Educación

La amistad en los escritos de Tolkien y C. S. Lewis

Forjar buenas amistades y saber cuidarlas es una tarea en la vida de cualquier niño y joven. Los autores J.R.R. Tolkien y C. S. Lewis nos muestran, a través sus obras, algunas ideas útiles en la tarea educativa sobre la amistad.

Julio Iñiguez Estremiana·22 de febrero de 2024·Tiempo de lectura: 9 minutos

“Un amigo leal tiene valor más allá de la medida”, escribió J.R.R. Tolkien. En el conmovedor episodio de “El Señor de los Anillos” que va a continuación nos dejó escenificada la idea.

Frodo ha resuelto viajar a Mordor en solitario para destruir el Anillo de Poder en la Montaña del Destino, lugar donde lo forjó Sauron. Esa es la misión que le ha sido encomendada y está firmemente decidido a llevarla a cabo, con la certeza de que destruir el Anillo de Poder es la única manera de preservar la libertad de los Pueblos de la Tierra Media: Elfos, Hombres, Enanos y Hobbits. Y Sam, que ha intuido el plan de su Amo y amigo, quiere acompañarle sea cual sea el precio que haya de pagar.

– ¡Tendrá pues que volver a los botes! -se dijo, deteniéndose un momento para pensar- ¡A los botes! ¡Corre hacia los botes, Sam, como un rayo!

Dio media vuelta y bajó a saltos el sendero hasta llegar al borde del prado de Parth Galen, junto a la orilla donde habían sacado las barcas del agua. De repente, se quedó inmóvil y boquiabierto al observar que una embarcación se deslizaba sola cuesta abajo, hasta entrar en el agua.

-¡Ya voy, señor Frodo! ¡Ya voy! -gritó Sam-, y se tiró desde la orilla con las manos tendidas hacia la barca que partía, cayendo de cabeza a una yarda de la borda en el agua profunda y rápida.

–¿Qué haces, Sam? -se oyó el gritó de Frodo, desde la barca vacía-. ¡Que no sabes nadar!

Sam subió a la superficie debatiéndose.

-¡Sálveme, señor Frodo! Estoy ahogándome -jadeó Sam.

Frodo llegó justo a tiempo para tomarlo por los cabellos.

-¡Tómame la mano! -dijo Frodo.

-No la veo -repuso Sam.

-Aquí está. Quédate derecho y no te sacudas, o volcarás el bote. Aférrate a la borda, ¡y déjame usar la pala!

Frodo llevó la barca a la orilla, y Sam pudo salir arrastrándose, mojado como una rata de agua.

Frodo volvió a pisar tierra firme y, sacándose el Anillo, reprochó a Sam que se hubiera interpuesto en sus planes. Sam, temblando de pies a cabeza, se defendió alegando que la idea de verle partir solo le resultaba insoportable.

-Si yo no hubiese adivinado la verdad -dijo Sam-, ¿dónde estaría usted ahora?

-A salvo y en camino -repuso Frodo.

-¡A salvo! -dijo Sam-. ¿Solo y sin mi ayuda?, sería mi muerte.

-Pero voy a Mordor -exclamó Frodo.

-Lo sé de sobra, señor Frodo. Y yo iré con usted.

Frodo trató de disuadirlo aduciendo que los otros podían volver en cualquier instante, lo cual le obligaría a dar explicaciones, y ya nunca tendría el ánimo o la posibilidad de irse.

-¡He de partir enseguida, Sam. No hay otro modo!

-Si, ya lo sé, -dijo Sam-. Pero no solo. Voy yo también, o ninguno de los dos. Antes desfondaré todas las barcas.

Frodo rió con ganas. Sentía en el corazón un calor y una alegría repentinas.

-¡Deja una! -dijo-. La necesitaremos. Pero no puedes venir así, sin equipo ni comida ni nada.

-¡Un momento nada más y traeré mis cosas! -exclamó Sam animado-. Todo está listo. Pensé que partiríamos hoy.

