Evangelio

No podemos encerrar a Cristo. Domingo de Pascua (C)

Joseph Evans comenta las lecturas del domingo de Pascua (C), correspondiente al día 20 de abril del año 2025.

Joseph Evans·17 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Podemos encontrarnos como san Pedro y san Juan que “Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”. Podemos dudar o no creer realmente, en la práctica, que Jesús ha resucitado, que la vida ha vencido a la muerte, que la gracia ha vencido al pecado. La creencia en la Resurrección de Cristo no ha penetrado en nuestros corazones y en nuestras vidas.

Como las mujeres, podemos preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. ¿Quién tiene el poder de superar los obstáculos aparentemente insuperables del mundo actual? ¿Cómo puedo yo -tan constantemente egoísta, la piedra más dura yo mismo- pasar de la dureza de corazón al amor? ¿Quién puede resucitar en mí a Cristo, aparentemente muerto, para que viva en mí y yo en él?

Y en medio de una sociedad secular que parece cada vez más ridículamente hostil a los valores cristianos, en la que la fe puede parecer cada vez más carente de sentido, ¿no está Cristo de hecho muerto, o al menos moribundo?

Pero a pesar de tantos problemas, Jesús se niega a permanecer en la tumba. Sí, hoy hay muchos sumos sacerdotes que querrían mantenerlo allí, sellado, y mantener el cristianismo encerrado o confinado en la sacristía. Pero Jesús se niega a permanecer muerto. A pesar de tantos ataques al cristianismo, a la Iglesia, a pesar de tantos pecados de los propios cristianos y de tantos escándalos, Jesús sigue saliendo del sepulcro, demostrando que su gracia y su amor son más poderosos que todas las fuerzas del mal.

A pesar de todo, la gracia y el poder de Cristo siguen actuando en la sociedad actual y en nosotros. Este año es un Año Jubilar de la Esperanza y una de las cosas más llamativas del catolicismo es su esperanza. Puede que no nos demos cuenta, pero tenemos una visión profundamente positiva de la vida. Creemos -incluso cuando pensamos que no- que hay un Dios bueno que nos ama, que es nuestro Padre, que envió a su Hijo amado para salvarnos, que la gracia actúa en el mundo y que, en última instancia, el bien triunfa sobre el mal.

Puede ser útil compararlo con la visión que a menudo encontramos en la sociedad, que en el mejor de los casos ofrece una especie de redención secular, una tenaz determinación de seguir adelante a pesar de todo. Pero nosotros esperamos mucho más: a pesar de nuestros muchos pecados, creemos en el perdón y la gracia de Dios para sanarnos y tener una esperanza profunda y duradera.

Así, podemos afirmar con verdad que Cristo está vivo. Ninguna estructura humana, ningún poder del mal, ni siquiera nuestra debilidad, pueden encerrar a Cristo en el sepulcro: nada puede frenar la fuerza explosiva de la Resurrección.

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