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La identificación de María con el Arca de la Alianza

El Arca de la Alianza es una de las figuras que la tradición y los Padres de la Iglesia han identificado con la Virgen María.

Rafael Sanz Carrera·15 de agosto de 2024·Tiempo de lectura: 7 minutos

Imagen de la Iglesia de Nuestra Señora del Arca de la Alianza, en Abu Gosh (Israel)

La interpretación de María en el libro del Apocalipsis de San Juan, específicamente en el capítulo 12, ha sido un tema central para la exégesis católica. Intentaremos explicar la idea de que María es la mujer representada simbólicamente como el Arca de la Alianza, basándonos en algunos análisis bíblicos, patrísticos y teológicos.

1. María como la Mujer del Apocalipsis y el Arca de la Alianza

El capítulo 12 del Apocalipsis describe una visión de «una gran señal en el cielo, una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Apocalipsis 12, 1). Esta mujer ha sido tradicionalmente interpretada de varias maneras, pero dentro de la exégesis católica, se la ve como una representación de la Virgen María.

Además, en Apocalipsis 11, 19, justo antes de la aparición de esta «mujer», se menciona que «el templo de Dios que está en el cielo fue abierto, y el arca de su pacto se veía en su templo» (Apocalipsis 11, 19). Esta referencia al arca ha sido vista por muchos teólogos como un indicio de la conexión simbólica entre el arca de la alianza del Antiguo Testamento y María, quien es considerada el nuevo arca, ya que llevó en su vientre a Cristo, la presencia misma de Dios entre los hombres.

En efecto, así como el arca del Antiguo Testamento contenía las tablas de la ley, el maná y la vara de Aarón, María contiene la Palabra de Dios encarnada, el pan de vida y el sacerdote eterno, Jesucristo. San Juan, al revelar el arca en el cielo, nos muestra que el arca de la nueva alianza es María, el vaso elegido para traer al mundo la nueva y definitiva alianza de Dios con la humanidad.

2. Fundamentos bíblicos del simbolismo

La comparación de María con el Arca de la Alianza encuentra fundamento en varias citas bíblicas.

En el Antiguo Testamento, el arca era el lugar donde residía la gloria de Dios,

Juan 1, 14Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.» Este versículo habla de la Encarnación, donde el Verbo se hace carne y habita entre nosotros. La palabra griega utilizada para «habitó» es «eskēnōsen«, que literalmente significa «puso su tienda», evocando la presencia de Dios en el tabernáculo (arca) en el desierto. María es vista como la nueva morada de Dios, la nueva «tienda» donde la gloria de Dios se manifiesta.

En 2 Macabeos 2, 4-8, se narra que Jeremías escondió el arca antes del exilio, y que «el lugar permanecerá desconocido hasta que Dios reúna a su pueblo y le sea propicio» (2 Macabeos 2, 7). Este contexto prepara la llegada de María, quien se convierte en el nuevo arca, portadora de la nueva alianza en la figura de Jesús, de quien se dice, “Él es el resplandor de la gloria de Dios” (Hebreos 1, 3)

El Evangelio de Lucas también refuerza esta imagen: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lucas 1, 35). Este versículo recuerda a la nube que cubría el arca en el Éxodo (Éxodo 40, 34-35), sugiriendo que María, cubierta por la sombra del Espíritu Santo, es una figura que cumple (y trasciende) el rol del arca.

Estas otras citas también refuerzan la identificación de María con el Arca de la Alianza y su papel en la nueva alianza,

Salmo 132, 8: «Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú y el arca de tu poder.» Esta cita conecta el arca con la presencia de Dios, lo que puede aplicarse a María como el nuevo arca que lleva a Dios mismo en su seno. La invitación a Dios, «ven a tu reposo», también puede verse como una prefiguración de la Encarnación.

Jeremías 31, 31-33: «He aquí que vienen días, dice el Señor, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (…) Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor, Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.» Este pasaje profético habla de un «nuevo pacto» que se cumplirá en Cristo, quien es llevado en el vientre de María. María, en este contexto, puede ser vista como el arca que lleva no solo la Ley (como el arca del antiguo pacto) sino a la misma Palabra hecha carne.

2 Samuel 6, 9-12: «¿Cómo ha de venir a mí el arca del Señor? […] Y sucedió que, desde el día en que el arca quedó en la casa de Obed-edom hasta el día en que David la llevó a la ciudad de David, el Señor bendijo la casa de Obed-edom.» Este pasaje recuerda la visita del arca a la casa de Obed-edom, que resultó en bendición para él. De manera similar, la visita de María a Isabel en Lucas 1, 39-45 resulta en una bendición para Isabel, lo que subraya la conexión entre el arca y María como portadora de la bendición divina.

2 Samuel 6 y Lucas 1. El paralelismo resulta sorprendente entre el relato del traslado a Jerusalén del Arca por David y el relato de la visita de María a Isabel. La historia comienza con que David «se levantó y fue» (2 Sam 6, 2). El relato de Lucas de la visitación, comienza con las mismas palabras, María «se levantó y fue» (1, 39). En sus respectivos viajes, María y David se dirigieron a la región montañosa de Judá. David reconoce su indignidad con las palabras «¿cómo puede el arca del Señor venir a mí?» (2 Samuel 6, 9)… palabras que encontramos repetidas cuando María se acerca a su pariente Isabel, «¿de dónde a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lucas 1, 43). Date cuenta de que la frase es casi literal, excepto que «arca» es reemplazada por «madre». Más adelante leemos que David «bailó» de alegría en presencia del arca (2 Samuel 6, 14.16), y encontramos que se usa una expresión similar para describir que el niño saltó en el seno de Isabel cuando se acercó María (Lucas 1, 44). Finalmente, el arca permaneció en las montañas durante tres meses (2 Samuel 6, 11), el mismo tiempo que pasó María con Isabel (Lucas 1, 56).

