Varios pasajes del Antiguo Testamento dejan claro que el control del mar era una prerrogativa divina.
En general, los judíos veían el mar con temor: representaba el caos y era el dominio de monstruos marinos tan aterradores como Leviatán (vid. Job 41). Pero varios salmos expresan el control de Dios sobre los mares y las olas: véanse los salmos 89, 9, 93, 4 y, sobre todo, 107, 28-29, que forma parte del salmo de hoy. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar
Esto puede ayudarnos a comprender el asombro de los discípulos, descrito en el evangelio de hoy, cuando Jesús calma las olas. “Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: “¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!”.
En otras palabras, empezaban a vislumbrar el poder divino de Jesús. Que podía calmar las olas con unas pocas palabras: “¡Silencio, enmudece!”, -sólo podía sugerir que él mismo era divino de algún modo. Sólo Dios puede establecer los límites del mar (como enseña la primera lectura de hoy) y sólo Él puede calmar su furia.
Este episodio es una de esas maneras por las que, con pedagogía divina, Cristo reveló gradualmente su divinidad a sus discípulos. Si hubiera intentado hacerlo de golpe al principio de su ministerio, o bien no le habrían creído, o bien, si lo hubieran aceptado, se habrían arrojado al suelo ante él y no se habrían atrevido a levantarse. Dios muestra su poder tanto revelándolo como ocultándolo, como cuando sólo dio a Moisés un destello de su gloria divina, pues era todo lo que podía soportar (vid. Éxodo 33).
El sueño aparente de Jesús en la barca era ciertamente un signo de su humanidad real. Se había entregado tanto a las multitudes que estaba agotado, tan cansado que podía dormir en medio de una tormenta. Pero también revelaba su divinidad. Porque Dios es el mejor maestro posible, que vela y revela su poder según nuestra debilidad y necesidad.
Pero la creación divina va más allá del universo material. De hecho, su creación espiritual, o re-creación, es una obra aún mayor. Como nos enseña la segunda lectura de hoy, estar “en Cristo” es ser “una nueva creación”. Dios nos recrea por la gracia. Tan prodigioso como es el poder de Jesús sobre la creación visible, muestra su poder aún más transformándonos por medio de la gracia. Él calma las tormentas de pasión y maldad en nuestras vidas para que podamos vivir en la paz del amor divino.
La homilía sobre las lecturas del domingo XII del Tiempo Ordinario (B)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas del domingo.