Cultura

Galileo: un cristiano convencido

Galileo Galilei fue un astrónomo, ingeniero, matemático y físico italiano, relacionado estrechamente con la revolución científica, además fue un cristiano convencido. Y no, no lo mató la Inquisición.

María José Hernández Tun·15 de febrero de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
galileo

Foto: Retrato de Galileo. Justus Sustermans

Se ha oído hablar de que la ciencia y la fe no pueden compartir un lugar común, ya que las ciencias son “el conocimiento cierto de las cosas por sus causas”, según la visión aristotélica.

Por otro lado, la fe, cuya verdad es revelada, o como indica que Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), es aquella que comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras.

Sin embargo, a lo largo de la historia de la ciencia existieron científicos que se presentaban como cristianos convencidos, como: Copérnico, Kepler, Newton y el mismo Galileo.

Gracias al pensamiento teológico, como señala el experto Mariano Artigas, ellos obtuvieron un camino apto para la realización de “trabajos sistemáticos que llevaron a la consolidación del método experimental”.

Galileo tiene a su alrededor una serie de teorías de las que muchos científicos confundidos o que no conocen la historia, han decidido contar, para que él sea un mártir de la ciencia oprimido y asesinado por la Santa Iglesia.

Galileo y la Inquisición

Lo cierto es que, a Galileo no lo mató el Tribunal de la Inquisición. En 1610, Galileo se convenció de la teoría del sistema heliocéntrico, la cual defendió sin tener fundamentos; sin embargo, el problema no reside en la creencia de que el sol es el centro del universo, sino en las interpretaciones bíblicas que realizó basado en esa teoría.

En el libro de Josué (10:12-13), indica que él solicita a Yahvé que el sol y la luna se detengan. Esto indicaba que la Tierra permanecía quieta, mientras que el sol y la luna eran los que giraban a su alrededor. La teoría heliocéntrica contradecía esto claramente.

Galileo revela esta verdad, la cual no fundamenta, y el Santo Oficio, que en ese entonces no estaba abierto a interpretaciones que no provinieran de teólogos avalados por ellos, amonesta a Galileo y le ordena no volver a propagar este pensamiento, ya que podía causar confusión.

Durante 16 años Galileo permanece en silencio; sin embargo, en 1632 publica su obra Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano.

En esta la figura del papa Urbano VIII se ve humillada, puesto que es representado como el personaje que está en desacuerdo con la teoría de Copérnico y siempre pierde las discusiones.

En este año acusan a Galileo por faltar a su promesa y compadece ante el juzgado de Roma.

Es sentenciado a prisión y a una abjuración forzada. Su tiempo en prisión lo pasó en distintos palacios de sus amigos, en Toscana y Florencia.

Muere por enfermedad, pero es claro que en vida recibió toda clase las atenciones.

En última instancia, Galileo no es asesinado o tortura de alguna forma. Él permaneció fiel a su creencia y fe. Gracias a su caso, el Concilio Vaticano II deploró el proceso a Galileo, en la Constitución sobre la Iglesia y el mundo moderno al afirmar que: «son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe» como recuerda Mariano Artigas.

De igual manera, el papa Juan Pablo II deploró el proceso en un famoso discurso del 10 de noviembre de 1979, realzando que el Galileo científico y católico enseñaba objetivamente una notable armonía entre la ciencia y la fe.

Esa armonía fue uno de los principales impulsos de la creatividad científica de los grandes pioneros de la ciencia moderna, Galileo incluido.

El autorMaría José Hernández Tun

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