El desarrollo de la personalidad del ser humano cuenta con la componente espiritual para corresponder en plenitud a su naturaleza. Ello va más allá del mero no ser solo materia, y hace que busque una religión –en sentido amplio– entendiéndola como esa realidad deseada donde poder esperanzarse y depositar sus afanes.
Nuestro instinto de supervivencia va unido a la conciencia del tiempo que transcurre, y del hecho que pueda llegar el futuro; cosa que no sucede al resto de animales, los no racionales. Eso precisamente hace al hombre buscador del sentido de su vida, que trasciende lo inmediato, lo terrenal, lo efímero y pasajero. Ahí precisamente sale a relucir la religión –como decimos, en sentido amplio– que colma tales anhelos.
Ahora bien, la religión verdadera sólo puede ser una, pues las religiones se contradicen entre sí, y la verdad sólo puede estar en un lugar. Si uno dice que Goya nació en España y otro dice que nació en Suecia, es evidente que no pueden tener los dos razón al mismo tiempo. Uno de los dos, sin duda, se equivoca.
Sería absurdo pensar que Dios ha revelado varias religiones contradictorias entre sí. La única religión verdadera es la que Dios ha revelado, y la podemos conocer por señales ciertas, como son los milagros de Jesucristo.
Resulta que la religión católica ha sido fundada por Cristo-Dios; todas las demás han sido fundadas por hombres. Ni Buda, ni Confucio, ni Mahoma, ni Lutero dijeron ser Dios.
El mismo Jesucristo afirmó repetidas veces en su vida que Él era Dios, y desde esa condición fundó una sola Iglesia, que es santa, católica y apostólica. Todas las demás iglesias y religiones están equivocadas: unas, como el Budismo, porque no reconocen al verdadero Dios; otras, como el Protestantismo, porque se separaron de la primigenia y verdadera Iglesia.
Pero, al margen de las religiones, contamos con otras realidades que no lo son, y que sin embargo vienen a copar el lugar de aquellas.
Para centrar el discurso nos referiremos al fenómeno de la new age –o nueva era– que, sin tratarse de una religión, ni Iglesia, ni secta, y sin contar con una doctrina fija, constituye una forma de ver, pensar y actuar que muchas personas y organizaciones han adoptado para cambiar el mundo según creencias que tienen en común. Para esas personas, esa es su religión.
¿Cómo identificar una realidad pseudo-religiosa de la new age?
El objetivo de la new age es introducir al hombre a lo que llaman sus ideólogos un nuevo paradigma, es decir, una forma totalmente diversa de verse a sí mismo y de percibir la realidad. La característica más sobresaliente de la new age, fruto del conjunto de sus creencias, es el relativismo religioso, espiritual y moral.
Lo que promueve se manifiesta en la música, en el cine, en la literatura, en el ámbito de la auto-ayuda, en algunas terapias.
Se trata de empujar a la Humanidad hacia una nueva corriente espiritual, y procurar una nueva era o época –new age– para aquélla.
La Santa Sede, en 2003, se refirió expresamente a esta realidad, y subrayó la dificultad de conciliar la perspectiva que subyace en la new age con la doctrina y espiritualidad cristianas.
Esta corriente, destaca la importancia de la dimensión espiritual del hombre y su integración con el resto de su vida, la búsqueda de un significado a la existencia, la relación entre los seres humanos y el resto de la creación, el deseo de un cambio personal y social.
Ahora bien, lo que se critica es que la new age no ofrece una respuesta auténtica, sino un sucedáneo: busca la felicidad donde no está.
La new age y la Iglesia católica
De hecho, el documento de la Santa Sede de 2003 subraya que, como reacción a la modernidad, la new age actúa sobre todo en el nivel de los sentimientos, de los instintos y de las emociones. El ansia ante un futuro apocalíptico de inestabilidad económica, de incertidumbre política, de cambio climático, cumple un papel importante en la búsqueda de una alternativa, de una relación decididamente optimista con el cosmos.
