El milagro de la multiplicación de los panes y los peces es narrado por Lucas tras el regreso de los apóstoles, sus relatos de la misión y la invitación de Jesús a retirarse juntos hacia Betsaida. Pero las multitudes se dieron cuenta y lo siguieron. Jesús las “acogió”.
Esta actitud de Jesús, que no se lee en la liturgia, contrasta con la actitud de los doce, que quieren inducir a Jesús a “despedir” a la multitud. Jesús “acoge” y no “despide» a sus apóstoles, y escucha el problema de la falta de alimento que le presentan. Pero quiere resolverlo cambiando la actitud de los corazones de los suyos.
Al principio, Lucas los llama “los Doce”: son los pilares de su iglesia, que se ocupan del orden público. Jesús les llama a una forma diferente de actuar, haciendo hincapié en el “dadles vosotros de comer”. Los Doce vuelven a ser “discípulos”, como los llama Lucas inmediatamente después: vuelven a aprender de Jesús.
Se comprometen: cuentan los cinco panes y los dos peces, se dan cuenta que no es nada, pero también están dispuestos a ir a comprar comida para todos. Pero han comprendido que no tienen que despedir a nadie. Jesús les ordena que organicen a la gente en grupos de cincuenta.
Ellos obedecen. Podrían haber dado comida a cada persona singular, pero esos grupos de cincuenta son imagen de las primeras comunidades cristianas que, al reunirse, manifiestan su hambre de Cristo y su esperanza de ser alimentadas por él, y nos sugieren que Jesús quiere que la Iglesia viva como una familia.
Ya no se trata de una multitud indistinta o de individuos aislados, sino de una comunidad concreta y organizada.
Las resonancias del relato son eucarísticas: “el día comenzaba a declinar”, como en la hora de la Última Cena o cuando los dos de Emaús invitan a Jesús a quedarse.
Con respecto a los gestos de la institución de la Eucaristía, hay un gesto más: el de levantar los ojos al cielo, como en el Evangelio de Juan al comienzo de la oración sacerdotal, y que el celebrante repite antes de la consagración, en el Canon romano.
Para los otros gestos hay completa correspondencia: Jesús toma, reza, parte y da. Toma los panes, luego los peces, recita la bendición sobre ellos, los parte y los da a los discípulos.
En el relato de Lucas sobre la Última Cena aparece la misma secuencia. En el relato de Pablo, que es más antiguo, está implícito el gesto de dar el pan a los apóstoles.
Aquí hay doce cestas de sobras. Los discípulos siguen aprendiendo, por el peso de esas cestas que llevan, que si son dóciles al maestro y dan todo lo poco que tienen nunca faltará, es más, habrá sobreabundancia de alimento eucarístico con el que alimentar a la Iglesia, que, como “doce”, están llamados a guiar.
La homilía sobre las lecturas del Corpus Christi
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.