Durante el tiempo litúrgico del Adviento, tres figuras bíblicas destacan de manera especial: el profeta Isaías, Juan el Bautista y María de Nazaret. En esta reflexión, nos centraremos en la figura de Isaías. Desde la antigüedad, una tradición universal ha reservado muchas de las primeras lecturas de este tiempo para sus palabras. Esto se debe quizás a que, en él, la gran esperanza mesiánica resuena con una fuerza única, ofreciendo un anuncio perenne de salvación para la humanidad de todos los tiempos.
Al contemplar las lecturas del tiempo de Adviento de este año (ciclo C), notaremos la presencia abundante de Isaías. Aunque pueda parecer ambicioso, me propongo seleccionar, para cada semana de Adviento, uno de los textos que se nos ofrece, junto con un versículo clave. De este modo, espero captar la esencia del mensaje del Adviento y facilitar un recorrido espiritual que nos acerque a su corazón.
Semana de la Natividad del Señor
En los días previos y en la solemnidad de la Natividad del Señor, las lecturas de Isaías destacan momentos proféticos y profundos del amor y redención de Dios hacia su pueblo:
- Misa de la Vigilia de Navidad: Isaías 62, 1-5 – Promesa de restauración para Jerusalén, a la que Dios llama «Mi Delicia», reflejando su amor por su pueblo.
- Misa de Medianoche: Isaías 9, 1-6 – Profecía del nacimiento de un rey que traerá paz y justicia, identificado con Jesús.
- Misa de la Aurora: Isaías 62, 11-12 – Anuncio de la llegada de la salvación; Jerusalén será reconocida como «Ciudad Santa».
- Misa del Día: Isaías 52, 7-10 – Celebración del advenimiento del Reino de Dios y la salvación de su pueblo.
Profecía y versículo clave (Navidad)
Entre estos textos, Isaías 9, 1-6 emerge como el pasaje central de la Navidad: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra de sombras de muerte, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz»…”
Versículo Clave: Isaías 9, 5
«Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios Fuerte, Padre de Eternidad, Príncipe de Paz»»
Temas clave que hace a Isaías 9, 1-6 un texto especialmente relevante para esta semana:
- Contexto Profético de Luz y Salvación. Este pasaje anuncia la llegada de un niño que traerá luz y salvación a un pueblo que caminaba en oscuridad. En el contexto de la Navidad, esta imagen de la luz que vence las tinieblas es profundamente significativa: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande…». La venida de Jesús, simbolizada por esta luz, llena de gozo y esperanza a la humanidad.
- Profundidad del Mensaje en Isaías 9, 5. “Nos ha nacido un niño” apunta al nacimiento de Jesús, cumplimiento de esta profecía. Lucas 2, 11 ratifica esta verdad cuando los ángeles anuncian a los pastores: «Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor». Los títulos que Isaías atribuye a este niño (Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz) destacan tanto su humanidad (niño nacido) como su divinidad, capturando la esencia de Jesús como el Mesías y Dios encarnado:
- Consejero Admirable: Jesús trae una sabiduría divina y enseña el camino de la salvación.
- Dios Fuerte: Como Dios hecho hombre, Jesús tiene el poder de vencer al pecado y la muerte.
- Padre Eterno: Jesús guía y cuida a la humanidad eternamente.
- Príncipe de Paz: Jesús establece una paz duradera entre Dios y la humanidad, eje de su misión redentora.
- Conexión Profética con la Navidad. Isaías 9, 5 expresa el espíritu de la Navidad, al celebrar no solo el nacimiento de Cristo, sino también su reinado de paz y justicia, tan esperado durante el Adviento y celebrado en la Navidad.
Isaías 9, 5 condensa la alegría y esperanza de la Navidad: la llegada de un Salvador que cumple las promesas de Dios, trayendo paz, luz y redención. En Jesús, esta profecía se cumple plenamente, desde su nacimiento hasta su misión redentora. Él es el niño prometido que reina como Rey eterno y Dios encarnado, ofreciendo al mundo sabiduría, poder y paz. Su vida, enseñanzas, muerte y resurrección establecen el Reino de Dios y una relación eterna con el Padre, haciendo de la Navidad la celebración de una promesa cumplida en su totalidad.
A modo de epílogo
El viaje a través de las lecturas de Isaías durante el Adviento nos sumerge en la profundidad de la esperanza mesiánica que define este tiempo de preparación. Desde la primera semana, Isaías nos abre a la promesa de un «renuevo del tronco de Jesé», imagen de Jesús como el Mesías tan esperado. A medida que avanzan las semanas, esa esperanza toma forma: en la segunda semana, el llamado a preparar el camino del Señor impulsa a una conversión interior, misión que encuentra eco en Juan Bautista. En la tercera semana, el anuncio del nacimiento de Emmanuel, «Dios con nosotros», nos acerca al misterio central del Adviento: la encarnación de Dios en Jesús. Finalmente, en la semana de Navidad, Isaías corona su mensaje con la profecía del «Príncipe de la Paz», el niño que llega para traer luz y salvación a un mundo necesitado.
Estas lecturas nos invitan a meditar en el cumplimiento de las promesas de Dios en Jesucristo, el Salvador que no solo rescata a Israel, sino que extiende su salvación a toda la humanidad. Isaías, con su lenguaje lleno de esperanza y su visión profética del Mesías, nos guía en este camino hacia la Navidad, renovando nuestra fe en el Dios que no permanece lejano, sino que entra en nuestra historia para caminar con nosotros.
Doctor en Derecho Canónico