No es una casualidad –continúa el documento– que la new age haya tenido un enorme éxito en una época que se caracteriza por una exaltación casi universal de la diversidad. Para muchos, normas y credos absolutos no son otra cosa que la incapacidad de tolerar los puntos de vista y las convicciones de los otros. En tal clima, los estilos de vida y las teorías alternativas han tenido un éxito extraordinario, y ahí se sitúa la new age.
Surge con ella una espiritualidad que se funda más en la experiencia sensible que en la razón, y que antepone el sentimiento a la verdad. De este modo, la espiritualidad queda reducida a la esfera de lo sensitivo e irracional: al sentirse bien, a una búsqueda excluyente del propio bienestar individual. De modo que la oración deja ya de ser un diálogo interpersonal con el Dios trascendente, para convertirse en un mero monólogo interior, en una búsqueda introspectiva del propio yo.
Lo característico de la new age también es el espíritu de individualismo que permite a cada quien formular su propia verdad religiosa, filosófica y ética. Propone una nueva conciencia el hombre por la que se dará cuenta de sus poderes sobrenaturales y sabrá que no hay ningún Dios fuera de sí mismo.
Cada hombre, por tanto, crea su propia verdad. No hay bien y mal, toda experiencia es un paso hacia la conciencia plena de su divinidad. Todo es “dios” y “dios” está en todo; todas las religiones son iguales y, en el fondo, dicen lo mismo. También sostiene que todos los hombres viven muchas vidas, se van reencarnando una y otra vez hasta lograr la nueva conciencia y disolverse en la fuerza divina del cosmos, lo cual, obviamente, es incompatible con la fe católica.
¿En qué se diferencian el Dios de la fe católica del dios de la new age?
El Dios de la fe católica es una persona, el “dios” de la new age es una fuerza impersonal y anónima.
El Dios de la fe católica es Creador de todo, pero no se identifica con nada de lo creado. El de la new age es la creación que poco a poco se va dando cuenta de sí mismo.
El Dios de la fe católica es infinitamente superior al hombre, pero se inclina hacia él para entrar en amistad con él: es su Padre.
El Dios de la fe católica juzgará a cada hombre según su respuesta a ese amor. El “dios” de la new age es el mismo hombre que está más allá del bien y del mal. En la new age el amor más alto es el amor a sí mismo.
La new age sostiene que Jesucristo fue un maestro iluminado más entre muchos. Sostiene que la única diferencia entre Jesucristo y los demás hombres es que aquel se dio cuenta de su divinidad mientras la mayoría de los hombres todavía no la descubren. Así, niega que Dios se hizo hombre para salvarnos del pecado.
El concepto de divinidad de la new age
La new age no tiene ningún reparo en mezclar formas religiosas de tradiciones muy diversas, aun cuando hay contradicciones de fondo. Hay que recordar que la oración cristiana se basa en la Palabra de Dios, se centra en la persona de Cristo, lleva al diálogo amoroso con Jesucristo y desemboca siempre en la caridad al prójimo. Las técnicas de concentración profunda y los métodos orientales de meditación encierran al sujeto en sí mismo, le impulsan hacia un absoluto impersonal o indefinido y hacen caso omiso del evangelio de Cristo.
Querrá también redefinir la muerte como una transición placentera sin tener que dar cuentas a un Dios personal, partiendo de que uno mismo decide qué es bueno y qué es malo, lo cual rompe los valores y conduce a una trampa emocional.
La new age sostiene que “las cosas como las vemos ahora” –cultura, conocimientos, relaciones familiares, vida, muerte, amistades, sufrimientos, pecado, bondad, etc.– son mera ilusión, producto de una conciencia no-iluminada. Da el paso de la afirmación de que todo es dios a la afirmación de que no hay ningún dios fuera de ti mismo.
La revelación de Dios en Jesucristo pierde su carácter singular e irrepetible. Muchos serían los “mesías” que han aparecido, es decir, maestros especialmente iluminados que se presentan para guiar a la humanidad: Krishna, Buda, Jesús, Quetzacoatl, Mahoma, el Sun Myung Moon, Osho, Sai Baba e innumerables otros serían profetas de una misma talla con un mismo mensaje. El cristianismo, así, resulta ser poco más que un período pasajero de la Historia.