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Pasión y muerte de Jesús

Jesús sufrió la muerte más atroz, la reservada a esclavos, asesinos, ladrones y a quienes no eran ciudadanos romanos: la crucifixión.

Gerardo Ferrara·7 de abril de 2023·Tiempo de lectura: 6 minutos
ecce homo

La inmensa mayoría de los historiadores ya no tienen dudas en afirmar que Jesús de Nazaret existió realmente. 

No sólo eso: cada vez se acumulan más pruebas históricas y arqueológicas que confirman numerosos detalles de su vida, muerte y resurrección. Intentaremos analizar brevemente algunos de ellos.

Cuándo

La vida pública de Jesús duró aproximadamente tres años -hay tres Pascuas judías mencionadas por el evangelista Juan en el relato de la vida de Jesús-, que es el más preciso al suplir las aproximaciones de los otros tres evangelistas y señalar detalles pasados por alto por éstos, también desde el punto de vista cronológico). Después, el Nazareno subió por última vez a Jerusalén, donde fariseos, escribas, saduceos y herodianos conspiraron para darle muerte, lo arrestaron, lo entregaron a los romanos y, escenificando un juicio (que más bien fue una farsa) con el procurador o praefectus Poncio Pilato, lo hicieron crucificar.

A pesar de la comentada discordancia entre los Sinópticos y Juan al situar la muerte de Jesús en el 14 o 15 del calendario hebreo de Nisán, todos los evangelistas coinciden en situarla en un viernes dentro de las festividades pascuales.

Giuseppe Ricciotti, gran historiador y biógrafo de Cristo, enumerando una serie de posibilidades todas ellas analizadas por los eruditos, concluye que la fecha exacta de este acontecimiento es el 14 de Nisán (viernes 7 de abril) del año 30 d.C., habiendo nacido Jesús dos años antes de la muerte de Herodes, teniendo unos treinta años al comienzo de su vida pública y contando 34 o 35 años a su muerte.

Algunos personajes e instituciones 

Varios de los siguientes personajes e instituciones implicados en el juicio y condena a muerte de Jesús, aparte del Sanedrín, fueron mencionados casi exclusivamente en los Evangelios y en unos pocos documentos contemporáneos. Sin embargo, la arqueología nos ha proporcionado importantes detalles sobre ellos.

-Nicodemo (Naqdimon Ben Gurion) y José de Arimatea (Ramataim). Ambos eran notables de Jerusalén. Se les menciona tanto en los escritos judíos como en los Evangelios. Se sabe que sus descendientes fueron masacrados durante el saqueo y la toma de Jerusalén en el año 70 d.C.

-Caifás: Fue sumo sacerdote y jefe del Sanedrín del 18 al 36 d.C. Era yerno de Anás (sumo sacerdote del 6 al 15 d.C.). Por la lista de los sumos sacerdotes de Israel y por Flavio Josefo sabemos que hasta seis sumos sacerdotes después de Anás fueron sus hijos. Todos pertenecían a la corriente saducea. En 1990, se encontró la tumba de Yosef Bar Qajfa (Caifás era el apodo) y su familia.

-Barrabás y los ladrones. A todos se les denomina, en el griego de los Evangelios, lestés, término que no equivale a “ladrón” sino a “bandolero”, “alborotador” Eran, de hecho, alborotadores (leemos que Barrabás era un asesino y un violento que había participado en un motín), muy probablemente fanáticos. Resulta paradójico que el nombre de Barrabás, según consta incluso en los códices más antiguos de los Evangelios, fuera Jesús, llamado Bar-Abba (como José llamado Caifás, Simón llamado Pedro, etc.). Hay, pues, una yuxtaposición irónica, o trágica, entre el Mesías, Jesús, el Hijo del Padre, y un alborotador mesiánico temporal.