-¡He aquí todo mi plan estropeado! -dijo Frodo, estando ya los dos en el bote y navegando a Mordor-. Imposible escapar de ti. ¡Pero estoy contento, Sam, muy contento!

-Hice una promesa Sr. Frodo -dijo Sam-. ¡Una promesa!

-No le abandones, Samsagaz Gamyi, me pidió Galdalf.

-¡Y no pienso hacerlo! ¡No pienso hacerlo, Sr. Frodo!

Frodo abraza a Sam, llorando y emocionado.

-¡Oh, Sam! ¡Me alegro de que estés conmigo! -añadió Frodo, cambiando el gesto de preocupación a sonriente.

-¡Vamos! ¡Y que los otros encuentren un camino seguro! Trancos los cuidará.

El Señor de los Anillos. J. R. R. Tolkien

Tolkien nos ilustra sobre algunas notas importantes de la auténtica amistad: la intimidad con el amigo te permite adivinar de qué manera le puedes ayudar; el amor que tienes a tu amigo te hace decidido para estar con él en el peligro y compartir tanto sus penas como sus alegrías; y, nos es muy grata la compañía del amigo: todas las situaciones nos parecen más llevaderas junto al amigo -a los amigos-.

En el artículo anterior ya mencionábamos la importancia de los amigos para ser felices y alcanzar nuestros objetivos. En éste vamos a reflexionar sobre la amistad, a fin de poder ayudar a los hijos y alumnos a forjar buenas amistades y a saber cuidarlas; es decir para que aprendan a ser buenos amigos de sus amigos.

La amistad, relación humana con la que todos ganan

Clive Staples Lewis, conocido como C. S. Lewis, en su libro “Los cuatro amores” diserta sobre los cuatro tipos básicos del amor humano: el afecto, la amistad, el eros y la caridad. Respecto a la amistad, afirma que sólo puede darse entre seres humanos y que es una de las relaciones más valiosas que podemos tener.

En la Biblia de Jerusalén, aprendemos: “El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro”; y “El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor le encontrarán” [Eclesiático 6, 14 y 16].

Al interactuar con los amigos, nos vemos expuestos a diferentes ideas, perspectivas y experiencias; se amplían nuestros horizontes; aprendemos nuevas habilidades y adquirimos conocimientos. El sentido de pertenencia y conexión social que nos proporciona el trato con los amigos aumenta nuestra autoestima; reduce el riesgo de depresión, ansiedad y estrés.

La amistad nos impulsa a ser mejores personas, nos eleva a la mejor versión de nosotros mismos. Todos necesitamos amistades para crecer, aprender y compartir nuestras alegrías y lidiar con mayor seguridad y confianza las dificultades de la vida. “Los amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”, escribió Juan Luis Vives, gran humanista y filósofo español.

También para divertirnos nos encanta la compañía de nuestros amigos. Pasar el rato con amigos nos permite relajarnos, reímos abiertamente con las cosas más intrascendentes y disfrutamos juntos de las aficiones comunes: deporte, excursiones, visitas culturales, etc.

Los amigos nos ayudan a salir de la rutina diaria y nos dan la oportunidad de descansar y experimentar momentos de felicidad y gratitud. C. S. Lewis lo expone de modo poético:

“En una amistad perfecta, ese amor de apreciación es muchas veces tan grande y con una base tan firme que cada miembro del círculo, en lo íntimo de su corazón, se siente poca cosa ante todos los demás. A veces se pregunta qué pinta él allí entre los mejores. Tiene suerte, sin mérito alguno, de encontrarse en semejante compañía; especialmente cuando todo el grupo está reunido, y él toma lo mejor, lo más inteligente o lo más divertido que hay en todos los demás. Esas son las sesiones de oro: cuando cuatro o cinco de nosotros, después de un día de duro caminar, llegamos a nuestra posada, cuando nos hemos puesto las zapatillas, y tenemos los pies extendidos hacia el fuego y el vaso al alcance de la mano, cuando el mundo entero, y algo más allá del mundo, se abre a nuestra mente mientras hablamos, y nadie tiene ninguna querella ni responsabilidad alguna frente al otro, sino que todos somos libres e iguales, mientras nos envuelve un afecto que ha madurado con los años. La vida, la vida natural, no tiene don mejor que ofrecer. ¿Quién puede decir que lo ha merecido?”

