Comentario a las lecturas del domingo III
Lucas, hombre de refinada cultura griega, abre su evangelio con un prólogo como en las obras clásicas de la antigüedad. No lo llama “evangelio” sino “relato” y “escritura ordenada”, resultado de una “investigación diligente” sobre los “hechos que se han cumplido entre nosotros”. Dice “entre nosotros” a pesar de que escribe desde un lugar lejano de Tierra Santa y lo hace después de de varios años, por lo que no es un testigo ocular. Esto sugiere a todos los lectores a lo largo de la historia que los acontecimientos de la Encarnación y de la Redención realmente se cumplieron “entre nosotros”. Se dirige mediante una captatio benevolentiae hacia el “ilustre Teófilo”, “amigo de Dios”. Se disculpa por haberse unido a las filas de los “muchos” que ya han escrito, pero es consciente de que su investigación ha sido certera y expondrá los hechos con “orden”, dando a cada evento un lugar lleno de trascendencia teológica. Los que deseamos formar parte del ilustre grupo de amigos de Dios a los que escribe Lucas, nos dejamos persuadir para leer su evangelio íntegramente, a lo largo de este año, con los oportunos comentarios.
De los primeros pasos de Jesús en su vida pública, Lucas destaca la presencia del Espíritu que lo concibió en el vientre de su madre y lo envolvió en su infancia, bajó sobre Él en el bautismo y lo condujo al desierto. Ahora, lo acompaña con su poder en su regreso a Galilea y en la predicación en las sinagogas. Y provoca en los que le encuentran, como ya en su infancia, la oración de alabanza, que en Lucas siempre se refiere a Dios. La escena de la sinagoga de Nazaret tiene detalles propios de una fuente presente al evento, ¿tal vez su madre? Lucas señala que Jesús va a Nazaret, “donde se había criado”, haciendo referencia así a donde había crecido, anotado en Lc 2, 40 y 2, 52.
Al decir que “entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados”, nos ofrece otro cuadro de su vida habitual en los años ocultos de Nazaret. La narración es una descripción visual: le vemos ponerse en pie para leer, recibir el rollo, desenrollarlo, encontrar el pasaje que le interesa citar. Al leer el pasaje de Isaías se detiene en “promulgar el año de la gracia del Señor” y omite el siguiente versículo: “Un día de venganza de nuestro Dios”. Se queda con la gracia y omite la venganza. Seguimos viéndole mientras enrolla el libro, lo devuelve al ministro y se sienta. Nos damos cuenta de que en la sinagoga todos los ojos están clavados en él. Luego “comenzó a decirles”: sopesando las palabras, mirando a los oyentes en los ojos les dice, literalmente, que en ese día se cumplió la escritura “en vuestros oídos”. Si escuchamos su palabra, permitimos a Dios realizarla en nuestra vida.
La homilía sobre las lecturas del domingo III
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.