-Poncio Pilato. En el griego de los Evangelios se le llama heghémon, en latín praefectus. De hecho, fue prefecto de Judea durante aproximadamente una década bajo Tiberio. En 1961, arqueólogos italianos, dirigidos por Antonio Frova, descubrieron en Cesarea Marítima una lápida de piedra caliza con una inscripción que hacía referencia a Poncio Pilato como Praefectus Judaeae. Al parecer, el bloque de piedra, conocido desde entonces como la “Inscripción de Pilato”, se encontraba originalmente en el exterior de un edificio que Poncio Pilato había construido para el emperador Tiberio. Hasta la fecha de su descubrimiento, aunque tanto Josefo Flavio como Filón de Alejandría se habían referido a Poncio Pilato, su propia existencia, o al menos su cargo real en Judea, ya fuera prefecto o procurador, era dudosa.

-Simón el Cireneo. Es el que se ve obligado a llevar la cruz de Jesús durante la subida al Calvario. En 1941, en el valle del Cedrón, en Jerusalén, se encontró un osario con el nombre de Alejandro, hijo de Simón, tal como está escrito en los Evangelios.

-El Sanedrín (en hebreo:‭ ‬סַנְהֶדְרִין‭,‬ sanhedrîn, es decir, “asamblea” o “consejo”, la Gran Asamblea) de Jerusalén. Era el órgano legislativo y judicial durante la fase asmoneo-romana del periodo del Segundo Templo. Las opiniones se debatían antes de votar y la expresión de la mayoría se convertía en sentencia vinculante. Tradicionalmente constaba de 71 miembros.

El proceso de Cristo

El juicio de Jesús tuvo lugar según un procedimiento llamado cognitio extra ordinem, introducido por Augusto en las provincias romanas, que permitía a la autoridad competente incoar un proceso sin jurado, presidirlo y dictar sentencia de forma independiente. 

Había reglas: la acusación tenía que estar apoyada por delatores, y luego se interrogaba aún más al acusado, a menudo torturándolo para que admitiera su culpabilidad.

La acusación, en el caso de Jesús, era de “lesa majestad”, porque se había proclamado hijo de Dios, expresión blasfema para los judíos e ilegítima para los romanos (para los romanos “hijo de Dios” era un título reservado al emperador).

La amenaza que los judíos dirigieron a Pilato, al verle dudar en condenar a muerte a Jesús, fue la de no ser “amigo del César”. Y era una amenaza eficaz, teniendo en cuenta que un praefectus anterior, Cayo Valerio, había sido destituido poco antes por no ser “amigo del César”. El propio Pilato fue destituido unos años más tarde. 

La audiencia tenía lugar en el lithostroptus, un patio pavimentado con un asiento elevado, gabbathà, en el que el gobernador, o praefectus, se sentaba para dictar sentencia.

Recientes descubrimientos arqueológicos han sacado a la luz, en las inmediaciones de la explanada del Templo, exactamente donde indica el Evangelio de Juan y correspondiendo perfectamente a la descripción de éste, un pórtico de unos 2.500 metros cuadrados, pavimentado según el uso romano (lithostroton, en realidad). Dada su ubicación justo al lado de la Fortaleza Antonia, en el extremo noroeste de la explanada del Templo, y el tipo de restos sacados a la luz, podría tratarse del lugar del juicio de Jesús.

La condena y la flagelación

Jesús sufrió la muerte más atroz, la reservada a esclavos, asesinos, ladrones y a quienes no eran ciudadanos romanos: la crucifixión.

En un intento de que admitiera su culpabilidad o de castigarle no crucificándole, se le infligió previamente una tortura igualmente terrible: la flagelación con el terrible instrumento llamado flagrum, un látigo provisto de bolas de metal e instrumentos óseos que laceraban la piel y arrancaban trozos de carne. Horacio llamaba a esta práctica “horribile flagellum”

Normalmente, en los círculos judíos, no superaba los 39 golpes. En el hombre del sudario, sin embargo, se encontraron al menos 372 heridas lacerantes de flagelación (excluyendo las partes blancas de la sábana), probablemente infligidas por dos torturadores.

