Cada tercerdomingo del Tiempo Ordinario se llama ahora Domingo de la Palabra de Dios, que es una iniciativa del Papa Francisco para ayudarnos a valorar más la Biblia. Las lecturas de hoy nos ayudan a reflexionar sobre ello.
La primera lectura se sitúa en este contexto de escucha de la Palabra de Dios. Los israelitas habían regresado a la Tierra Prometida después de pasar años en el exilio, en una tierra pagana sin acceso a la ley de Dios. El escriba Esdras tomó los rollos sagrados y reunió al pueblo para escucharlos. El pueblo se queda fuera escuchando a los escribas leerles y explicarles la ley desde primera hora de la mañana hasta el mediodía.
Imagínate: una homilía desde primera hora de la mañana hasta el mediodía, es decir, durante unas cinco o seis horas. Y se nos dice que la gente estaba tan contenta que lloraba de emoción. ¡Un largo sermón hoy podría hacernos llorar de angustia!
Pero podría ayudarnos a considerar lo bendecidos que somos por tener la Palabra de Dios en la Biblia y en las enseñanzas de la Iglesia. La Biblia es como la carta de amor de Dios a nosotros, o toda una serie de cartas escritas a lo largo de más de 1000 años. ¡Qué maravilla que Dios esté dispuesto a hablarnos! Cada libro de la Biblia es tan diferente. Cada uno responde a su tiempo y a su contexto. Dios nos habla en momentos diferentes, según nuestras necesidades. A veces el libro reprende al pueblo cuando ha sido infiel y lo llama al arrepentimiento. A veces Dios parece enfadado y decepcionado. Pero muy pronto Dios perdona e intenta consolar. A veces la Biblia muestra a Dios duro, porque la gente lo necesitaba: lo que podríamos llamar amor duro.
El evangelio de hoy nos muestra a Jesús interpretando el Antiguo Testamento y haciendo lo que siempre deberíamos hacer: apreciar su mensaje para nosotros en nuestros días. “Y él comenzó a decirles: ´Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír`”. Tomó un texto del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido…”. Esto se aplica principalmente a Jesús, pero en él todos somos ungidos por el Espíritu Santo en el Bautismo y la Confirmación. Cada vez que leemos la palabra de Dios en la Escritura, particularmente su plenitud en el Nuevo Testamento, necesitamos pensar: esto se está cumpliendo en mi vida hoy.
“Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él”. Y los nuestros también. Nuestros ojos deben estar fijos en las acciones de Cristo en la Misa y nuestros oídos en sus palabras.
La homilía sobre las lecturas del III domingo del Tiempo Ordinario (C)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas del domingo.