Si te tomas tu sacerdocio en serio, lo habitual es que estés todo el día “de servicio”. Servir tiene sus riesgos. Al igual que un alpinista o un navegante, al asumir lo que van a hacer, se hacen cargo de los riesgos y toman las medidas necesarias para afrontarlos y conseguir su objetivo, tú, al optar por el sacerdocio, asumes los riesgos y es necesario que desarrolles también unos cuidados.
En las clases, a veces, medio en broma y muy en serio, delibero con los alumnos si la profesión médica es una profesión de servicio. Al final concluimos que sí. Dejo un silencio pedagógico y pregunto: “Perdone, ¿me puede decir dónde están los servicios?”. Se ríen y se quedan pensativos a partes iguales. Servir a los demás tiene un riesgo y, si lo asumes, necesitas tomar medidas.
El primer riesgo es que te usarán. Suena fuerte y es así. ¿Lo bueno? Te confirma que estás en tu sitio, al fondo del pasillo a la derecha. Cuando vivía en Córdoba murió un sacerdote jesuita muy mayor. Un compañero de clase me dijo: “Se ha muerto el cura de san Hipólito, el del confesionario entrando a la izquierda”. Le pregunté cómo se llamaba, pero no lo sabía; y se confesaba con él habitualmente. Muchos le conocían así: el de entrando a la izquierda. Allí estaba él, sin nombre, al uso y servicio. Si te sientes utilizado: ¡alegría, a eso has venido, Manolete, a torear!, y con sentido del humor.
Otro riesgo: es cansado. Lo normal en los seres humanos es cansarse y que llegues al final del día agotado. Según dice el Evangelio, a Jesús también le pasaba, y andaba por ahí durmiéndose sobre los cabezales en medio de las tormentas. Exactamente este es el motivo por el que necesitas descansar. A veces, cuando algún paciente me escribe un correo diciendo que está muy cansado, que qué puede hacer, le contesto: “¿Has probado a descansar, a ver qué ocurre?”. Si tiene sentido del humor, descansa, y si no, se busca otro médico. Jesús se iba de fin de semana a Betania, buscaba sus ratitos de soledad. Así que tú también, por eso de imitar a Cristo, claro, tampoco te pongas muy humano. ¿Cómo cuidas y respetas ese día semanal de descanso? ¿Duermes lo suficiente? ¿Comes bien y con orden? ¿Haces algo de ejercicio físico? ¿Cultivas –aunque sea un poquito- alguna afición? ¿Mantienes espacios libres de pantallas?
Servir a otros también exige tiempo, mucho tiempo. Que si preparar, que si escuchar, que si recoger…. Bien lo sabes. Si asumes este riesgo, te obligarás, en consecuencia, a distribuir tu tiempo con calidad y prioridades, para no descuidar aquellas tareas que son esenciales para ti. En una formación continuada sobre la vida de oración con profesionales altamente ocupados en los mundos empresariales, además de padres de familia numerosa, se reían mucho porque les repetía en todas las sesiones y con aspavientos teatrales: “No me creo que quieras dedicar un tiempo a la oración –time of praying– si no tienes un slot reservado en tu Google Calendar, porque luego te ponen una call conference y se va todo a la porra”.
Está más que demostrado científicamente que los profesionales que se dedican a atender a personas tienen un riesgo más elevado de sufrir burnout, el síndrome del desgaste ocupacional, “como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito. Se caracteriza por tres dimensiones: 1) sentimientos de falta de energía o agotamiento; 2) aumento de la distancia mental con respecto al trabajo, o sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo; y 3) una sensación de ineficacia y falta de realización. Se refiere específicamente a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida” (Organización Mundial de la Salud).
Tu trabajo con tantas personas te interpela, te metes en él, te das a ti mismo; es un trabajo mantenido en el tiempo y, si no te cuidas, te desgastas. Necesitas manejar con éxito el estrés. Además de lo comentado arriba, te puede ayudar conocerte mejor; saber qué es lo que más te estresa de tu tarea –el famoso cortisol que explica tan bien la Dra. Marian Rojas– y dosificarlo (o delegarlo, si puedes); aprender herramientas de regulación emocional; pedir ayuda si no llegas a los asuntos; tener amigos con quienes “ventilar emocionalmente” y que no se asustan porque seas sacerdote; apoyarte en los amigos sacerdotes en particular y tener temporadas vacacionales. Si presentaras los síntomas que dice la OMS, consulta al médico. Los sacerdotes pueden beneficiarse también de bajas laborales. Bajas del trabajo, no de ser sacerdote.
También tiene muchos beneficios. Los dejamos para otro número, y mientras, a disfrutar con orgullo de ser sacerdote y del bien que haces: ¡gracias!