En resumen, la amistad desempeña un papel fundamental en nuestras vidas: nos brinda apoyo emocional, mejora nuestra salud mental y afectiva, promueve nuestro crecimiento personal y nos proporciona momentos de descanso, diversión y alegría -por igual a mujeres y a hombres; lo mismo a niños que a jóvenes y mayores; y a los ancianos les evita que la soledad sea la compañera de su vida-.

La amistad, el menos celoso de los amores

“A los antiguos -afirma C. S. Lewis-, la amistad les parecía el más feliz y más plenamente humano de todos los amores: coronación de la vida y escuela de virtudes. El mundo moderno, en cambio, la ignora: pocos la valoran, porque son pocos los que la experimentan.

“Muy poca gente moderna piensa que la amistad es un amor de un valor comparable al eros o, simplemente, que sea un amor. No puedo recordar ningún poema ni ninguna novela que la haya celebrado. Tristán e Isolda, Antonio y Cleopatra, Romeo y Julieta tienen innumerables imitaciones en la literatura; pero David y Jonatán, Pílades y Orestes, Rolando y Oliveros, Amis y Amiles no las tienen”.

El profeta Samuel nos cuenta cómo David llora la muerte su gran amigo Jonatán, caído en batalla junto con su padre, el rey Saúl [2 Samuel 1, 25-27]:

-¡Jonatán!, en tu muerte he quedado sin consuelo; estoy angustiado por ti, hermano mío, Jonatán.

-Me eras carísimo.

-Tu amor era para mí más preciado que el amor de las mujeres.

-¡Cómo han caído los héroes, cómo han perecido los guerreros!

Las amistades se dan preferentemente de chicos con chicos y de chicas con chicas. Y en cuanto al número requerido, el dos no el mejor: dos amigos se sentirán felices si se les une un tercero, y lo mismo cuando a tres se les une un cuarto -siempre que los recién llegados estén cualificados para ser verdaderos amigos-. Sucede con los amigos lo mismo que cuenta Dante de las ánimas benditas en la “Divina Comedia”: “Aquí llega uno que aumentará nuestro amor”; porque en este amor “compartir no es quitar”.

En nuestro tiempo, no obstante, es necesario aclarar que no se puede llamar amistad a la relación con los “seguidores / conocidos” de las redes sociales, a quienes no conocen realmente.

Hacer amigos y cuidar las amistades

Tener amigos es una bendición, un regalo, una riqueza para la cual ningún hombre es tan pobre como para no poder aspirar a ella. Y al mismo tiempo, en la amistad no hay exigencias ni la sombra de necesidad alguna: nada me obliga a ser amigo de nadie y ningún otro ser humano tiene el deber de ser amigo mío. Cuando se presenta la ocasión de ayudar al amigo que pasa por un apuro, se le ayuda, por supuesto; pero no se levanta acta de esa acción; el que ha prestado el servicio nunca pasará factura por ello.

¿Y cómo comienza la amistad? Con frecuencia la amistad surge entre dos o más compañeros cuando toman conciencia de que tienen cosas en común: lugar de procedencia, ideas, intereses, aficiones o simplemente gustos que los otros no comparten y que hasta ese momento cada uno pensaba que era el único en poseer ese tesoro, o esa cruz. Una típica expresión que puede ser el comienzo de una amistad es: “¡Anda, éste me comprende! ¡Pensaba que era yo el único!”. Quede claro, sin embargo, que pueden darse discrepancias entre amigos, y se dan, incluso en temas importantes, como las creencias, por ejemplo. Y eso también es enriquecedor.

