Evangelio

Escuchar y actuar. V domingo del Tiempo Ordinario (C)

Joseph Evans comenta las lecturas del 9 de febrero de 2025 que se corresponde con el V domingo del Tiempo Ordinario (C)

Joseph Evans·6 de febrero de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Hay una clara temática sobre la llamada en las lecturas de hoy. La primera lectura nos ofrece la extraordinaria revelación de la gloria de Dios que el profeta Isaías recibió en el Templo de Jerusalén en el siglo VIII a.C. 

La segunda lectura nos habla de las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos después de la Resurrección, principalmente al apóstol Pedro (Cefas). Por último, el Evangelio nos ofrece la primera pesca milagrosa que para Pedro fue como una revelación del poder de Cristo. 

Sin embargo, a pesar del carácter extraordinario de estos episodios, también eran muy ordinarios. Isaías ejercía su actividad sacerdotal. Pedro y sus compañeros estaban realizando la más mundana de las tareas: remendar sus redes. 

Jesús entra en su barca. No les pide permiso. Una vez en ella le complica la vida a Pedro, pidiéndole “que la apartara un poco de tierra”. Era sólo una pequeña petición, que interrumpía el trabajo del apóstol. Pero tuvo un efecto decisivo: obligó a Pedro a escuchar. Jesús obliga a Pedro a alejarse de su trabajo para escuchar su predicación. Cristo nos encuentra y nos llama en medio de nuestro trabajo. Pero también nosotros necesitamos dejar de trabajar para escuchar, para oír y reflexionar sobre la palabra de Dios.

Después de haber escuchado a Jesús, éste puede lanzar a Pedro un desafío: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. Cristo siempre nos desafía a salir de las aguas poco profundas de nuestra comodidad y mediocridad.

Pedro había tenido una noche infructuosa. Pero tenía fe. Su propio fracaso no le desanima. “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. Cualquiera que intente ganar almas para Cristo conocerá este sentimiento. Pero un alma de fe no se rinde. Fiel al mandato de Jesús, echa las redes una y otra vez. Finalmente, se consigue una pesca tan grande que trae consigo el buen problema de ser temporalmente incapaces de hacer frente a tanta abundancia.

Ante este milagro, Pedro se siente sobrecogido. El poder de Dios en Cristo lo deja sintiéndose totalmente pecador, como Isaías se había sentido pecador al ver la gloria divina. “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”, dice. A lo que Jesús responde: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. En otras palabras, precisamente porque reconoces tu indignidad, te llamo al apostolado. La humilde aceptación de nuestra miseria no nos inhabilita para servir a Cristo. Más bien, a partir de esta conciencia, Nuestro Señor nos llama. 

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