Para los Reyes Magos, que miraban las estrellas, de repente apareció una nueva estrella en el cielo. Ciertamente era diferente y mucho más brillante que cualquier otra estrella que hubieran visto hasta entonces, pero aun así se fijaron en ella y le dieron importancia. Otros, o no la vieron, o no le vieron ningún significado especial. Los Reyes Magos se pusieron en marcha, los demás no.
Todos nos enfrentamos al peligro de la rutina ciega, que conduce a una insensibilidad general hacia las personas y la vida que nos rodea. Con demasiada frecuencia vivimos insensibles al mundo, a la belleza, a la naturaleza, a los demás y, por supuesto, a Dios. No reconocemos las estrellas que Dios nos envía para guiarnos hacia la alegría y hacia Él mismo. Los Magos vieron la estrella en su actividad cotidiana, como sabios y astrónomos.
Dios nos habla de diferentes maneras en nuestra vida cotidiana, y no debemos acostumbrarnos a estas “estrellas”. No se trata de soñar despiertos, deseando que nuestra realidad cotidiana fuera diferente: “Ojalá una estrella viniera a mí y me llevara a otro lugar, en un viaje largo y exótico como el de estos Reyes Magos”.
No fueron sabios por dejarse llevar por fantasías escapistas o por huir de la responsabilidad: no hicieron ni lo uno ni lo otro. Fueron sabios por responder a la llamada de Dios. A todos nos puede resultar exigente nuestro trabajo diario y nuestras obligaciones familiares, y a veces sentimos la tentación de escapar de ellos.
Todos podemos desear estar en otro lugar. Todos podemos caer en la tentación de querer dejar la ropa en la playa y desaparecer en una vida mejor, sin preocupaciones ni responsabilidades. Esta no es la respuesta. No encontraríamos la felicidad, no escaparíamos de nuestras debilidades y deficiencias, y no escaparíamos de Dios.
Hace siglos, una de las personas que escribió los Salmos experimentó algo parecido: el deseo de huir de Dios. Pero al contemplar la imposibilidad de hacerlo, también le llevó a considerar que la presencia y la visión de Dios en todas partes no son para oprimirnos, sino para sostenernos y conducirnos a la felicidad. Lee tú mismo el salmo 139 para profundizar en esto.
Fue precisamente este Dios que ve y actúa en todas partes quien vio y amó a aquellos Magos en su lejana tierra oriental y les envió una estrella para llamarlos a Sí.
Mientras ellos miraban al cielo en busca de sentido, Dios bajó de él para conducirles a una respuesta. Y también en nuestro lugar, Dios nos mira desde arriba y sigue enviándonos sus estrellas, si tan solo -como los Reyes Magos- estamos dispuestos a percibirlas.