¿Es compatible negarse a uno mismo, como pide el evangelio, y desarrollar una personalidad sana? Si Dios es la verdad, la negación de uno mismo y seguirle debería potenciar la estima personal, un mejor autoconcepto, el florecimiento de la identidad propia y la auténtica personalidad.
Sin embargo a veces no es así y encontramos personas que, con la premisa de negarse para seguir a Cristo, han terminado anuladas, sometidas, sin vida, sin proyecto propio o acomplejadas. ¿Será que Dios les ha engañado?
Negación personal sana
Imagínate tomando un café con varias santas Teresas: de Calcuta, Jornet e Ibars, Benedicta de la Cruz, de Jesús, de Lisieux. Las observas, escuchas sus historias, te dejas llevar por sus modos de hablar, decir y ser. Sonríen mientras te cuentan tu vida.
Aprecias que todas se han negado a sí mismas, percibes que cada personalidad es muy distinta y que, precisamente gracias a la negación de sí mismas, han potenciado el desarrollo de su auténtico ser, han esculpido su carácter y, lejos de uniformizarse, se han hecho más diversas.
El consejo de los santos
San Gregorio Magno tiene una respuesta para esto que se integra muy bien con una psicología sana: “No bastaría vivir desprendidos de las cosas, si no renunciáramos además a nosotros mismos. Pero… ¿a dónde iremos fuera de nosotros? ¿Quién es el que renuncia, si a sí mismo se deja? Sabed, que una es la situación nuestra en cuanto caídos por el pecado; y otra, en cuanto formados por Dios. De una forma hemos sido creados, y en otra distinta nos encontramos a causa de nosotros mismos. Renunciémonos, en lo que nos hemos convertido pecando, y mantengámonos como hemos sido constituidos por la gracia. Así, el que ha sido soberbio, si, convertido a Cristo, se hace humilde, ya ha renunciado a sí mismo; si un lujurioso cambia a una vida continente, también se ha renunciado en lo que antes era; si un avariento deja de codiciar y, en lugar de apoderarse de lo ajeno, comienza a ser generoso con lo propio, ciertamente se ha negado a sí mismo”.
En la música
Parece que, lejos de huir de uno mismo, lo interesante es conectar y buscarse en cuanto formado por Dios mientras bailamos la canción Gloria bendita de Mario Díaz: “Una vez quise ser alguien / y acabé siendo yo mismo / intenté volar tan alto / que cobró todo sentido”. Hay una pregunta que hago en ocasiones a quienes se encuentran entrampados en la entrega a los demás de forma desordenada, o se dedican a resolver los problemas de otros sin atender a los propios.
Te argumentan que eso es la voluntad de Dios para ellos y que hacerlo así les enriquece, pero la realidad es que están sentados en la consulta pidiendo ayuda, porque sus niveles de energía están muy bajos y la brújula de su vida no señala el norte. Les pregunto: ¿quién es la persona que Dios te ha encomendado que cuides con mayor dedicación y calidad? Piénsalo tú ahora.
Cuidado personal
En una ocasión, una mujer casada y con varios hijos escuchó la pregunta, me miró desafiante con una media sonrisa y comentó: “Sé que tengo que decir que soy yo, pero no va a conseguirlo. Pensé primero en mi marido, pero me dije: no, mi marido no es; luego pensé en mis hijos, pero como había dicho sólo una persona, no podía elegir a ninguno. Así concluí que tenía que ser yo, pero fue por exclusión”.
La búsqueda de lo bueno para uno mismo con el cuidado personal, poner límites a las peticiones de los demás, decir no, pedir ayuda, dejarse ayudar y servir, tener deseos y sueños, o potenciar los propios gustos y aficiones, es lo más propio de un cristiano que se ha negado a sí mismo en lo que le aleja de Dios y sigue a un Cristo que tiene cara de resucitado.
Para darse es necesario poseerse, para salir de uno mismo, necesitas estar dentro. Esa persona pondrá equilibrio entre darse y cuidarse, entre amar y dejarse amar, y no dejará de buscar aquello que hace que esa persona, que Dios le ha encomendado, alcance su mejor versión.
Santo Tomás de Aquino lo explica en De Malo: “Como en el amor a Dios el mismo Dios es el último fin al que se ordenan todas las cosas que se aman rectamente, así en el amor de la propia excelencia se encuentra otro último fin al que se ordenan también todas las cosas; pues el que busca abundar en las riquezas, en ciencia, o en honores, o cualesquiera otros bienes, por todo ello busca su propia excelencia”.
La negación de un mismo integra la búsqueda de la excelencia personal con el rechazo a lo que te aparta de esa excelencia, pensar en uno mismo y en los demás, cuidar y dejarse cuidar, amar y dejarse amar, en reciprocidad: amar al prójimo como a uno mismo.