Evangelio

Un corazón de carne. Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (B)

Joseph Evans comenta las lecturas de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Joseph Evans·3 de junio de 2024·Tiempo de lectura: 2 minutos

A través del profeta Oseas -la primera lectura de hoy-, Dios utiliza un lenguaje dramático para mostrar su rechazo interior ante la idea de abandonar a Israel. Su corazón, dice, su yo interior, “se vuelve” dentro de él: es el verbo haphak, que significa “girar”, “volcar” o “derrocar”. Así, la vara de Moisés se “convirtió” en serpiente y la espada de los querubines que impedía la entrada al paraíso “giraba hacia todos lados”. Asimismo, Dios prometió a Lot no “derribar” cierta ciudad, es decir, no destruirla. De ahí que el verbo pueda traducirse como “se revuelve” o “retrocede”, pero, sea cual sea la traducción, expresa una intensa actividad interior, un significativo cambio de dirección. Hay una sensación de que Dios está herido por la idea misma de entregar a Israel a la destrucción.

Dios dice entonces que su “corazón está perturbado”; esta última palabra, kamar, expresa un sentimiento profundo y cálido. La misma palabra se utiliza para describir a José en Egipto “añorando” a su hermano menor Benjamín a la llegada de este. 

El lenguaje antropomórfico pretende mostrar la profundidad del amor de Dios por Israel y su tierna misericordia hacia él. Pero lo que en el Antiguo Testamento era solo una metáfora -el Dios espiritual no tiene corazón físico- se convierte en realidad literal en Jesús. Nuestro Señor asume un corazón de carne. Y no sólo es herido metafóricamente, sino realmente en la Cruz. Así, el evangelio de hoy nos muestra a un soldado que le atraviesa el costado y de la herida brota sangre y agua. El evangelista Juan nos recuerda las palabras del profeta Zacarías: “Mirarán al que traspasaron”.

Esto enlaza maravillosamente con la segunda lectura de hoy, en la que san Pablo reza por los efesios, y por nosotros, para “que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento”, para que lleguemos a comprender “el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento”. Dios está herido para que nosotros también lo estemos. Cuando los hombres se volvieron duros de corazón, con un corazón de piedra, Dios se revistió de un corazón de carne para que nuestro corazón se ablandara. La naturaleza misma del amor es que busca amor a cambio. Esta maravillosa fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos habla del amor divino, que es tan grande que anhela el amor de su criatura, la humanidad, y el amor de cada uno de nosotros en particular. El Corazón de Cristo fue traspasado para abrir en nuestros corazones una brecha de amor por la que Él pudiera entrar en ellos. Y el agua y la sangre que se derraman son también como un canal para que subamos a su corazón. 

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