Apocalipsis 12, 5: «Y ella dio a luz un hijo varón, que ha de regir todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.» Este versículo del Apocalipsis se refiere al hijo de la mujer (María), identificándolo con Jesús, quien cumple la profecía mesiánica. La conexión entre esta mujer y el arca de la alianza en el versículo anterior refuerza la identificación de María con el arca.

Hebreos 9, 4-5: «En el arca había una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas de la alianza. Y encima del arca, los querubines de la gloria, que cubrían el propiciatorio.» El arca contenía elementos sagrados que prefiguraban a Cristo, el maná (pan de vida), la vara de Aarón (autoridad sacerdotal) y las tablas de la Ley (la palabra de Dios). María, como el nuevo arca, contiene a Cristo, quien es el pan de vida, el sumo sacerdote y la Palabra encarnada.

3. Comentarios patrísticos y de la teología mariana

Los Padres de la Iglesia también interpretaron a María como el Arca de la Alianza. San Ambrosio, por ejemplo, en sus comentarios, habla de María como la portadora de la nueva ley en Cristo, haciendo un paralelo con el arca que contenía las tablas de la ley dadas a Moisés. Este simbolismo se desarrolló más tarde en la teología medieval y moderna.

John Henry Newman, en su obra Mary, The Second Eve, también reflexiona sobre esta identificación, argumentando que así como el arca contenía los objetos sagrados del pacto, María llevó en su seno al Hijo de Dios, el cumplimiento de la alianza. Para Newman, María es, por tanto, el arca viva, la tabernáculo perfecto de la divinidad.

4. Aplicaciones Contemporáneas

En la teología contemporánea, autores como Scott Hahn en Hail, Holy Queen han popularizado esta interpretación, mostrando cómo el Apocalipsis revela la plena glorificación de María en el cielo, reflejando su papel como el arca definitiva de la alianza. Hahn argumenta que la aparición del arca en Apocalipsis 11, 19 seguida inmediatamente por la visión de la mujer en el capítulo 12, no es una coincidencia, sino una revelación de la continuidad y cumplimiento de la historia de la salvación.

5. Conclusión, María y el misterio del Pacto

La identificación de María con el Arca de la Alianza en el Apocalipsis de San Juan es una rica imagen teológica que conecta el Antiguo y el Nuevo Testamento. A través de las citas bíblicas y los comentarios patrísticos, podemos ver cómo esta interpretación ha sido desarrollada a lo largo de los siglos. María, como la nueva arca, no solo lleva a Cristo, sino que también representa el nuevo pacto de Dios con la humanidad, una alianza eterna sellada con el amor y la redención.

Esta visión mariana tiene profundas implicaciones para la espiritualidad cristiana, especialmente en la veneración de María como la Madre de Dios y la primera discípula de Cristo, cuya vida y misión están íntimamente ligadas al misterio de la salvación revelado en las Escrituras.

En la Iglesia católica al celebrar este misterio de María en la liturgia de la Asunción de María se emplean textos que evocan estos misterios,

1ª Lectura, Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a, 10ab: que ya hemos hablado arriba, es central en la liturgia de la Asunción. La identificación del arca con la mujer «vestida del sol» ha sido tradicionalmente interpretada por la Iglesia como una imagen de María. La referencia al arca conecta directamente con la idea de María como el nuevo arca, portadora de la presencia de Dios en la persona de Jesús.

El Salmo 44 (45), 10-12, 16: quecelebra la entrada de la Reina al palacio del Rey, con gran alegría y honor. Una referencia a la glorificación de María, reconocida como Reina del Cielo (Benedicto XVI, sobre la cabeza de la mujer vestida de sol hay «una corona de doce estrellas«. Este signo simboliza las 12 tribus de Israel y significa que la Virgen María está en el centro del Pueblo de Dios, de toda la comunión de los santos). La figura de la Reina asociada al Arca de la Alianza en el templo refuerza la imagen de María como la morada de Dios y la Madre del Rey de Reyes.

2ª Lectura, 1 Corintios 15, 20-27: en la que San Pablo habla de la resurrección de los muertos y la primacía de Cristo sobre la muerte, «Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden, Cristo, las primicias; luego, los que son de Cristo, en su venida» (1 Corintios 15, 22-23). Este pasaje resuena con la doctrina de la Asunción, que sostiene que María (las primicias), como la primera redimida por Cristo, es también la primera en compartir plenamente en su victoria sobre la muerte.

Evangelio, Lucas 1, 39-56 (La Visitación y el Magníficat). En este pasaje, Isabel se llena del Espíritu Santo y reconoce en María a la Madre de Dios, evocando el respeto y la veneración que David mostró hacia el Arca en 2 Samuel 6. El cántico del Magníficat refleja la alegría y la exaltación de la humildad de María, quien lleva en su seno al Salvador del mundo. La «sombra del Altísimo» que cubre a María en la Anunciación (Lucas 1, 35) es similar a la nube que cubría el arca en el Éxodo, subrayando nuevamente su rol como la nueva arca.

El autorRafael Sanz Carrera

Doctor en Derecho Canónico

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