Cultura

Giuseppe Pezzini: “Según Tolkien, la fantasía ayuda a recuperar el asombro ante la realidad”

Giuseppe Pezzini, profesor en Oxford, participa estos días en el congreso "Tolkien: la actualidad del mito", celebrado en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma. En esta entrevista, nos habla de conceptos fundamentales del pensamiento de Tolkien, como la subcreación o su teoría de la fantasía.

Loreto Rios·19 de abril de 2024·Tiempo de lectura: 7 minutos

Giuseppe Pezzini trabaja en Oxford desde 2021, aunque en realidad lleva en la prestigiosa universidad inglesa desde el año 2006, ya que ha realizado en ella todo su recorrido académico, incluyendo el doctorado y el posdoctorado. Actualmente, es allí profesor de latín y literatura latina, además de llevar un centro de investigación sobre Tolkien dentro de la universidad, en el que colaboran muchos de sus colegas de Oxford.

Estos días, está participando en el VIII Congreso Internacional de Poética y Cristianismo “Tolkien: la actualidad del mito”, que se celebra en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, del 18 al 19 de abril con ponentes como Eduardo Segura, John Wauck y Oriana Palusci, entre otros.

¿En qué consiste la “subcreación”, término acuñado por Tolkien?

Es necesario comprender el prefijo “sub”, en el sentido de que la palabra “creación” ya sabemos lo que quiere decir, “crear algo nuevo”, algo que antes no existía, y esto es importante, no significa solamente “reorganizar” las cosas. Con el prefijo “sub”, sin embargo, quiere decir que, cuando una criatura crea, lo hace bajo la autoridad de otro. Hay una autoridad más alta que él, un Creador que es el que da verdaderamente el ser a todo, porque el hombre no es capaz de dar efectivamente el ser a la nada.

Dice Tolkien al principio del Silmarillion, donde vemos cómo se introduce el concepto de subcreación de manera muy clara, que los Ainur, los artistas y subcreadores por excelencia en el universo tolkieniano, colaboran con el diseño de Eru, el único Dios creador del mundo de Tolkien, pero el ser a su creación no lo dan ellos, sino Dios. Se podría usar la imagen del parto: la mujer da a luz un hijo, pero el alma, el ser del hijo, no se lo otorga la mujer. Esto significa “subcrear”: crear bajo la autoridad de otro. Pero, además, y esto es también un significado del prefijo “sub”, significa hacerlo “on behalf”, como se diría en inglés, por orden de otro: la subcreación es algo que nos ha sido confiado. Por tanto, la puedes llevar a cabo porque otro, que es el Creador con c mayúscula, te ha encomendado esta tarea.

En el Señor de los Anillos, Gandalf dice en cierto momento a Denethor que él [Gandalf] es un “steward”, un guardián, una persona a la que se la ha confiado un cometido. En la subcreación, debo aceptar que el ser no lo doy yo, pero, en positivo, lo hago porque se me ha encargado este deber. Por lo tanto, es también una vocación, no solamente un hobby personal, un capricho, sino una tarea que me ha sido dada, a la que debo responder. La subcreación es la invitación a la creación.

Su conferencia en el congreso se titula “‘They will have need of wood’: subcreación y ecología integral en Tolkien”. ¿Cuál es el concepto de “ecología” en la obra de Tolkien?

Etimológicamente, en griego “ecología” es el estudio del “oikos”, que es sobre todo la casa, entendida como mundo natural. Pero, más precisamente, la ecología, desarrollando el significado etimológico, es el estudio de las relaciones entre las criaturas. La ecología, para Tolkien, no es solamente, en un sentido más restringido, la relación con la naturaleza, sino la relación entre todas las identidades vivas que hay en el mundo. Creo que en Tolkien la naturaleza no debe entenderse como algo estático, como una roca.

El objeto de la ecología es sobre todo aquello que crece, es el estudio de la relación entre todo lo que crece en el mundo, y la ecología está muy ligada a la idea de la subcreación, porque el subcreador es siempre un jardinero. A un jardinero se le ha confiado el crecimiento de una planta, un campo, pero las semillas que hay en este campo las ha plantado otro, y por tanto la tarea del subcreador es cuidar del crecimiento de estos otros elementos.

La ecología significa cuidar las vidas que nos han sido confiadas, por tanto no es solo respeto o una contemplación de la vida de las demás criaturas, sino que es la relación que tienen los seres vivos con los otros seres vivos. Y esta relación es siempre subcreativa, es decir, está dirigida a ayudarnos a crecer, es siempre un desarrollo. Esto es muy interesante, porque hay algunas visiones ecológicas que conciben la ecología como un “disengagement”, una pasividad, “dejo que las cosas sigan su curso”.

La ecología intenta ayudar a la naturaleza a desarrollarse. Lo vemos por ejemplo en la relación entre los Ents y los árboles, pero también Merry y Pippin crecen, literalmente, tras su encuentro con los Ents. Gandalf mismo es también un ecologista, podríamos decir, su objeto son los hobbits. Tiene el cometido de los Valar de cuidar de las otras criaturas. El vínculo entre los hobbits y Gandalf es ecológico y también subcreativo, porque ambas cosas están unidas.

Usted ha comentado en alguna ocasión que Tolkien consideraba que la función de la fantasía era “recuperar el asombro por la realidad”. ¿En qué consiste la teoría de la imaginación de Tolkien?

