La importancia de la dieta para alcanzar la longevidad se conoce desde hace muchos años. Bacon, en el siglo XVII, destacó la importancia de las comidas frugales para llegar a una edad avanzada. La clave se podría resumir en evitar la obesidad y las enfermedades asociadas, como la diabetes y la hipertensión. Para una vida sana también en la vejez, se debería prevenir durante toda la vida, siguiendo los consejos que se han dado en artículos anteriores.
Con los años disminuye la masa magra y aumenta la grasa, lo que, unido a la disminución del metabolismo, favorece el sobrepeso y la obesidad. Pero la buena noticia es que parece que el sobrepeso leve en los mayores se asocia con menor riesgo de mortalidad con respeto a las personas con peso normal. Sin embargo, la obesidad propiamente dicha se asocia con un aumento de la mortalidad del 29 %. Todavía no sabemos si realmente el sobrepeso ligero protege, o si este resultado se debe a que en el grupo de peso normal están incluidas las personas con enfermedades crónicas, enfermedades que serían las causantes de la pérdida de peso. En cualquier caso, la pérdida no intencionada de peso en una persona mayor indica la necesidad de una evaluación clínica para conocer la causa.
Si hablamos de demencias del tipo de la enfermedad de Alzheimer, no existe ningún nutriente que la prevenga, pero algunos estudios señalan que una ingesta mayor de antioxidantes (en frutas y verduras, principalmente) y de pescado, a lo largo de la vida adulta, reduce el riesgo de sufrirla. El buen control de la hipertensión y de la diabetes, en caso de padecerlas, también protegen de enfermedades cerebrales.
En los mayores también es frecuente la intolerancia a la lactosa, que se manifiesta con molestias digestivas (gases, dolor abdominal…) tras la ingesta de leche. En estos casos es eficaz sustituir la leche por yogures –en los que la lactosa ha sido fermentada a ácido láctico– para no comprometer el aporte de calcio, ya que la falta de calcio favorece la osteoporosis, tan frecuente en estas edades, sobre todo en las mujeres. Además, los mayores suelen necesitar suplementos de vitamina D, que actúa sinérgicamente con el calcio a nivel del hueso.
En las personas mayores también a menudo vemos casos de malnutrición, causada por circunstancias que se asocian a la edad. Por un lado, las alteraciones del gusto y del olfato disminuyen el apetito, y pueden existir problemas dentales que impidan la correcta masticación. También puede haber incapacidades físicas que dificulten la compra y preparación de alimentos. En este caso, la ayuda por parte de otras personas o los comedores colectivos pueden ser la solución.
Frecuentemente los mayores consumen varios medicamentos, (polifarmacia) que pueden tener efectos secundarios (náuseas, vómitos…), que interfieran con la alimentación. Tampoco hay que olvidar la soledad y las alteraciones psicológicas, como la depresión, que también favorecen las situaciones de malnutrición.
En cuanto a las carencias vitamínicas, no es infrecuente encontrar, en algunas personas mayores, niveles bajos de vitamina B12. Suele ser debido a que la absorción de esta vitamina esté dificultada debido a la edad, y en ocasiones también al empleo de fármacos que disminuyen su biodisponibilidad, como son la metformina (utilizada por diabéticos) y el omeprazol y similares (muy utilizados por personas con molestias gástricas). La deficiencia de esta vitamina B12 puede acarrear anemia, y también un cuadro de demencia que puede ser reversible con el aporte de esta vitamina. Se encuentra principalmente en la carne, y a menudo las personas mayores comen poca carne, debido a las dificultades de masticación. En personas con factores de riesgo de deficiencia de esta vitamina, el médico puede indicar la realización de un análisis de sangre para determinar el nivel y, en caso de déficit, prescribir suplementos vitamínicos.
La presencia de anemia o la deficiencia de hierro en los mayores indica que hay que buscar la causa de esa deficiencia, descartando pérdidas crónicas de sangre por el aparato digestivo.
Incluso las alteraciones de la visión se relacionan con la dieta. Las cataratas seniles se deben al estrés oxidativo, inducido por la acción de los rayos ultravioleta del sol, cuyo inicio puede retardarse con una dieta rica en antioxidantes (nuevamente en frutas y verduras).
Médico especialista en Endocrinología y Nutrición.