“Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo”. El saludo entre dos personas que se encuentran es la acción más espontánea y natural, y la mayoría de las veces no le prestamos atención. Pero si falta o es un poco fría, lo sentimos. Si el saludo es sincero, nos comunica muchas cosas. Ese saludo de María, su voz, además, provoca algo extraordinario. El niño de Isabel no sólo jadea, lo que podría ser fruto de la emoción de su madre, sino que incluso baila en su vientre. Lucas, al describir su reacción, utiliza el mismo verbo que, en el griego de los LXX, describe la danza del rey David ante el Arca de la Alianza.
La voz de María y su saludo son un medio de la infusión del Espíritu Santo, que llena a Isabel y llega a su hijo, porque esa voz gozosa es de una persona llena de gracia, sobre la que han descendido el Espíritu Santo y la sombra del Altísimo, y en ella habita ya el hijo de Dios. La voz de su saludo adquiere la fuerza de la voz de Jesús adulto cuando expulsa a los demonios u ordena a Lázaro que vuelva a la vida; cuando cura a distancia al siervo del centurión y al hijo del funcionario de Herodes; cuando convierte el agua en vino, y el pan en su cuerpo y el vino en su sangre… la voz de Jesús, la Palabra de Dios, llena del Espíritu Santo que cura y salva. Por ahora, le toca a María dar voz al cuerpo de Jesús recién concebido en su seno. Su voz manifiesta la presencia de Dios hecho hombre. Es el vehículo del Espíritu Santo, una anticipación de la voz de la Iglesia que celebra los sacramentos.
El saludo desea la bendición y la paz y los hace presentes. Por eso Jesús dirá a sus discípulos: “Al entrar en una casa, saludadla” (Mt 10, 12); “cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa” (Lc 10, 5), y les animará a saludar también a sus enemigos: “Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?” (Mt 5, 47). El saludo es muy importante en las cartas de Pablo. El último capítulo de la Carta a los Romanos es una conmovedora lista de saludos. “Os saludan todas las Iglesias de Cristo”. Al final de la Primera a los Corintios: “Muchos saludos, en el Señor, de Áquila y Priscila, y de la iglesia que se reúne en su casa”. Al final de la Segunda a los Corintios: “Os saludan todos los santos”. Los saludos iniciales y finales en las reuniones litúrgicas reflejan la convicción del saludo como portador del bien y la gracia. María, la amiga de Isabel, no puede ser consciente de que está prestando su voz al primer saludo de Jesús, su hijo. Vive el saludo espontáneo y franco de la amistad, que es una manifestación del amor.
La homilía sobre la Asunción de la Virgen María
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.