Al entrar en la Tierra Prometida, Josué desafió al pueblo de Israel a declarar si servirían al Dios verdadero o a dioses falsos. Afirmaron enérgicamente que servirían al Señor: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses!”. De hecho, en los siglos posteriores, Israel fue entonces frecuentemente infiel a Dios y cayó en la adoración de diversas deidades paganas.
Este episodio se une hoy al rechazo por parte de los judíos de las enseñanzas de Cristo sobre la Eucaristía, como si se tratara del último ejemplo de la infidelidad del pueblo a Dios. “Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: ‘Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?’”. Aprendemos que estaban “refunfuñando” por las palabras de Jesús. Al igual que Israel debería haber sido fiel a Dios después de haber experimentado tantas de sus obras salvadoras, estos discípulos de Jesús deberían haberle creído después de haber visto tantos de sus milagros y signos evidentes de su santidad y veracidad.
Pero de nuevo -otra lección para nosotros- Jesús no retrocede ni diluye su enseñanza ante su rechazo. Al contrario, vincula la verdad de la Eucaristía a otra verdad, también difícil de creer: la glorificación última de su humanidad. “Les dijo: ‘¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?’”. En otras palabras, por el mismo poder con que Nuestro Señor puede hacerse presente bajo la forma de pan, glorificará también su humanidad para sentarse a la derecha del Padre. El poder que oculta su gloria en la hostia, un día la revelará plenamente para que la vea toda la humanidad.
Jesús enseña entonces la necesidad de una perspectiva espiritual para recibir su verdad, es decir, la apertura a la acción del Espíritu Santo y la fe en una forma de vida más allá de lo meramente material. Una existencia corporal, carnal, nunca nos abrirá a la revelación de Dios. Dios se hace carne y luego pan, pero debe ser recibido en el espíritu.
Esto era demasiado para muchos. Querían el pan material de Jesús, pero no el pan espiritual de la Eucaristía. Dejaron de seguirle. Pero Pedro, hablando en nombre de los Doce, afirmó su fidelidad a Cristo con estas hermosas palabras: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Ante tanto rechazo de Cristo y de su presencia en la Eucaristía, afirmemos cada vez más nuestra fe en Él.
La homilía sobre las lecturas del domingo XXI del Tiempo Ordinario (B)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas del domingo.