Algunos ven el celibato sacerdotal como una represión poco saludable de los impulsos sexuales, y consideran que esto fomentaría la tendencia en el clero a abusar sexualmente. Pero los abusos sexuales no son más frecuentes entre el clero católico célibe que en otros estilos de vida.
La mayoría de los abusos sexuales a menores suceden en la propia familia y en el hogar (70-90 %), cometidos por miembros de la familia. Los extra familiares (en torno al 20 %) son perpetrados por niñeras, profesores, terapeutas, monitores, entrenadores, líderes de grupo o espirituales de cualquier culto y amigos de la familia.
La fundación ANAR en su estudio Abuso sexual en la infancia y la adolescencia según los afectados y su evolución en España (2008-2019) muestra que solo el 0,2 % de los abusos corresponden a sacerdotes, frente al 23,3 % de los padres. La mayoría de los abusadores de menores son varones heterosexuales con pareja, del círculo familiar o social del abusado, y actúan en la etapa media de la vida (30-50 años).
La motivación del abuso sería la pedofilia en un 25-50% de los casos. También se relaciona con problemas de origen psicológico o social: estrés, problemas de pareja, falta de disponibilidad de un compañero adulto, depresión, abuso de alcohol o drogas, deseo sexual aumentado, rasgos antisociales de personalidad, descontrol impulsivo y leve retraso mental.
No existe evidencia de una prevalencia mayor de los abusos sexuales en las actividades de la Iglesia en comparación con otros contextos institucionales relacionados con menores. Con esto no se pretende restar importancia a las conductas inapropiadas de algunos clérigos, sino señalar que no hay datos que indiquen que sea el celibato el origen del problema. No se puede afirmar que celibato y pedofilia tengan una relación causal. Sí podemos afirmar que, cuando un sacerdote abusa, la gravedad es mayor por su responsabilidad y por las consecuencias de que sea precisamente un ministro de Cristo el abusador.
Los abusos cometidos por clérigos son especialmente sonoros y producen un escándalo mediático que es doloroso y necesario para generar un cambio, y que muchas víctimas puedan comunicar finalmente el dolor, las angustias, rabia y la vergüenza después de tantos años.
Los factores de riesgo de la pedofilia son temperamentales, comportamiento antisocial, escasez de relaciones con sus iguales, se interesa por personas más jóvenes, porque son más débiles, rasgos de personalidad pasiva, cerrada, dependiente, falsamente dócil y remisa, pero en realidad preocupada por complacer a los superiores y mantener secretas las propias inseguridades. También influye haber tenido experiencias traumáticas, factores genéticos y fisiológicos por alteración del neurodesarrollo.
Según el John Jay Report (JJR), el porcentaje de sacerdotes acusados es similar al de los clérigos de otras religiones que no viven el celibato y, los que habían cometido abusos sexuales, no vivían la castidad. El 50-70 % de los sacerdotes acusados habían tenido relaciones sexuales con adultos después de la ordenación (JJR).
La segunda edición del JJR (2011) concluía que solo la identidad sexual “confusa” estaba correlacionada con una mayor probabilidad de cometer abusos, y no así los comportamientos homosexuales. El Informe elaborado por Sullins (2018) para el Ruth Institute, apuntaba que sí existe una fuerte correlación entre homosexualidad en el clero y abusos de clérigos. También Prusak (2020) sugiere que frecuentemente los responsables de los abusos entre el clero católico son homosexuales.
Las indicaciones de la Iglesia católica sobre la no admisión a órdenes sagradas de las personas con parafilias, conductas sexuales desordenadas, trastornos de la personalidad u otras patologías que puedan dificultar el servicio a las personas, son claras y firmes.
Según diversos estudios sobre los abusos sexuales en la Iglesia católica los abusadores son hombres; la mayoría sacerdotes entre 29 y 72 años; edad media de 50 años; el mayor porcentaje de víctimas y agresores eran hombres. Los abusadores mostraban las siguientes características psicológicas: inmadurez emocional y/o sexual (29,6%), trastorno de personalidad (21,6%), pedofilia (17,7%), abuso de alcohol (13,1%), conductas desviadas (9,8%), comportamiento pasivo (5,8%), otros como ansiedad, ataques de pánico, paranoia e hipocondría (3,4%). No existen datos comparables sobre estas características en otras instituciones.
Parece, por tanto, que los sacerdotes que abusan son aquellos que no viven coherentemente su celibato y que un celibato bien integrado prevendría los abusos. Así, la inversión sería promover que los sacerdotes, como las personas casadas, vivan de modo congruente, sus propias decisiones.