En muchos sentidos somos lo que comemos. Si solo comemos comida basura, poco a poco nos convertimos en personas basura. Si comemos comida rica y opulenta, esto crea en nosotros deseos esnobs y pretenciosos y, si podemos permitírnoslo, intentamos vivir vidas ricas y lujosas. La dieta se convierte en un modo de vida. Pero si comemos comida sencilla y casera, preparada con amor por nuestras esposas o madres, esto nos ayuda a convertirnos en personas hogareñas. El amor con el que se preparó la comida de alguna manera entra en nosotros. La comida no es solo combustible, se convierte en una actitud ante la vida. El amor y la creatividad que se ponen en esa comida ayudan a formarnos.
Esto es relevante para la fiesta de hoy, porque se trata de la salvación a través de la comida. En este día, Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Eucaristía, dándonos su cuerpo y su sangre en forma de pan y vino, y haciendo sacramentalmente presente su sacrificio en la Cruz y su conquista de la muerte mediante la Resurrección.
Recordemos que la condenación de la humanidad comenzó a través de la comida, cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido. Nos condenamos a través de la comida, pero entonces Cristo nos salvó dándonos un nuevo alimento, su propio ser en la Eucaristía. Perdimos nuestra dignidad comiendo mal y ahora somos elevados a una dignidad mayor comiendo bien. La Eucaristía consiste en comer bien, en convertirse literalmente en el alimento que comemos.
Empecé diciendo: “En muchos sentidos somos lo que comemos”. Y eso se hace realidad en la Misa. Porque lo que comemos es literalmente el cuerpo y la sangre de Jesús, Jesús mismo. Cuando comulgamos, comemos a Jesús. El pan que comemos y el vino que a veces bebemos ya no son, de hecho, pan y vino. Tienen la apariencia, el sabor, del pan y del vino, lo que llamamos los accidentes, pero ahora son Jesús mismo, verdadero Dios y verdadero hombre. Comemos a Jesús mismo. Con la comida ordinaria, la comida que recibimos se convierte en nosotros; pero con la Eucaristía, nosotros nos convertimos en la comida que recibimos. Al recibir a Jesús en la Comunión nos hacemos más él, nos transformamos poco a poco en él. Y al parecernos más a Él, nos hacemos más nosotros mismos. Jesús instituyó la Eucaristía durante una cena pascual, reviviendo la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. También nos podría ayudar a considerar que, a través de los sacramentos, Dios nos libera. Somos liberados del pecado para descubrir nuestra verdadera identidad de hijos de Dios.