Cultura

Diego Blanco: «Con la deconstrucción están cambiando los héroes clásicos por monstruos»

Diego Blanco es investigador cultural, guionista y productor de TV. Ha publicado varios libros, entre ellos la saga "El club del Fuego Secreto". En esta entrevista con Omnes, nos habla sobre esta obra, la deconstrucción "woke" y la Asociación Tolkien Católica.

Loreto Rios·20 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 9 minutos

Diego Blanco es investigador cultural, guionista y productor de TV. Ha publicado con Ediciones Encuentro “Un camino inesperado” (2016), “Érase una vez el Evangelio en los cuentos” (2020) y “El club del Fuego Secreto”, una saga infantil de 7 libros que concluyó en junio de 2023.

El club del Fuego Secreto

Título: El club del Fuego Secreto
Autor: Diego Blanco Albarova
Editorial: Ediciones Encuentro
Madrid: 2020-2023

En esta entrevista con Omnes nos habla de “Fuego Secreto”, la deconstrucción y la fundación de la Asociación Tolkien Católica.

¿Cómo surgió la idea de la Asociación Tolkien Católica?

-Yo andaba preocupado con la aparición de la serie “Los anillos de poder”, porque intuía antes de que saliese, por la información que había, de qué iba a ir aquello y que tenía muy poco que ver con Tolkien. Cuando se estrenó, mis peores temores se confirmaron. Entonces fui invitado por Antonio Izquierdo, un sacerdote muy tolkieniano, a su parroquia en Móstoles, San José Obrero, para hacer una review de toda la serie. Ese día, expuse por qué me parecía tan mal esa producción. Es un vídeo que está en Youtube.

Al final de esa charla, anuncié que iba a crear la Asociación Tolkien Católica. No sabía cómo, como dice Frodo, pero la iba a crear, porque veía la necesidad de preservar el legado católico de la obra de Tolkien, que empieza a peligrar. Ya no es solamente que algunos lo puedan negar o hacerle menos caso, sino que está empezando a peligrar por la deconstrucción “woke”, que es un tema que me preocupa mucho y tiene que ver también con el origen de “El club del Fuego Secreto”.

Así que decidí crear la ATC para preservar el legado católico de Tolkien. Enseguida se apuntaron Pablo, Joaquín, y el sacerdote que me había invitado a la charla, los cuatro jinetes del Apocalipsis. Viene gente de todo tipo, que es algo que a mí me llama mucho la atención, y está siendo una experiencia muy bonita, de comunión también con los otros fundadores. Y nos lo pasamos muy bien, que también es importante. Hay gente diferente y con diferentes opiniones, y lo que se ha mostrado es la “catolicidad” que puede hacer Tolkien, que para mí siempre ha sido una cosa importante: que Tolkien une. Y esa unión está por encima de que haya diferentes sensibilidades, que son secundarias, al fin y al cabo, porque lo importante es que nos interesa esta obra porque de un modo u otro ha impactado en nuestra vida.

Es interesante en ese sentido el concepto de Tolkien de la aplicabilidad, de que no busque intencionadamente una alegoría, y por tanto es un autor que puede llegar a personas de sensibilidades y creencias muy distintas

-Eso es fundamental, claro que sí. Que sea aplicable es un derecho que no se le puede negar a nadie, porque es un derecho que da el autor, es sagrado. El primero que hace una aplicación soy yo. Yo nunca digo en mi libro (“Un camino inesperado”) que hago una alegoría, es una acusación que me hacen los que no me han leído. En el prólogo digo: “Esto es una aplicación cristiana”. “Una” aplicación, no quiere decir que sea “la” aplicación. Pero yo digo: creo que, a mi manera, estoy acertando con el significado de Tolkien. Yo estoy dispuesto a equivocarme, porque lo que quiero es aprender, pero con los datos que tengo, creo que ese es el significado. Una cosa es que sea aplicable, y otra que no signifique nada. Porque muchas veces, cuando se habla de la aplicabilidad, en el fondo se le niega el sentido, el significado.

Eso no quiere decir que Moria sea la Moria de Abraham o que Aragorn tenga que ser algo específico. Lo importante con la ATC es tener un ambiente donde nadie se sienta estúpido por creer que las obras de Tolkien le han ayudado en la fe. Somos un montón los que la obra de Tolkien nos ha ayudado en la fe, y esto tiene un porqué. “El Señor de los Anillos” es una obra fundamentalmente religiosa y católica (lo dice Tolkien en la carta a Murray), nos ha ayudado en la fe y a partir de ahí hablemos, estudiemos, hagamos artículos… La cuestión es estudiarle como católico, que es lo que no nos han dejado hacer, por considerar que es una cosa circunstancial. Pero en Tolkien es troncal. Esa es un poco la intención.

