Un sacerdote, preocupado, compartía conmigo la siguiente cuestión: “No sé si es bueno que confiese a todos esos chicos que te cuentan que han estado consumiendo pornografía. Parece que sólo vienen al confesionario como si fuera un tema ‘legal’ con Dios; como que pasarán para pagar la multa, y ya está; pero no perciben lo malo de fondo o cómo les afecta a su vida. Con una perspectiva psicológica, ¿tú crees que es sano? Tengo la impresión de que ese acceso a la confesión ‘tan mecánico’ puede afectar al modo en que se plantean o no resolver lo que les pasa. Me pregunto si darles la absolución y ya está, o decirles que hasta que no se lo tomen en serio, no vengan”.
Le di la razón sobre el aspecto psicológico al que aludía, y le animé a dar un paso al frente y aprovechar esas confesiones, aparentemente mecánicas, para ayudarles. Los que nos dedicamos a la salud mental tenemos la experiencia de que un buen y sano director espiritual es de gran ayuda para mejorar la salud médica y psicológica y que potencia lo trabajado en terapia.
Tenía razón. En un reciente estudio con 110.000 adolescentes se ha demostrado que la incongruencia moral es uno de los factores de riesgo para que se instaure el uso problemático de la pornografía (UPP). Junto a éste, aparecen otros 16 factores, entre los que destacan la frecuencia de consumo, la vergüenza en la vida sexual y el uso de la pornografía como regulador emocional y reductor de estrés.
Clásicamente se consideraba que la práctica espiritual y religiosa era un factor protector para las adicciones y uso de sustancias. Sin embargo, se vio que no era así en el caso del UPP; en algunos estudios se relacionaban alta religiosidad y mayor presencia de conductas sexuales fuera de control. Las hipótesis para explicar esto plantean una posible percepción demasiado autocompasiva del perdón de Dios, que dificulta la toma de conciencia de la realidad del problema; una espera de que sea Dios quien arregle el problema con una gracia extraordinaria y que el interesado, por tanto, se encuentra incapacitado para actuar. En personas obsesivas con práctica religiosa puede derivar en una alta escrupulosidad que potenciaría tanto la conducta como su desproporcionada valoración respecto a la gravedad; o en una interpretación más severa de las conductas que realiza y, por tanto, una mayor puntuación en las pruebas diagnósticas aplicadas.
Animé a este sacerdote a aprovechar el hecho de que esa persona está ahí hablando con él, con una cierta percepción de que esa conducta no le hace bien, y que él puede ayudarle a tomar conciencia de la magnitud del problema, a conocer los orígenes y causas del mismo y a caer en la cuenta de las capacidades que tiene para resolverlo y de las que necesita adquirir para salir victorioso. Puede servir para entender la situación plantearlo como si nos estuviera hablando de consumo de alcohol o de juego patológico.
Un primer paso será que quien consume pornografía tome conciencia de lo que le ocurre, de la gravedad psicológica y mental de ese enganche, de si se siente libre para hacer la conducta o no, y de las consecuencias que tiene en su vida. Puede servir sugerirle alguna web informativa, como www.daleunavuelta.org. Se le puede preguntar con qué lo relaciona, si es sólo con pasar un buen rato, con estados emocionales desagradables (tristeza, aburrimiento, enfado, ansiedad, soledad, inseguridad, autodepreciación), con el desorden en otras áreas de la vida o con detonantes concretos (estímulos de música, vídeo, alcohol, estar solo, etc.).
Valdrá la pena conocerle mejor y saber qué fortalezas, habilidades, capacidades y virtudes tiene, para apoyarse en ellas para avanzar; qué y quién le hace sentir capaz; qué estilo de vida lleva, si sigue un horario personal y tiene el tiempo ocupado con tareas interesantes y de crecimiento; qué uso hace de los diversos dispositivos (tablet, móvil, PSP, ordenador); aficiones; estilo educativo y configuración familiar; red de amigos; si ha tenido vivencias desagradables respecto a la sexualidad o alguien le ha hecho daño; si tiene apoyo para hablar todas estas cosas y/o tratar el tema del uso de la pornografía con alguien. Se le podrán dar indicaciones concretas para que crezca en estas áreas o pida ayuda profesional si fuera preciso.
Esta persona necesita motivos y motivaciones para el cambio, y no suele funcionar que estos motivos sean, en exclusiva, de carácter moral o espiritual. ¿Qué ganará si lo deja? ¿En qué estará mejor? ¿Cómo notará el cambio? Necesita conocer que algo perderá y que, si no utiliza el porno, tendrá que emplear otras herramientas para cuidarse bien y regularse emocionalmente.
Con toda esta ayuda progresiva, aumentará su capacidad de ver que puede hacer algo para cambiar, que no está indefenso y no está solo porque tiene un acompañante de verdad.