Lecturas del domingo

Honestidad y sinceridad. II domingo de Adviento (A)

Joseph Evans comenta las lecturas del II domingo de Adviento y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo.

Joseph Evans·2 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos

Normalmente esperamos que el Antiguo Testamento sea bastante duro, y que el Nuevo sea más suave y delicado. Pero las lecturas de hoy parecen ser precisamente lo contrario. La primera lectura es un texto delicioso que nos muestra el nuevo orden que traerá el Mesías: los animales vivirán en paz entre sí, incluso los que suelen comerse o hacer daño a otros. Los lobos estarán en paz con los corderos, los niños con las serpientes venenosas. Y concluye: “Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo”.

En cambio, el Evangelio parece más bien un pasaje duro del Antiguo Testamento. San Juan Bautista advierte a los dirigentes judíos acerca de la retribución, del juicio con castigo que se avecina. El hacha está colocada en la base del árbol, y  lista para empezar a talar, porque “todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego”. Cristo es descrito como un agricultor dispuesto a separar el buen trigo de la paja, que es su cubierta exterior. El trigo será llevado al granero de Dios, donde “quemará la paja con un fuego que no se apaga”.

¿Por qué es tan duro el Evangelio? Debemos recordar que el Bautista está hablando a los dirigentes judíos, a menudo hipócritas. Y las pocas veces que vemos a Jesús hablar con tanta severidad es cuando se dirige a ellos. En realidad, parece que las únicas cosas que enojan a Cristo son la hipocresía, la dureza de corazón y la arrogancia. A Jesús no le importa la debilidad. Lo que le importa son los corazones duros y orgullosos.

Juan advierte a los escribas y fariseos que se arrepientan, y les dice: “Y no os justifiquéis interiormente pensando: ‘Tenemos por padre a Abraham’. Porque os aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos para Abraham”. Una advertencia contra la arrogancia presuntuosa, que es una enfermedad espiritual corriente, también entre los católicos. “Estoy bien relacionado. Procedo de una conocida familia católica. Mi tío es sacerdote”.

Juan enseña que Jesús bautiza con el Espíritu Santo y con fuego. Si procuramos ser honestos con Cristo y con nosotros mismos, éste es un fuego purificador, como el fuego que quema las imperfecciones del oro. Las pruebas y dificultades de la vida pueden ser un fuego purificador. Cuanto mejor las aprovechemos, menos necesitaremos pasar por el fuego del purgatorio. Así que no huyamos ni rechacemos las dificultades de la vida. Hagamos un mejor uso espiritual de ellas.

En definitiva, el Evangelio nos habla de la importancia de la humildad y la sinceridad. Ser sinceros con nosotros mismos, con Dios, con los demás y con los representantes de Dios. No dar una impresión falsa de nosotros mismos. Rechazar todo espectáculo. Esto lo hacemos, sobre todo, a través de la confesión y la dirección espiritual, en la que afrontamos y aceptamos nuestra miseria. Y así nos abrimos a la curación y a la gracia de Dios.

La homilía sobre las lecturas del domingo II de Adviento

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.

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