Evangelio

El borriquillo de Jerusalén. Domingo de Ramos (B)

Joseph Evans comenta las lecturas del domingo de Ramos (B) y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo.

Joseph Evans·21 de marzo de 2024·Tiempo de lectura: 2 minutos

San Josemaría Escrivá sentía un gran afecto por los burros. Para él, estos animales sencillos y trabajadores expresaban de muchas maneras la espiritualidad que Dios le había llamado a anunciar al mundo: que podemos y debemos encontrar a Dios a través de nuestra vida ordinaria y cotidiana. Le gustaba especialmente la figura del burro en la noria. Como escribió en su clásico espiritual Camino: “¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. Un día y otro: todos iguales. Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín. Lleva este pensamiento a tu vida interior” (Camino, 998).

Un burro trabaja, aguanta la carga y los golpes, se contenta con un poco de paja, quizá ve poco con sus anteojeras, pero en su humildad aporta mucho. San Josemaría nos anima a trabajar con el mismo espíritu de fortaleza, servicio y humildad. El santo se consideraba solo un “borrico sarnoso”. Pero, en una ocasión, considerándose solo un asno ante Jesús, llegaron a su corazón estas palabras del Señor: “Un borrico fue mi trono en Jerusalén”. 

Tal consideración puede ayudarnos a vivir la fiesta de hoy, Domingo de Ramos, con la que comenzamos la Semana Santa. Las multitudes aclamaron a Cristo aquel día y los discípulos compartieron la aclamación de su Maestro mientras le acompañaban en su entrada en la ciudad. Pero cinco días después, esas mismas multitudes clamaban por su sangre y los discípulos le habían abandonado cobardemente. Quizá haríamos mejor en intentar ser como el asno: un humilde instrumento de Cristo, que pasa desapercibido, que apenas se nota, pero que le sirve en su obra de redención.

Cuando trabajamos sin quejarnos; cuando actuamos como “tronos” para que Dios, y no nosotros mismos, brille; cuando soportamos la carga de los demás, estamos siendo el burro de Cristo.

Jesús entra en Jerusalén montado en un burro para cumplir la profecía de Zacarías 9, 9-10. Pero esa misma profecía nos dice que la misión de Nuestro Señor es de paz. “Proclamará la paz a los pueblos”. En la actualidad, las naciones no parecen escuchar. ¿Qué podemos hacer nosotros? Solo podemos seguir “llevando” a Jesús en nuestras vidas a través de nuestra oración y nuestro propio comportamiento pacífico, esforzándonos por ser pacificadores en nuestro entorno (Mt 5, 9). Y así seremos hijos de Dios, y también sus burros.

La homilía sobre las lecturas de domingo de Ramos (B)

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas del domingo.

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