Según documentos de autores latinos, el flagelo dejaba los huesos al descubierto porque arrancaba tiras enteras de carne (“puedo contar todos mis huesos”). Tenemos una fiel reconstrucción de esto en la película La Pasión de Mel Gibson.

Crucifixión

La crucifixión es una técnica de tortura y condena a muerte que tiene su origen en Oriente (quizá en la India o Persia), pero que también se extendió a Israel y el Mediterráneo a través de los fenicios. Los romanos, que no la habían inventado, fueron sin embargo sus mayores usuarios, perfeccionando la técnica de forma extremadamente cruel para humillar y hacer sufrir al máximo a los condenados (que no tenían por qué ser ciudadanos romanos, sino esclavos o habitantes de las provincias).

También en Israel se les colgaba o clavaba a los árboles, pero con la llegada de los romanos se pasó a utilizar una verdadera cruz, que podía ser de dos tipos: crux commissa, en forma de T, o crux immissa, en forma de daga. Esta última es la que conocemos hoy, lo que probablemente se deba a que sabemos por el Evangelio de Mateo que narra la existencia del titulum, un título con el motivo de la condena que se colocó sobre la cabeza de Jesús. 

Una vez condenado, Jesús fue obligado a cargar con la viga transversal de la crux immissa (el patibulum, que pesaba entre 50 y 80 kilos) durante unos cientos de metros, hasta una colina situada justo fuera de las murallas de Jerusalén (el Gólgota, donde hoy se alza la basílica del Santo Sepulcro). Allí, según el procedimiento romano, fue desnudado. 

Otros detalles del castigo se conocen por la costumbre romana de crucificar a los condenados a muerte: eran atados o clavados con los brazos extendidos al patibulum y elevados sobre el poste vertical ya fijado, al que se ataban o clavaban los pies.

La mayor parte del peso del cuerpo era soportado por una especie de soporte (asiento) que sobresalía del poste vertical y sobre el que se colocaba a la víctima a horcajadas: esto no se menciona en los Evangelios, pero muchos autores romanos antiguos lo mencionan. 

El soporte para los pies (suppedaneum), a menudo representado en el arte cristiano, es, sin embargo, desconocido en la Antigüedad.

La muerte solía ser lenta, muy lenta, acompañada de sufrimientos atroces: la víctima, levantada del suelo a no más de medio metro, estaba completamente desnuda y podía permanecer colgada durante horas, si no días, sacudida por calambres tetánicos, terribles descargas con dolores atroces (debidos a la lesión o laceración de nervios, como el radial a la altura de la muñeca: el clavo, de entre 12 y 18 centímetros de longitud, era introducido a la fuerza por el túnel carpiano), sibilancias e incapacidad para respirar correctamente, ya que la sangre no podía fluir a los miembros estirados hasta la extenuación, ni tampoco al corazón, y los pulmones no podían abrirse.

De ahí el shock hipovolémico (pérdida de sangre, asfixia mecánica, deshidratación y malnutrición) acompañado de hemopericardio (sangre acumulada en el pericardio y la parte transparente y más clara, el suero, separada de la parte globular: fenómeno comúnmente observado en personas sometidas a tortura) y “rotura del músculo cardíaco”, es decir, infarto de miocardio. 

La ruptura del corazón parece ser la causa del “grito agudo” emitido por Jesús moribundo. Por otra parte, la salida de sangre y agua por el orificio causado por la lanza corresponde exactamente al hemopericardio.

En los Evangelios leemos que, a diferencia de otros condenados a la crucifixión (que podían estar colgados durante días), la agonía de Jesús no duró más que unas horas, de la hora sexta a la hora novena, lo que concuerda con la pérdida masiva de sangre debida a la flagelación. 

El autorGerardo Ferrara

Escritor, historiador y experto en historia, política y cultura de Oriente Medio.

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