La amistad presupone muchas virtudes: sinceridad, lealtad, desinterés, alegría, servicio…, que hemos de procurar que desarrollen nuestros hijos y alumnos. De cómo trabajarlas trataremos en otros artículos.

Pero, ¿qué hacer cuando observamos que una chica no tiene amigas, o un chico no hace amigos? Éste es un asunto muy importante, que deben estudiar en serio padres, profesoras y profesores. Podemos encontrar pistas interesantes para superar esta carencia de la chica o del chico, fijándonos en cómo vive las virtudes mencionadas más arriba; en particular, su espíritu de servicio. No perdamos de vista que la amistad es fundamental en el proceso de desarrollo evolutivo y en la socialización de niños y adolescentes / jóvenes.

Y, para evitar decepciones, debemos aclarar que hay seres nocivos que no buscan la amistad, sino que sólo quieren conseguir amigos. Cuando la sincera respuesta a la pregunta: “¿Ves la misma cosa que yo?” es “No veo nada, ni me importa, porque lo que yo quiero es un amigo”, es imposible que pueda nacer amistad alguna; porque la amistad tiene que construirse sobre algo que se comparte, aunque sólo sea la afición por los video-juegos. Los que no tienen nada, no pueden compartir nada; los que no van a ninguna parte no pueden tener compañeros de ruta.

Antes de pasar al último apartado, quiero expresar brevemente mi  agradecimiento a tantos buenos amigos por la gran riqueza de favores, ayudas y beneficios que he recibido de ellos; porque he sido muy feliz, y lo sigo siendo, disfrutando de su compañía; y por lo mucho que nos hemos reído y nos hemos divertido juntos. Muchas gracias, queridos amigos.

Jesús es el gran amigo que siempre acompaña

El Evangelio nos muestra que Jesús iba siempre rodeado de amigos: “A vosotros, amigos míos, os digo…” [Lc 12,4]; “¿Acaso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos?” [Mt 9,15]. Sus discípulos son sus amigos.

En la Última Cena, confía a sus apóstoles el sentido de su muerte en la Cruz: “Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos”; y “A vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer. [Jn 15, 13 y 15].

Felipe acababa de conocer a Jesús gracias a su amigo Andrés y, en seguida, lleno de entusiasmo, fue a buscar a su amigo Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a Jesús de Nazaret”. Es difícil de entender que un cristiano no tenga deseos de acercar a sus amigos a Jesucristo, que es quien nos salva.

Conclusiones

En el trato con los amigos/amigas, contrastamos diferentes ideas, perspectivas y experiencias; aprendemos nuevas habilidades y conocimientos; ampliamos horizontes. La amistad nos impulsa a ser mejores personas, nos eleva a la mejor versión de nosotros mismos. Es importante ayudar a hijos y alumnos a forjar buenas amistades y a saber cuidarlas; es decir que aprendan a ser buenos amigos de los amigos.

La amistad nos proporciona un sentido de pertenencia y conexión social que  aumenta nuestra autoestima; mejora nuestra salud mental; nos brinda apoyo emocional; y nos proporciona momentos de descanso, diversión y alegría -lo mismo a mujeres que a hombres; por igual a niños a jóvenes y mayores; y a los ancianos les evita que la soledad sea la compañera de su vida-.

Cuando se observa que una chica no tiene amigas, o un chico no hace amigos, padres, profesoras y profesores, deben estudiar en serio las causas de dicha carencia. Para superarla, podemos encontrar pistas interesantes fijándonos en cómo vive virtudes como la sinceridad, la lealtad, la alegría y el espíritu de servicio.

Lectura recomendada:

El desarrollo total del niño

Autor: Juan Valls Juliá
Páginas: 256
Editorial : Palabra
Colección: Hacer Familia
Año: 2009

El autorJulio Iñiguez Estremiana

Físico. Profesor de Matemáticas, Física y Religión en Bachillerato

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