Todas estas cuestiones, de hecho, subcreación, ecología e imaginación, están relacionadas, desde puntos de vista diferentes. ¿Qué es la “imaginación”? Tolkien la llama “Fantasía”. Usa también la palabra imaginación, obviamente, pero en el ensayo “Sobre los cuentos de hadas”, el término que usa es “Fantasía”. Significa, dice Tolkien en una carta, usar las capacidades que nos ha dado Dios para colaborar en la creación. Cuando subcreamos, el instrumento cognitivo que usamos es la imaginación, estamos creando un mundo alternativo, o mejor, estamos añadiendo una rama al árbol del mundo, que es otra imagen que usa Tolkien: la creación de Dios como si fuese un árbol gigantesco y la subcreación como si fuese una rama dentro de este árbol.

El árbol de la creación, o el árbol de la realidad, como lo conocemos nosotros, tiene un cierto punto subcreador: hace crecer una nueva planta que al principio parece ser diferente del árbol. Esta planta nace de la imaginación, es diferente de la realidad, no es mimética, no es un espejo de lo que ya existe, sino que es algo nuevo, pero después, con el tiempo, el subcreador entiende que en realidad esa planta que parecía ser diferente es en realidad una rama escondida del árbol.

Un aspecto importante es que la imaginación, necesariamente, no puede usar las reglas realistas del mundo, en ese caso sería otra cosa. La imaginación, por su naturaleza, desconcierta: las hojas verdes las hace rosas, el cielo gris o azul lo hace morado. Este trastocar los elementos de la realidad es el corazón de la imaginación. ¿Y por qué es tan importante? Lo dice Tolkien bien en el ensayo “Sobre los cuentos de hadas”: porque ayuda a “desfamiliarizar” la realidad.

La gran tentación del hombre es poseer la realidad, creer que es algo que ya conoce. El gran riesgo que tiene el hombre, la criatura, ante la creación es perder el asombro. Usando una imagen, es como si alguien recopilase lo que hay en la realidad y lo metiese en su caseta, en su “hoard”, como Smaug, su “tesoro”: esto lo conozco ya, lo entiendo ya, lo sé ya.

La imaginación es un don dado por Dios a los hombres para ayudar a liberar lo que ha quedado encerrado en la prisión de nuestra posesividad. Y por eso debe ser sorprendente, por eso no puede ser realista, por eso debe haber monstruos, dragones, hobbits, cualquier cosa que haga desfamiliarizarse de lo ya conocido. Esto ayuda a entenderla mejor y a recuperar, dice Tolkien, una mirada hacia la realidad que sea pura, de sorpresa, porque la única mirada verdadera ante la creación es una mirada de asombro.

La imaginación humana ayuda a recobrar esta mirada trastocando las reglas de la realidad, y lo hace dentro de una experiencia subcreativa, no separada del gran árbol de la creación, sino que es una rama nueva que se añade a él.

Tolkien afirma en sus cartas que no tenía un plan preestablecido a la hora de escribir. Usted ha dicho que “lo más católico del Señor de los Anillos es su proceso de composición”. ¿Puede comentarnos esta idea?

Sí, este es un elemento importante de la idea de la literatura de Tolkien. Así como la subcreación es análoga a la creación en el sentido de que crea algo nuevo, también la subcreación es análoga a la creación en el sentido de que es gratuita. Esto quiere decir que -lo dice bien Tolkien en una carta-, cuando Dios creó las cosas, lo hizo por pura gratuidad, es un acto puro de misericordia. Y esto, a nivel de la literatura, quiere decir que la literatura debe ser también un don gratuito, no debe haber un cálculo detrás. El verdadero escritor, el verdadero artista, no usa la literatura o el arte para manipular la mente de los lectores. No lo hace Dios con la Creación, no la ha creado para manipular al hombre, sino como un don. También la literatura, la subcreación, debe ser un don puro.

Concretando más, significa que Tolkien no escribía con un proyecto, con una estrategia comunicativa, con una ideología, ni siquiera una ideología cristiana. Lo hacía como un acto gratuito de afirmación de la belleza. El arte y la literatura son ante todo la expresión de una búsqueda de belleza. Pero esta búsqueda, precisamente porque es subcreativa, y por tanto porque participa de la única creación, tiene, como la creación misma, una función misteriosa, escondida, que nace de su gratuidad. La creación atrae, genera preguntas en el hombre, precisamente porque no tiene esta intención.

Tolkien lo dice en una carta a una niña, que la creación y la realidad existen ante todo para ser contempladas, como algo gratuito. Pero precisamente por esto uno comienza a preguntarse de dónde viene. La pregunta por el significado, para ser verdaderamente tal, nace de una experiencia de gratuidad.

Volviendo a tu pregunta, Tolkien no escribe con una estrategia, no quiere reafirmar unos valores, no busca ni siquiera expresar su experiencia cristiana. Tolkien quiere hacer buena literatura, pero, haciéndola, precisamente porque lo hace de manera gratuita, su literatura se vuelve llena de significado, y ese significado debe ser reconocido de una manera libre por los lectores.

Por eso Tolkien está en contra de la alegoría, no porque sus textos no tengan potencialmente un significado alegórico, es decir, una relación con la realidad primaria, con los valores cristianos. Pero esta relación es un don, es algo que “ocurre”, es ese vínculo que tiene la planta con el árbol grande, es un don que viene de otro, no es el punto de partida del artista. Si no, la literatura no sería tal, sería filosofía, y ni siquiera sería arte, porque el arte no tiene esta función. La subcreación no expresa cosas que uno conoce ya, es una experiencia nueva, que podríamos llamar heurística, de descubrimiento de algo que no se conoce. De hecho, para Tolkien la aventura subcreativa es un viaje a otro mundo, y por ello no tiene una estrategia: está descubriendo algo que no le pertenece.

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