Evangelización

Vida consagrada y redes sociales. Una reflexión

La "vida consagrada" es uno de los ámbitos en los que a menudo se han planteado preguntas sobre el uso de las redes sociales y sobre cómo deben utilizarlas quienes responden a un "programa de vida" marcado más por el aspecto espiritual que por la representación pública.

Giovanni Tridente·8 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos

Foto de Gian Cescon en Unsplash

Las redes sociales, tal como las conocemos hoy, tienen más o menos veinte años, si incluimos los primeros «experimentos» que no implicaron a una gran comunidad de usuarios, como ocurrió con la aparición de Facebook, Twitter (X) e Instagram, por citar las más comunes. Desde hace unos diez años, sin embargo, se ha comenzado a reflexionar, también en el ámbito eclesial, sobre las implicaciones de estas modernas tecnologías en la vida de las personas en general y en el campo de la evangelización en particular.

Para coronar este recorrido -en el que no han faltado estudiosos, entre los que me incluyo, que han analizado y profundizado en el fenómeno- llegó, el 28 de mayo, el Documento «Hacia una presencia plena. Reflexión pastoral sobre el compromiso con los medios sociales» del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede.

Mandato misionero

Uno de los ámbitos en los que a menudo se han planteado preguntas sobre el uso de las redes sociales es, por ejemplo, el de la «vida consagrada», en particular cómo deben utilizarlas quienes responden fundamentalmente a un «programa de vida» marcado más por el aspecto espiritual que por la representación pública. Sin embargo, Jesús dijo a cada bautizado: «Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura». De esta llamada evangelizadora -a través de todos los medios disponibles- no están ciertamente exentas las personas consagradas, en particular las que viven en comunidades religiosas con sus propios ritmos y «prioridades». Pero, ¿cómo integrar de manera “productiva” ambas exigencias?

Las sesiones de formación que explican la importancia de «habitar estos lugares» de la aldea global, no solo desde el punto de vista del medio sino también del contenido, intentan responder a esta demanda, aunque a menudo de forma extemporánea y ligada a la buena voluntad de los superiores o de quienes primero «ven» la oportunidad. En definitiva, de la necesidad de dar sentido incluso a las plataformas en las que millones de personas pasan casi un tercio del tiempo de su día (unas 7 horas). Evidentemente, quedan varias preguntas sobre la mesa.

Diferentes interrogantes

Por ejemplo, alguien plantea la pregunta: en los casos de comunidades en las que se requiere la aprobación de un superior para que una persona consagrada tenga una presencia pública en la red con fines evangelizadores, y esta probablemente no tiene las competencias adecuadas para comprender su utilidad y conveniencia, ¿cómo se procede?

Tal situación debería probablemente conllevar una solución previa. Es decir, la forma de relacionarse con la «novedad» de la evangelización a través de los medios sociales, y en todo caso utilizando las innovaciones técnicas hoy al alcance de todos, debe entenderse en primer lugar como una llamada a la reflexión comunitaria que la orden religiosa debe hacer en su conjunto, empezando por arriba. Si no nos preguntamos primero qué «queremos ser» como comunidad de vida consagrada proyectada en el hoy de la misión a la que el Señor nos llama, será siempre difícil identificar caminos concretos que no parezcan «excepcionales» -como podría parecer un hermano o hermana muy activo en las redes sociales- para realizar esta llamada. Primero el «quién» y luego el «cómo».

Algunos han llegado incluso a proponer una especie de «código de conducta» transversal a las distintas órdenes religiosas, aunque cada una tenga sus propios estatutos de funcionamiento.

Discreción necesaria

Sobre este punto, fundamentalmente, en el uso de los medios de comunicación, la persona consagrada debe atenerse al canon 666 del Código de Derecho Canónico, que prescribe «la necesaria discreción», evitando «todo lo que perjudica la propia vocación y pone en peligro la castidad de la persona consagrada». Son categorías que hoy pueden parecer casi anacrónicas, pero si lo pensamos bien, se refieren esencialmente a una «madurez» que se supone que la persona consagrada ya posee.

He aquí la cuestión: más que instituir normas detalladas de comportamiento, sin perjuicio del propio estado de vida y de la «madurez» con la que se deben afrontar las actividades individuales de evangelización, se debe dar prioridad a una adecuada formación integral, que capacite también para un discernimiento consciente y espiritualmente orientado en cualquier circunstancia.

Otro elemento ligado al uso de las redes sociales del que se habla a menudo es el de los riesgos, ligados sobre todo a un uso incorrecto del medio por parte de la persona consagrada, que puede inevitablemente dar una mala imagen de toda la Comunidad a la que pertenece. Si lo pensamos bien, uno de los rasgos distintivos de la misión evangelizadora en medio del mundo es el testimonio. Quien quiere dar testimonio de Cristo debe «probar» que lo ha encontrado, debe manifestar de manera no apodíctica que cree verdaderamente en lo que dice y ser el primero en hacer aquello que propone hacer a los demás.

Conocer los riesgos para evitarlos

Todo esto vale también para las redes sociales, se «ve» claramente a través de nuestras publicaciones, nuestros comentarios, nuestras expresiones y, a menudo, indignaciones. Todo es material que comunica algo sobre nosotros mismos, poniendo en juego nuestra credibilidad. Puesto que «lo virtual no existe», todas nuestras declaraciones públicas contribuyen al éxito -o al fracaso- de nuestra misión ad gentes. Así pues, los riesgos que se aplican a un consagrado o consagrada son los mismos que se aplican a cualquier usuario habilitado para utilizar las redes sociales. Lo importante es conocerlos, estudiarlos y procurar no improvisar.

Formación permanente

El último aspecto a considerar se refiere a la importancia de la formación bien hecha, como ya se ha mencionado. Ay de pensar que la formación en este ámbito solo debe tener que ver con la herramienta. Hay que formarse en la cultura de la comunicación, y abrirse a un horizonte de complejidad del fenómeno social comunicativo que abarca varias disciplinas a la vez.

La presencia en los medios sociales es fundamental, pero es aún más importante tener ante todo un contenido que transmitir, tras un gran ejercicio de introspección sobre quiénes queremos ser. Por ello, son bienvenidas las iniciativas de formación permanente e interdisciplinar que aborden todos los aspectos de la presencia de la persona consagrada en medio del mundo, lugar por excelencia de su misión.

El autorGiovanni Tridente

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