliento y cuerpo a la misión educativa, que a menudo tiene que hacer frente a reducciones y cierres. En efecto, escriben los cardenales Braz de Aviz y Tolentino Calça de Mendonça, cuando esto sucede «se extingue un lugar que identifica y custodia una porción de esperanza».

Recuperar la esperanza

¿De dónde recuperar entonces esta esperanza? La solución parece ser la misma que ya insinuó el pasado 25 de febrero el Papa Francisco en el encuentro con las Universidades e Instituciones Pontificias romanas, con la invitación y disposición a «hacer coro», superando la autorreferencialidad, la contemplación efímera de glorias pasadas y poniendo en común las potencialidades de cada uno.

También para los dos dicasterios de la Curia Romana dedicados a la Vida Consagrada y a la Educación, este enfoque puede ser fundamental para favorecer un «punto de partida», un nuevo salto adelante. 

«Hacer coro», en definitiva, entre todos los educadores, Obispos, párrocos, realidades pastorales y entre los muchos carismas educativos para hacer emerger toda su riqueza. Trabajar para crear iniciativas, «incluso de carácter experimental», a las que no les falte imaginación, creatividad, audacia… De hecho, la crisis -se lee en la carta conjunta- «no es el momento de meter la cabeza en la arena, sino de mirar a las estrellas, como Abraham (Génesis 15, 5)».

Todo esto sería imposible, en cualquier caso, sin la dedicación de los profesores y del personal de administración y servicios de la comunidad educativa mundial, «hilos de diferentes colores tejidos en un único tapiz», y sin la presencia de las familias y de las numerosas diócesis e institutos de vida consagrada, que por su parte siguen invirtiendo «considerables energías humanas y recursos financieros» para continuar la aventura de una misión educativa al servicio de la humanidad.

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