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Los reyes magos nos enseñan que «vale la pena»

El ejemplo de los tres reyes magos puede servirnos de guía para comprender que cualquier esfuerzo hecho por acercarnos a quien piensa o vive de modo distinto vale la pena.

Héctor Razo·6 de enero de 2024·Tiempo de lectura: 2 minutos
Reyes Magos

(Unsplash / Robert Thiemann)

La solemnidad de la Epifanía que los católicos celebramos año con año nos sumerge en la escena evangélica donde tres sabios de Oriente llegan a la gruta de Belén para adorar al Rey de los judíos.

Sabemos bien que estos tres magos emprendieron su viaje a raíz de la aparición de una Estrella. No una estrella común, sino una que, con su especial resplandor, anunciaba al universo entero el nacimiento del Mesías, el Emmanuel, el Salvador.

Los viajes de ese entonces eran muy distintos de los que realizamos ahora. No sólo por la lentitud con la que se hacían –que imagino era una razón que solía ponerse siempre en consideración–, sino también porque cualquier viaje largo llevaba consigo una serie de incomodidades –andar kilómetros encima de un camello, de un caballo y de un elefante no debe ser fácil– y una cantidad considerable de peligros a los que enfrentarse –y más si se llevaba consigo unos regalos tan codiciados como el oro, el incienso y la mirra–. No obstante todo, si Melchor, Gaspar y Baltasar decidieron ponerse en camino, era porque sabían que valía la pena encontrarse con ese Niño.

El ejemplo de estos tres reyes magos puede servirnos de guía –a nosotros, pobres habitantes de una sociedad cada vez más polarizada– para comprender que cualquier esfuerzo hecho por acercarnos a quien piensa o vive de modo distinto a como nosotros pensamos y vivimos vale la pena.

Riqueza en el encuentro

Hace algunos años un filósofo mexicano escribía que el legado de la lucha marxista había sido la instauración de una concepción del mundo según la cual todo aquel que pensaba diverso a como uno lo hacía no eran simplemente personas con puntos de vista diferentes sino enemigos a vencer. Nada más erróneo, pues hoy sabemos –y quizá antes también se sabía, pero prefería ignorarse– que cuando el hombre –por esa capacidad de expansión infinita propia de la naturaleza humana– entra en contacto con alguien que mira el mundo con otros ojos, ambos quedan enriquecidos; sin que ello, evidentemente, implique unanimidad de opiniones. Y es que, no podemos perder de vista que una misma realidad, dependiendo del ángulo desde el cual se observe, es cóncava o convexa.

El ejemplo de los Reyes Magos

Pidámosle al Rey de los judíos que, ante este año que comienza –que al ser un año electoral en México no estará exento de polarización–, nuestra actitud vital no sea de lucha y disputa, sino de comprensión y diálogo.

Por último, no perdamos de vista que, aunque ayuda, el mundo no cambia cuando cambian las estructuras. El mundo cambia cuando cada uno de nosotros se decide a cambiar personalmente.

El autorHéctor Razo

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