Sagrada Escritura

Palabra de Dios: “Os anunciamos lo que hemos visto»

El tercer domingo del tiempo ordinario toda la Iglesia celebra el domingo de la Palabra de Dios y son muchos los documentos que hablan sobre la Sagrada Escritura.

Paloma López Campos·20 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
Niño sostiene la Biblia

Niño sosteniendo una Biblia (Unsplash / Samantha Sophia)

El tercer domingo del tiempo ordinario la Iglesia universal celebra el domingo de la Palabra de Dios. A través de una carta apostólica en forma de motu proprio, Aperuit Illis, el Papa Francisco instituyó esta fiesta en septiembre de 2019.

Este domingo tiene como objetivo “resaltar la presencia del Señor en la vida de todos los fieles”. Por ello, es importante que en los días previos a la celebración el Pueblo de Dios se vaya preparando para aprovechar este día dedicado a la Palabra. Son muchos los documentos eclesiales que profundizan en la Sagrada Escritura y su centralidad en la vida de la Iglesia.

Aperuit Illis

El Papa Francisco, en la carta Aperuit Illis, señala que “la relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables”.

La celebración litúrgica de este domingo permite “hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable”.

Lo que el Santo Padre desea es que “el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14)”.

Dei Verbum

El Concilio Vaticano II preparó una constitución dogmática, Dei Verbum, sobre la revelación divina. En este documento explican que “la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia”.

Esto explica la necesidad de que “toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura”. Y es que no debemos olvidar la grandeza de la Biblia, ya que “las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres”.

Verbum Domini

Benedicto XVI publicó una exhortación apostólica, Verbum Domini, centrada en la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia. En ella resalta “la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo. Renovamos en este sentido la conciencia, tan familiar a los Padres de la Iglesia, de que el anuncio de la Palabra tiene como contenido el Reino de Dios (cf. Mc 1,14-15)”.

Pero, ¿por qué necesitamos tanto la Palabra? Benedicto responde con claridad: “La Palabra divina ilumina la existencia humana y mueve a la conciencia a revisar en profundidad la propia vida, pues toda la historia de la humanidad está bajo el juicio de Dios”.

Catecismo de la Iglesia Católica

Cuando contemplamos la Palabra es esencial recordar lo que afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “Dios es el autor de la Sagrada Escritura”. Sin embargo, no podemos olvidar que “la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval, Homilia super missus est, 4,11: PL 183, 86B)”.

Inspirándose en Dei Verbum, el Catecismo señala tres claves para interpretar la Biblia según el Espíritu que la inspiró:

  1. “Prestar una gran atención «al contenido y a la unidad de toda la Escritura». En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios , del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46)”.
  2. “Leer la Escritura en «la Tradición viva de toda la Iglesia». Según un adagio de los Padres, Sacra Scriptura pincipalius est in corde Ecclesiae quam in materialibus instrumentis scripta («La sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos»). En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura (…secundum spiritualem sensum quem Spiritus donat Ecclesiae [Orígenes, Homiliae in Leviticum, 5,5])”.
  3. “Estar atento «a la analogía de la fe» (cf. Rm 12, 6). Por «analogía de la fe» entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación”.
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