A partir de ahí, podremos sentarnos a hablar, que es lo bonito, y que cada uno dé su opinión. Se trata de aunar las diferentes sensibilidades dentro de la asociación. En lo esencial, unidad, en lo secundario, libertad, y en todo caridad, decía san Agustín. Y la verdad es que está funcionando muy bien, en ese sentido yo me siento muy contento. Nos hemos encontrado también con gente deseosa de saber, porque sabe poquito de Tolkien. Lo cual es algo que nos ha sorprendido, porque pensábamos que solamente tipos tan “frikis” como nosotros se meterían en una asociación, pero no, son cristianos a los que les ha ayudado la obra de Tolkien a entenderse y quieren saber más.

¿Cómo afectó la “deconstrucción” al origen de la saga del Fuego Secreto?

-Porque toda esa deconstrucción de los cuentos y las historias, al llegar al propio Tolkien, me tocó la médula espinal, porque de Tolkien parte prácticamente toda mi experiencia vital, humana y cristiana. “Fuego Secreto” es una respuesta. Empecé a detectar un problema cuando mis hijos empezaron a crecer y a leer. A mí me gusta leer y me interesa que mis hijos lean, pero empecé a ver que, en todos los libros que traían del colegio (un colegio católico), los protagonistas eran los monstruos.

Me empecé a leer todo lo que traían y me pegué un susto, porque, ocupado en el trabajo, me había separado un poco del mundo cultural. Recuerdo especialmente uno de los libros, que trataba de una familia que vivía en la linde de un bosque. El padre era un leñador huraño y horrible, el hijo guardaba un secreto acerca de su orientación sexual. La hija un día se pierde en el bosque y se encuentra una bruja que le dice que su familia tiene una maldición y que para quitarla tienen que hacer un hechizo metiéndose todos desnudos en la bañera.

Yo soy de la generación de “Fray Perico y su borrico” y “El pirata Garrapata”, y dije: “¿Pero qué ha pasado entre medias?”. Había pasado una barbaridad: la deconstrucción. Y me asusté. Así que con “Fuego Secreto” intenté recuperar una narrativa para los chavales que fuese sana, que los arquetipos del bien y del mal se correspondiesen con la concepción judeocristiana del bien y del mal. Porque con la deconstrucción, anunciada ya por Jacques Derrida en los años 80, lo que están haciendo es “deconstruir” todas las historias, cambiando a los héroes clásicos por monstruos.

¿Es un movimiento intencionado?

-Sí, es intencionado. Yo hablo siempre de los cuentos, más que de Tolkien, de este cambio que ha habido. Porque cuando uno ve una película, instintivamente se identifica con el protagonista. Es lo natural. Uno ve Indiana Jones, por ejemplo, y ve un héroe, que no hace falta que sea perfecto, puede ser un tío débil, con problemas, pero es un hombre medianamente bueno y al final vence al mal. Ahora el 90 % de los los protagonistas de los cuentos, series, pelis son los monstruos.

Crepúsculo, Hotel Transylvania, Vampirina, Monster High… Esto es intencionado. Porque yo no puedo cambiar la sociedad si no cambio la mitología. Los primeros cambios no son legislativos, son siempre narrativos. Eso lo saben los tiranos muy bien. Lo sabía perfectamente Stalin, y por eso reúne a todos los escritores en su casa y dice aquello de: “Brindo por vosotros, escritores, ingenieros del alma”. Y dijo que la producción de almas era mucho más importante que la producción de tanques.

También lo sabía Goebbels. Por eso la producción cinematográfica del III Reich fue enorme. Cambió la conciencia narrativa. La primera película antisemita que se estrenó en el III Reich fue “Robert und Bertram”, y era una comedia. Trata de dos golfos (el típico personaje de golfo simpático) que salen de la cárcel y llegan a un pueblecito donde hay un judío que quiere casarse con una aria. Y los golfos empiezan a hacerle trastadas en plan comedia. Empezó con una comedia y poquito a poco… No empezaron haciendo “El judío Suss”, o “El judío eterno”, sino una comedia. Porque el cambio siempre es narrativo al principio.

Ahora estamos teniendo también un cambio narrativo, donde han trastocado el bien y el mal. El protagonista con el que se identifica un niño es un monstruo. Esto es interesante, porque es decirle: “Es que todo lo que has creído durante tu vida que era monstruoso, todo aquello que tus padres te han dicho que es monstruoso (puede ser el vampiro, el troll, la bruja) no es verdad, es bueno. ¿Qué te han dicho tus padres? ¿Que no se puede hacer tal cosa? Están equivocados, sí que se puede”.

Los arquetipos son muy importantes, porque todas las películas van de casar lo que tenemos dentro sobre el bien, el mal, lo justo, lo injusto, con lo que veo en la pantalla. La jugada tan inteligente que se está haciendo ahora es cambiar el arquetipo, y que al bien lo represente un monstruo. Hay gente que considera que estar en contra de esto es falta de misericordia, por no querer entender al malo. Yo no digo que los personajes tengan que ser perfectos, pero si cambio el cuento, si cambio el arquetipo, me estoy cargando la sociedad. Con la excusa del género, del patriarcado, o lo que sea, se está cambiando profundamente la fisionomía de la persona, y por tanto de la sociedad, porque nos estamos identificando con los malos.

