La Adoración, Adoración Eucarística, las visitas al Santísimo Sacramento… ¡qué gran peligro tenemos de “cosificar” a Dios, la oración, los sacramentos, la vida cristiana…! ¡Es Jesucristo, Persona viva!
Este es el misterio de la Eucaristía presente: Jesucristo, el Hombre Cristo Jesús, Hijo de Dios, Hijo de María, está vivo. El que murió en la cruz vive para siempre intercediendo por nosotros. Ahí, en esa Hostia Blanca está Jesús vivo, amándonos personalmente, intercediendo por nosotros ante el Padre, gritándonos: “Toma y come, es mi Cuerpo entregado por ti”. Ahí, sensible a mi respuesta de amor.
No es algo estático, ¡es dinámico! Jesucristo en la Eucaristía verdaderamente vive y actúa: ama, se ofrece, intercede, acoge, escucha, consuela.
Al entrar en una Iglesia y ver expuesta esta realidad ante nuestros ojos, el que lo ve -como san Juan “vio”,-entendió- en el Calvario el misterio del Corazón traspasado de Cristo- cae de rodillas, se postra en admiración silenciosa, en adoración.
¿Qué es la Adoración?
-Es ver con mirada de fe, con el corazón, caer en la cuenta del Amor personal de Jesucristo que desde la Eucaristía -presencia real, sacramental- se está entregando en cada momento comunicándonos el mismo amor con el que dio su vida por nosotros: Es Jesús dándosenos.
-Es contemplar admirativamente que así ama Dios al mundo que entrega a su Hijo, ¡que nos entrega a su Hijo!
-Es “estar-se” largos ratos con Jesús dejándonos “broncear” por los rayos del Sol eucarístico para salir de cada encuentro un poco más parecidos a Él, hasta llegar a identificarnos plenamente con Él.
-Es percibir la sed que Dios tiene de la salvación de cada hombre, de que vengan a Él, Fuente de Agua Viva, para colmar su propia sed.
-Es reparar el Amor no amado dejándonos amar y devolviéndonos en amor.
-Es sintonizar con Él para amar como Él, para ver la realidad como Él, para acercarnos a cada hombre y a cada acontecimiento desde Él y como Él: dando la vida, amando hasta el extremo.
-Es entender que solo ante Jesús se pueden ganar las batallas actuales. La gran batalla de hoy es la del corazón humano. Si el hombre, si el corazón del hombre no se hace bueno, el mundo nunca será bueno. Y el corazón del hombre solo puede sanarse, restaurarse, acudiendo a Jesucristo único redentor del hombre, único salvador del hombre.
-Es ir a Jesús cargado con el pecado del mundo, del de nuestros hermanos, con nuestro propio pecado e introducirnos en los “Altos Hornos” de su Corazón recibiendo como maravilloso intercambio, purificado por la Sangre de su Sacrificio, el oro de su Caridad.
-Es agradecer que Jesús siga ofreciendo su sacrificio por cada hombre al que ama con amor de enamoramiento, y tocados por ese mismo amor, ofrecernos con Él y como Él por la salvación del mundo.
-Es corresponder al grito sacramental de Jesucristo: “Toma y come, es mi Cuerpo entregado por ti”, con la misma actitud de nuestra parte: “Toma y come Tú también, es mi cuerpo entregado por Ti… Aquí estoy, contigo y como Tú”.
-Es entrar, sumergirnos, perdernos en el Corazón de Dios, poner ahí nuestra morada y dejarnos moldear en el molde de la Eucaristía.
-Es al fin, salir de ahí inflamados en su amor redentor misericordioso, para irradiarlo generosamente entre los hombres, hacernos cauce, porque ese torrente de amor no discurre entre guijarros, sino entre corazones.
La Adoración es un intercambio de amor, amor de amistad, una intercomunicación de vida, un progresivo enamoramiento. Y esto se realiza en el silencio y en la paz del alma.
Operar en el Corazón de Cristo, operar en corazón del hombre requiere la entrega de todo el ser, y lo más alto de la entrega, la plenitud del don -como ocurre también en el amor humano- se realiza en el silencio.
Las palabras son preparación, pero el momento cumbre del intercambio personal, lo más exquisito del Amor se realiza en silencio. Silencio pleno de contenido que hace acallar y ensordece las pasiones, las preocupaciones, los agobios, los egoísmos, los protagonismos.
Dios es Amor y el Amor se hace silencio, se hace Eucaristía, Palabra silenciosa, donación silenciosa. El amante ha de hacerse silencio, silencio de acogida, de Eucaristía: Dios y el hombre fundidos en un profundo abrazo de entrega silenciosa.
¿Lo más grande que se puede hacer hoy por este mundo, por la Iglesia, por las personas que tanto queremos, por los necesitados, por los que sufren…? Llevarlos a Jesús en la Adoración y en sintonía con Él ofrecernos al Padre con Cristo, como Cristo, colaborando así en su obra salvadora, en la Redención del mundo. Ser Eucaristía viva que clame: “aquí, en este corazón vivo está todo, lo tenéis todo. venid y ved”.
¡Merece la pena gastar la vida ante Jesús Eucaristía! Lo mejor de mi vida para Jesucristo.