Dios se apareció a Moisés ordenándole que sacara a los israelitas de la esclavitud “llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. El plan de Dios era “plantar” a Israel como una viña fértil -espiritual y materialmente- en su propia tierra, libre de la opresión extranjera. Dios quería que Israel diera el fruto espiritual de la santidad, como luz para todas las naciones.
Saber esto nos ayuda a entender las lecturas de hoy. La primera lectura describe el encuentro de Moisés con Dios en el desierto, donde el Señor, bajo la forma de una zarza ardiente, se revela a Moisés y le envía a liberar a los israelitas.
En la segunda lectura, Pablo nos ofrece algunos fragmentos de esta liberación, describiendo cómo Dios condujo a Israel a través del desierto.
A la luz de esto es como apreciamos la decepción que siente Jesús en el evangelio de hoy. En él, Dios no sólo se ha revelado parcialmente como a Moisés. Jesús es la revelación plena del Padre. A causa de su pecaminosidad, los israelitas volvían a gemir bajo el dominio extranjero. La Biblia muestra constantemente a Dios permitiendo que Israel sea invadido o llevado al exilio como castigo por sus pecados; el hecho de no disfrutar de la independencia se debe a que Israel se obstinó en volverse hacia dioses extranjeros y alejarse del único Dios verdadero que era el único que podía ofrecerle la libertad. Y así nos enteramos de un acto de brutalidad por parte del gobernador romano Pilatos hacia algunos israelitas y de una torre que cae sobre otros (un indicio quizás de que a menos que construyamos sobre Dios todos nuestros proyectos se vendrán abajo).
Israel, descrito a menudo en la Biblia como la vid elegida por Dios, no da los frutos que Dios quería, produciendo en su lugar uvas amargas (véase Isaías 5). En esta parábola, el ejemplo es el de una higuera en la viña. Sentarse bajo la propia vid e higuera era una metáfora de la libertad e independencia (ver Miqueas 5, 5) que Israel no pudo disfrutar a causa de sus pecados. Y Dios tenía buenas razones para renunciar a Israel: “tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro”. Ese “tres” es una alusión a la Trinidad en el consejo divino. La justicia divina pide que el árbol, Israel, sea cortado. Pero la misericordia de Dios siempre triunfa. El viñador, que representa a Jesús, Dios Hijo, intercede por él y se ofrece, “yo cavaré alrededor y le echaré estiércol” para darle otra oportunidad. Será la excavación y el abono del sufrimiento y la muerte de Cristo en su Pasión. En Cuaresma, Dios nos invita a participar en su cavar y abonar para la salvación de las almas.