¿Por qué es tan importante el Bautismo de Nuestro Señor y por qué la Iglesia nos devuelve al Tiempo Ordinario con esta fiesta? La cuestión es que, al igual que el Bautismo lanzó el ministerio público de Cristo, nuestro bautismo lanzó nuestra misión como cristianos, que debe vivirse en la actividad ordinaria. Fortalecidos cada día por nuestro bautismo, no importa cuántos años hace que tuvo lugar, entramos en nuestra vida ordinaria para anunciar a Dios y su plan salvador.
Como ya se ha dicho, el Bautismo de Cristo es precisamente el lanzamiento de su misión pública. Después de 30 años de vida oculta, se hace público con una demostración espectacular. En el marketing moderno, para lanzar un nuevo producto se invita a invitados especiales y se intenta hacer algo memorable para que la gente vea por qué el producto es tan significativo. Este “lanzamiento” de Cristo supera con creces cualquier acto de marketing humano. Los invitados son las tres personas de la Trinidad: oímos la voz del Padre, el Espíritu Santo desciende en forma de paloma, y lo que se “lanza” no es solo un producto, sino una persona divina, la segunda persona de la Trinidad. La demostración es la apertura del cielo: los cielos se rasgaron, como dice Marcos de forma tan dramática. Y el mensaje no puede ser más claro y dramático: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.
Durante las últimas semanas hemos visto cómo Dios oculta su gloria y viene a nosotros en debilidad: como un bebé pequeño e indefenso. Pero hoy Dios descorre el velo por un instante, como hará también más tarde en la Transfiguración, para dejarnos entrever su gloria. El Dios todopoderoso, cuyas sandalias no somos dignos de desatar, se pone a nuestro nivel.
Podemos salir a la vida ordinaria conscientes, sí, de nuestra indignidad, pero seguros de que somos hijos predilectos de Dios, y de que Él tiene el poder de derribar todas las barreras que la humanidad ha levantado entre sí y Él. Como hijos de Dios, también nosotros, como escuchamos en la primera lectura, hemos recibido el Espíritu Santo para hacer “justicia a las naciones”, también a través del ejercicio honesto de nuestro trabajo profesional. Echamos de menos la Navidad con todas sus connotaciones de ternura, la dulzura del Niño Dios, la intimidad del establo. Pero igual que el Niño Jesús crece y se lanza a la actividad pública, con todas sus exigencias, así debemos hacerlo nosotros. La vida no puede ser una Navidad perpetua. Es hora de ponerse a trabajar.
La homilía sobre las lecturas del Bautismo del Señor (B)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas del domingo.