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San José: hombre de fe

Los dolores y gozos de San José manifiestan la inmensa fe que tenía San José y cómo a través de ellos supo identificarse con la voluntad de Dios.

Alejandro Vázquez-Dodero·18 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos
san jose hombre de fe

Foto: ©Museo Nacional del Prado

Durante estos meses hemos considerado varias facetas del santo a quien estamos dedicando este 2021, un hombre, ante todo, de fe. Un alma que experimentó una serie de dolores y gozos –que dan nombre a esa piadosa tradición de considerarlos en su conjunto– y que a través de ellos supo identificarse con la voluntad de Dios para con él. Así supo, en definitiva, ejercitar su fe.

Como recoge la carta apostólica Patris Corde, “También a través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad”.

Dolores y gozos de San José

Esas angustias o dolores, sin embargo, vendrían recompensados con alegrías o gozos, porque el amor de Dios siempre premia, reconoce la actitud del alma que, en ejercicio de la fe recibida, se abandona y confía en Él.

Pasamos así a comentar los dolores y gozos del santo patriarca, muestra efectiva de la fe que le acompañó en su vida aquí en la tierra. 

Primer dolor y gozo

Primer dolor (Mt 1, 18): Estando desposada su madre María con José, antes de vivir juntos se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. // Primer gozo (Mt 1, 20-21): El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús

Antes de vivir juntos sucedió que María quedó en estado. Eso provocó el dolor de un hombre que, gracias a su fe en la voluntad y buenhacer de Dios, aunque angustiado, se abandonó en la voluntad de Aquél que diseñó la venida al mundo de Jesús de esa manera. Un modo misterioso y humanamente inexplicable a los ojos del esposo legal de la Virgen Santísima, san José.

Segundo dolor y gozo

Segundo dolor (Jn 1, 11): Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. // Segundo gozo (Lc 2, 16): Fueron deprisa y encontraron a María, a José y al niño reclinado en el pesebre.

A José –y por supuesto también a María– le dolería el rechazo que experimentó Jesús, pues muchos de sus contemporáneos no aceptarían su mensaje de salvación, le ignorarían. Aún así confiaría en que ese hijo suyo era, ni más ni menos, el Salvador prometido por el Señor. Fueron inmensos el gozo y la serenidad que le produjeron verle ya nacido, disponiéndose así ese Niño a cumplir su misión redentora.

Tercer dolor y gozo

Tercer dolor (Lc 2, 21): Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno. // Tercer gozo (Mt 1, 21): Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Ese rito judío, el de la circuncisión, al que quiso someterse el Niño –no le hacía falta a todo un Dios someterse a esa ley humana– supondría para sus padres el dolor de quienes aman y ven sufrir al ser amado. Pero la fe en la voluntad de Dios superó esa angustia a través de su confiada aceptación.

Cuarto dolor y gozo

Cuarto dolor (Lc 2, 34-35): Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: mira, éste ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los pensamientos de muchos corazones. // Cuarto gozo (Lc 2, 30-31): Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones.

A José le angustiaría el hecho de que su esposa sufriera porque Jesús predicara un mensaje rechazado por tantos. Aunque su fe le llevaría a apoyar a María y estar siempre a su lado, porque sabía que eso era lo que Dios le pedía.

Quinto dolor y gozo

Quinto dolor (Mt 2, 13): El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. // Quinto gozo (Mt 2, 15): Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dice el Señor por el profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Tanto el hecho de pensar que la autoridad quería matar a su hijo, como el que tuvieran que huir a tierras desconocidas para evitarlo, supondría para san José un dolor intenso difícil de imaginar. Pero de nuevo, gracias a esa fe que sacaba a relucir ante cualquier contrariedad, sabría cómo afrontar tal sufrimiento. Y todo porque supo identificarse con la voluntad de Dios.

Sexto dolor y gozo

Sexto dolor (Mt 2, 21-22): Él se levantó, tomó al niño y a su madre y regresó a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá. // Sexto gozo (Mt 2, 23): Y fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: será llamado Nazareno.

Nuevamente el dolor de saberse perseguido. Mejor dicho, por el hecho de tener que velar por quien –Jesús– era injustamente perseguido. Y ante esa situación angustiosa nos encontramos a un san José a la escucha continua de lo que quisiera Dios para él. Y quiso que se asentaran en Nazaret, volviendo a esa tierra suya, para desarrollar allí su vida como una familia más entre tantas.

Séptimo dolor y gozo

Séptimo dolor (Lc 2, 44-45): Le estuvieron buscando entre los parientes y conocidos, y al no hallarle, volvieron a Jerusalén en su busca. // Séptimo gozo (Lc 2, 46): Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas.

Perder a Jesús, aún menor de edad y sin recursos –humanos– para desenvolverse en solitario, supondría un dolor muy agudo para sus padres. Y san José, con un corazón muy sensible por lo mucho que querría a su hijo, estaría sumido en un dolor que no cesaría hasta que encontrase al Niño en el templo.

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