Evangelio

Preparar la buena tierra. Domingo XV del Tiempo Ordinario (A)

Joseph Evans comenta las lecturas del XV domingo del Tiempo Ordinario y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo.

Joseph Evans·13 de julio de 2023·Tiempo de lectura: 2 minutos

La parábola de la semilla y el sembrador es una de las más conocidas y gráficas de Cristo. A ello contribuye el hecho de que ofrece una clara exégesis de la misma, algo que no solía hacer. “Les enseñaba muchas cosas con parábolas “. Jesús utilizaba las parábolas tanto para revelar como para velar parcialmente su mensaje. De esta forma, contó varias parábolas sobre el reino porque no quería ser demasiado claro cuando el pueblo judío de la época estaba obsesionado con un reino político y territorial, mientras que él quería hacer hincapié en un reino espiritual y universal. Por eso Jesús dice: “a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan”. En otras palabras, para los que están dispuestos a entender, las parábolas dan mucha luz y una enseñanza vívida y gráfica: “A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios”, pero, para los que están cerrados a la gracia de Dios, su significado permanece oculto.

En esta parábola que la Iglesia nos ofrece en el evangelio de hoy se insiste mucho en la realidad e incluso en el riesgo de la libertad. 

Quien tenga la insensata idea de que todo el mundo va automáticamente al cielo no ha leído ni entendido esta parábola, y menos aún la siguiente parábola de este capítulo (Mt 13), que habla de la cizaña quemada en un fuego eterno.

La semilla expresa las diversas respuestas posibles a la palabra y a la invitación de Cristo. Él siembra generosamente, abundantemente; su gracia está disponible para todos. Pero las personas la reciben o la rechazan de diversas maneras. 

La semilla puede ser devorada por los pájaros (el diablo y sus secuaces), no echar raíces debido a la superficialidad y la blandura, o ser ahogada por las espinas de la riqueza y las preocupaciones terrenales. 

Estas son las tres formas principales en que las almas no responden a la gracia de Dios. Un rechazo inmediato: la semilla ni siquiera echa raíces, de tan endurecida que está el alma y tan cerrada a las realidades espirituales. Un rechazo en segunda fase, en el caso de almas débiles, sin raíces, que sólo pueden creer en los buenos tiempos, pero que se alejan ante cualquier prueba. Tal vez el peligro que más corremos: la lenta y sutil asfixia de la fe cuando nuestra alma se ve gradualmente estrangulada por el deseo de riquezas y posesiones, o por los problemas y preocupaciones de la vida. 

Pero hay otro camino posible: recibir la semilla en buena tierra y dar fruto. Esta tierra buena son las virtudes adquiridas, el buen conocimiento de nuestra fe y los hábitos de oración. Qué importante es el papel de los padres para ayudar a crear esta buena tierra en sus hijos, donde la semilla pueda echar raíces y florecer. Pero incluso entre las almas buenas, la respuesta puede variar, “treinta o del sesenta o del ciento por uno”. Seamos ambiciosos para dar tanto fruto como sea posible, a través de obras prácticas de amor y crecimiento en nuestra vida de oración.

La homilía sobre las lecturas del domingo XV del Tiempo Ordinario (A)

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas del domingo.

https://youtu.be/u7OjzQ7m5Gs
Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica