Evangelización

El hermano Rafael

El hermano Rafael fue un monje trapense del siglo XX con grandes dotes para el estudio y el arte. Fue canonizado en el año 2009 tras la curación milagrosa de una mujer madrileña.

Pedro Estaún·16 de abril de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
Hermano Rafael

El hermano Rafael

Rafael Arnaiz Barón es uno de los grandes místicos del siglo XX. Comúnmente conocido como el hermano Rafael, nació en Burgos el 9 de abril de 1911 y le bautizaron en la iglesia de Santa Gadea el 21 del mismo mes. Era el primer hijo de los cuatro que tuvieron Rafael Arnáiz y Mercedes Barón. Don Rafael, que estudió también Derecho, ejercía como Ingeniero de Montes. Doña Mercedes era cronista en algunos periódicos y revistas, escribiendo con cierta frecuencia en las páginas de sociedad.

Infancia y juventud

Rafael hizo su primera comunión en la iglesia de la Visitación del Monasterio de las Salesas, en Burgos, el 25 de octubre de 1919. Un año después entró en el colegio que los jesuitas tenían en Burgos. Allí fue miembro de la Congregación de María Inmaculada y recibió premios por su aplicación en el estudio y buena conducta. Sin embargo, pasó casi todo su primer año enfermo, primero de unas fiebres colibacilares y, nada más sanar de éstas, de una pleuresía que había tenido latente. Cuando por fin se restableció completamente su padre le llevó al Pilar de Zaragoza para dar gracias a la Virgen por su curación. Luego en octubre de 1921, Rafael pudo reanudar los estudios. 

Al año siguiente la familia se trasladó a Oviedo. Allí ingresó como alumno externo en el colegio San Ignacio de Loyola de la Compañía de Jesús. Cuando tenía quince años comenzó, a petición suya, a recibir clases de dibujo y pintura del pintor Eugenio Tamayo. El año 1929 terminó el bachillerato y se matriculó en la Escuela de Arquitectura de Madrid, carrera en la que mezcló su pasión por el arte con la ciencia.

Con 18 años recién cumplidos, Rafael fue a pasar el verano a Ávila. Se hospedó con sus tíos, los Duques de Maqueda, a los que siempre estuvo muy unido. Hizo entonces un recorrido por Castilla, deteniéndose principalmente en Salamanca para admirar las obras arquitectónicas de la ciudad. Después, de vuelta en Ávila, pintó unas vidrieras para la capilla de su familia.

La semilla de la vocación

Su tío acababa de traducir un libro del francés Del Campo de batalla a la Trapa. Trata de un capitán francés condecorado por su bravura que renunció a sus condecoraciones para ingresar como hermano lego en la Trapa de Chambarand. El Duque pidió a su sobrino que le hiciera una portada. La lectura le causó a Rafael tal impresión, que le entraron deseos de peregrinar a la Trapa de San Isidoro de Dueñas (Palencia). Cumpli en otoño de 1930, y aquella visita sembrará en él la semilla de su vocación como monje cartujo.

Continuó sus estudios e hizo el servicio militar en Madrid. La Segunda República estaba presidida en aquellos años por un gobierno marcadamente anticlerical y marxista. El ambiente que Rafael encontró a su alrededor no era precisamente favorable para sus propósitos. Conocemos una anécdota sucedida en la «Pensión Callao» en la que residía mientras cursaba sus estudios de arquitectura en Madrid. Una tarde al llegar a la pensión, una chica argentina que se hospedaba en la misma residencia se metió en su habitación con intención de seducirle.

Más tarde él diría, en clara referencia a este episodio y a otros que desconocemos: “Si no es por un milagro de la Santísima Virgen, me hubiera sido imposible sustraerme a las garras de los enemigos del alma que intentaron arrebatarme el tesoro de la gracia y la libertad del corazón”. Poco después optó por la vocación religiosa contemplativa y el 16 de enero de 1934 ingresó en el monasterio de Palencia.

Vida en la cartuja

La vida en la cartuja es dura y disciplinada. Los monjes se dedican especialmente a la oración interferida por el estudio y el trabajo, normalmente en soledad, excepto la Misa conventual y algunas oraciones. Los domingos y fiestas principales comen todos juntos y hacen una hora de recreo. Una vez por semana dan un paseo largo fuera de la clausura. Como mortificación tienen la abstinencia perpetua de carne y levantarse a media noche.

El hermano Rafael vivió la vida monástica de manera ejemplar desde el principio y escribió en esos años numerosos textos espirituales y místicos que siguen siendo hoy muy populares y conocidos, un magnífico legado para las almas sedientas de espiritualidad. En ellos se encuentra escrito hasta la saciedad un lema luminoso y lleno de vida. “¡Sólo Dios! ¡Sólo Dios! ¡Sólo Dios!” Pero debido a su delicada salud –una virulenta diabetes- tuvo que salir hasta en tres ocasiones del monasterio, para de nuevo regresar, pero siempre con una salud muy frágil.

El 26 de abril de 1938, hacia las siete de la mañana, acabó sus días a consecuencia de un coma diabético; aunque fue más bien el amor de Dios lo que le consumió. Tenía 27 años recién estrenados. Fue sepultado en el cementerio de ese monasterio cisterciense.

La subida a los altares

Su proceso de beatificación empezó en 1965 y culminó en abril de 1967. El Papa Juan Pablo II le declaró beato el 27 de septiembre de 1992, tras reconocer un milagro de una joven palentina. Tras ser atropellada por un tractor fue curada milagrosamente tras encomendarse al hermano Rafael.

Años después, Benedicto XVI aceptó un nuevo milagro a él atribuido que sirvió para su canonización. Se trataba de la curación inexplicable de Begoña León Alonso, una madrileña de 38 años, enferma del síndrome de Hellp durante su embarazo. Al ser intervenida para salvar a su hija el 25 de diciembre de 2000 en el Hospital Gregorio Marañón, se le paralizaron el hígado y los riñones, le dieron infartos cerebrales y quedó en estado de muerte cerebral.

El cirujano informó entonces a los padres de Begoña que no había esperanzas de salvar la vida de la madre. La niña, aunque nació sana, pesaba sólo 1 kilo y 200 gramos, pero podría coger peso en la incubadora. Una de las amigas de Begoña visitó el Monasterio de San Bernardo de Burgos y pidió a las monjas que oraran por la curación de su amiga, pero encomendándoselo sólo al hermano Rafael. Las oraciones fueron escuchadas y Begoña comenzó a recuperarse el 6 de enero. La mejoría fue tan completa que no le quedó ninguna secuela de esa gravísima enfermedad. El hermano Rafael fue canonizado el 11 de octubre de 2009.

El autorPedro Estaún

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica
Banner publicidad
Banner publicidad