Metaverso es el nuevo concepto que, probablemente, protagonizará el proceso evolutivo de la sociedad digital en la actual década. Será importante ver donde estará la fe, la Iglesia y la vida espiritual en esta nueva realidad o situación. El metaverso permite superar las limitaciones físicas y temporales del universo real para adentrarse en nuevos e infinitos universos a través de avatares o proyecciones virtuales de las personas.
Pero serán los metaversos de Meta (antes Facebook), Microsoft y Google los que popularizarán estos nuevos entornos virtuales. Para estas grandes compañías, es un concepto clave en su estrategia de crecimiento a largo plazo. Es muy probable que el discurrir del metaverso describa una trayectoria larga y lenta para, en un momento dado, experimentar un súbito desarrollo. Así ocurrió con los bitcoins o con la telefonía móvil. Dar el salto a los metaversos parece mucho más plausible tras la súbita e intensa transformación digital provocada por la pandemia, que ha revolucionado el teletrabajo y la inserción digital de muchas personas, antes reticentes o ajenas al cambio. Comprar online o participar en videollamadas ha llegado a todas las edades y estratos de población. Así, la transición desde la navegación en la web o las reuniones con pantalla cuadriculada hacia la experiencia inmersiva virtual será más natural y comprensible.
Los metaversos están de moda. Pero, ¿qué se entiende por metaverso? Se entiende por metaverso un mundo virtual en el cual nos conectamos con avatares, para convivir y relacionarnos entre nosotros.
La idea renovada de metaverso va más allá en la búsqueda de un multipropósito, es decir, que sirva para todo, mediante una combinación de tecnologías. El 5G, la realidad virtual, realidad aumentada, y el propio blockchain con la posibilidad de la tokenización de activos y los NFTs, hacen posible que las personas en un futuro próximo puedan vivir dentro del metaverso: que trabajen, naveguen, jueguen, se relacionen, se eduquen, etc; que sea una extensión digital de su vida física, que cambien la pantalla de su móvil o su tableta por una integración en el metaverso, con lo que la línea que separa el universo físico del digital se difuminará un poco más.
Se espera que los metaversos alcancen su popularidad en los próximos cinco años, y son varias las compañías tecnológicas que pujan por crear el más atractivo, en el que vayamos a parar todos. Se estima que Meta ha invertido 28.500 millones de dólares hasta el 2021, y Bloomberg estima que el negocio moverá en el 2024 unos 800.000 millones de dólares.
Las implicaciones del metaverso para la legislación son enormes y abarcan todas las ramas del derecho. Veamos algunos ejemplos:
-en algunos metaversos ya es posible comprar parcelas, e incluso realizar en ellos proyectos inmobiliarios. Hace poco ha sido noticia la venta de una parcela por 450.000 dólares, así como el pago de 2,5 millones de dólares por varias parcelas en una calle digital para establecimientos de moda. Entonces, ¿será posible hipotecar esas parcelas? ¿Podrá haber arrendamiento? ¿Y subarriendo, cesión, usufructo o servidumbre?
-en Decentraland, un metaverso en blockchain, la comunidad puede votar para tomar decisiones que luego se adoptan por mayoría. ¿Qué tipo de votaciones podrán realizarse en el metaverso? ¿La mayoría de habitantes del metaverso podrá entonces imponer su voluntad, o existirá algún tipo de control externo?
-si trabajamos en el metaverso para una DAO (organización autónoma descentralizada), tendremos que cumplir con la normativa laboral. ¿Cómo deberá de ser un centro de trabajo virtual? ¿Se podrá inspeccionar un centro de trabajo en el metaverso?
La casuística es enorme y abarca todo tipo de relaciones en las que los humanos interactuamos. Cuanto más parecida sea la interacción en el metaverso a la del mundo real, mayores serán las implicaciones legales.