Por eso yo dije: “Voy a escribir libros donde los malos sean los malos, y los buenos hagan lo que puedan”. Porque tampoco a mí me gusta el arquetipo este de caballero andante perfecto, pero sí que abogo por un protagonista que luche contra el mal. Con sus debilidades, sus problemas, como todo el mundo. Por eso todos mis personajes en el “Fuego Secreto” están heridos: David es un chaval muy inteligente, y por eso le hacen bullying y lo pasa fatal, Óscar es hipocondríaco y tiene miedo a morir, Paula siente que no la hacen caso en casa, Coque es un chaval que ha perdido a su padre y tiene un padrastro que le hace la vida imposible, y Dani esconde un secreto y tiene siempre una fibra quebradiza un poco triste.

Son personajes que están heridos, pero esa herida no solamente no les impide combatir contra el mal, sino que, partiendo de ella, pueden luchar contra los malos. En este caso, los malos son los siervos del Maestro de Mentiras, que es el que intenta hacerles la vida imposible.

¿La historia es alegórica?

-Sí, completamente, no hay aplicabilidad porque no sé, no soy tan listo como Tolkien, esto sí que es alegórico. El Maestro de Mentiras tiene un ejército de mentiras, y en la saga, cuando una mentira cala y te la crees, toma forma. Esos son los Oscuros, unos personajes que son monstruos y toman diferentes formas para atacarte y convertirte en un espectro convencido de esas mentiras. A este combate les llevan tres profesores, que son Chesterton, Lewis y Tolkien. Es con tu propia realidad, que el Maestro de Mentiras te intenta hacer creer que es horrible por medio de sus monstruos, como puedes vencerle.

Esa parte del entrenamiento la he cuidado mucho en el segundo libro, porque quise meter un personaje que fuese el típico mentor, como en “Karate Kid”, que habla raro, porque me encantan los mentores que hablan raro. Pero tiene un papel muy importante, que es el de enseñarnos a no tomarnos demasiado en serio, porque, como decía Chesterton, el diablo cayó por gravedad: es un juego de palabras, como diciendo que se tomó demasiado en serio y por eso cayó. Por eso la parte del combate espiritual tiene un elemento cómico con el entrenador, pero a la vez muy serio.

Me llama la atención que hay muchos adultos que me han dicho que les ha ayudado, porque me leen muchos niños, pero también muchos padres.

Y luego el desarrollo es el de una aventura clásica de fantasía. Se parece más a Narnia que a “El Señor de los Anillos”, pero porque todavía no estoy preparado para acometer una high fantasy. Pero yo amo mucho Narnia, a Lewis le quiero mucho, no tanto como a Tolkien, pero le quiero mucho también.

¿Cuál ha sido la respuesta de los lectores?

-He tenido la oportunidad de ir a un montón de colegios, muchos de ellos concertados, católicos, pero otros muchos públicos. Es interesantísimo. Porque, a pesar de que he sido alegórico, me siento contento de que muchos niños leen los libros en sí mismos, y les ayuda en sí mismos. Y eso me gusta mucho, porque yo siempre digo que la narrativa ayuda, como decía Aristóteles, por la catarsis. Un cuento en cierto modo te anuncia a Dios. Von Balthasar decía que toda historia, lo quiera o no, es religiosa.

Me he encontrado casos muy chulos, por ejemplo el de un chaval en un cole público, nada cristiano, de quinto-sexto de primaria. Me contó la profesora que este niño solía dibujar monstruos y cosas feas, oscuras. Una vez la profesora le preguntó: “¿Pero qué dibujos son esos, tan feos?”. Y el niño le respondió: “Son demonios”. Supongo que le venía por los mangas, o algo así. Me dijo la profesora que, después de leer los dos primeros libros de “Fuego Secreto”, dejó de hacer esos dibujos.

Para mí eso es genial, yo le doy gracias a Dios, no me merezco esto. Porque, claro, ese chaval, ¿qué referencias tiene? Vete a saber sus problemas en casa, y si encima todas las referencias que tiene son Maléfica, Vampirina y Hotel Transylvania, ¿qué va a dibujar? Y sin embargo leer mis libros le produjo un cambio. Y no es por mi genialidad, porque no la tengo, sino que el simple esquema del bien que lucha contra el mal les ayuda enormemente, y es algo a lo que no tienen acceso ahora mismo.

Para terminar, ¿qué proyectos tienes ahora?

-Ahora estoy trabajando mucho en la película de “Fuego Secreto”, porque estamos adaptando los libros a dibujos animados. También estoy terminando un ensayo para Ediciones Encuentro, sobre cómo entender narrativamente lo que pasa en nuestra vida.

Quiero seguir escribiendo narrativa, pero, con estos otros proyectos, tardará un poco. Me gustaría que lo siguiente, en vez de para niños, fuese para jóvenes y adultos.

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