Los Reyes Magos vieron una estrella extraordinaria, que iluminaba el cielo de sus tierras orientales. Conocían los escritos proféticos de Israel que anunciaban el nacimiento de un gran Mesías, de un Rey Salvador, y vieron este presagio como una señal de que ese rey había nacido. Inspirados por el Espíritu Santo, salieron a adorarle. Y así, como señaló el Papa Benedicto XVI, fueron guiados a Jesús por la estrella y por los libros sagrados de Israel, o, en otras palabras, por la creación y por la palabra de Dios. Hicieron uso de lo que Dios les había enviado. La estrella no era una señal inequívoca. Su movimiento invitaba a seguirla, pero no era un mensaje explícito. No se dio a los Magos una explicación completa ni un mapa claro. Asimismo, su conocimiento de las Escrituras habría sido limitado. Como hemos dicho, habrían oído hablar de las profecías del Mesías, pero probablemente no tenían sus propias copias de ellas. Habían oído y estaban dispuestos a escuchar; para quienes tienen el corazón abierto, es suficiente incluso un poco de información.
Los Reyes Magos eran sabios precisamente porque hacían uso de lo que Dios les daba. No se quejaron de que Dios no les diera instrucciones más explícitas, de que el plan fuera tan desconocido y tan incierto. La sabiduría consiste en hacer buen uso de lo que tenemos, por poco que sea, y en luchar contra las ilusiones de tener más, o algo diferente.
Los expertos de Jerusalén, los sumos sacerdotes y los escribas tenían muchos más conocimientos que los Magos. Pero los Magos eran sabios, y los expertos no. Éstos conocían la teoría, pero su conocimiento más perfecto no les llevó a actuar. Pudieron decirle a Herodes que el Mesías iba a nacer: “En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá; pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel’”. Pero, fuera por indiferencia o por miedo al rey, no oímos que ninguno de ellos siguiera la estrella.
La sabiduría es versátil y dispuesta a seguir en la oscuridad, como los Reyes Magos siguieron la estrella en la noche. Pero siempre hay una estrella en esa oscuridad, ya sea nuestra conciencia, la enseñanza de la Iglesia o el consejo de un sacerdote sabio o de un amigo.
Siguiendo la estrella, al final de su viaje encontraron al que es la luz del mundo. Todas las verdades parciales, si las seguimos con sinceridad, conducen a la plenitud de la verdad, que es Jesucristo mismo, aunque esa verdad venga “envuelta” en pobreza y debilidad. Presentaron sus dones y les fue indicado que regresaran a su tierra “por otro camino” a salvo de Herodes. La generosa disposición de buscar la verdad acaba conduciendo a Dios, y Él nos muestra un camino seguro para seguirle en la vida ordinaria, “en nuestra propia tierra”.
La homilía sobre las lecturas de Solemnidad de la Epifanía del Señor (A)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.