Hace unos años la lucha contra el racismo en Estados Unidos adquirió un tinte violento y especialmente mediático. A través de las redes sociales, muchos activistas alzaron la voz para señalar al racismo sistemático en Occidente como culpable de la violencia que sufren algunas comunidades étnicas.
Lo que empezó como una lucha social acabó ocupando un espacio importante en la política, hasta degenerar en el movimiento woke, que se ha convertido en una especie de cajón de sastre en el que se mezclan temas variados, como el feminismo, la identidad de género, la ecología o la “cultura de la cancelación”.
Esta última es especialmente agresiva, y consiste en señalar públicamente a las personas por sus errores del pasado, ya los hayan cometido realmente o no. Las acusaciones a personajes mediáticos son un fenómeno diario que puede observarse especialmente en las redes sociales. Sin embargo, suelen olvidarse pronto cuando aparece un nuevo objetivo al que “cancelar”.
Ecologismo woke
Otro gran tema al que hemos “despertado“ gracias a este movimiento es la ecología. La importancia de cuidar del medio ambiente está cada día más presente en los debates públicos. Sin embargo, hay quienes han llevado esta preocupación por el planeta a un límite insospechado, en el que parece necesario sacrificar a las personas por el bien del hielo en el Ártico.
Si bien es verdad que hay un progreso lógico en este aspecto, como la debida responsabilidad para con la naturaleza en la que insiste el Papa Francisco (basta con leer su encíclica Laudato si’), también es cierto que algunos llevan el amor por el planeta a un extremo innecesario. Desde hace un par de años, es frecuente escuchar en las noticias que un grupo de jóvenes se ha pegado, literalmente, al asfalto de la carretera en alguna ciudad importante, o que unos activistas han lanzado pintura a una obra de arte que no tiene culpa alguna en la extinción del tiburón amarillo gigante.
Víctimas de todo, víctimas de nada
El victimismo también es un fenómeno del movimiento woke. Como explica la filósofa Noelle Mering, ser víctima de algo, lo que sea, se convierte en una parte de nuestra identidad. Así, las personas empiezan a definirse exclusivamente por sus heridas, pasando a explicar cada detalle y decisión en su vida como una consecuencia de esos traumas.
Dos claros efectos de este victimismo son la intolerancia y lo políticamente correcto. En relación con esto último, cada vez es más necesario tener cuidado con todo lo que se dice o hace. Cualquier acto es susceptible de ser políticamente incorrecto, provocando que una víctima se ofenda. Por supuesto, el descuidado que haya cometido semejante error se vuelve un objetivo de la “cultura de la cancelación”.
El problema es que si somos víctimas de todo, tal vez lo que ocurre es que ya no hay auténticas víctimas de nada.
Género: no determinado
Por supuesto, la ideología de género es una parte esencial de la ideología woke. La última vuelta de tuerca es el movimiento transgénero.
Este aspecto, por su rápida degeneración, es curiosamente también el que ha hecho que muchos despierten ante lo woke. Para muchas personas que veían en este movimiento tan solo una ideología más, la dictadura de lo transgénero ha sido la piedra de toque para echar el freno. La desviación y destrucción propuestas por las políticas de género han quitado el velo de una ideología que ataca a la persona misma.
Despertar del sueño woke
Cada vez hay más personas que, viendo los derroteros por los que nos lleva la ideología woke, se están replanteando el movimiento en sí mismo. Evitando demonizar de manera absoluta este sistema de ideas, hay quienes buscan pulirlo para desenterrar las ideas que son un progreso auténtico y desechar las que están contaminadas por ese afán de desestabilizar a la persona.
En las redes sociales, territorio conquistado por el movimiento woke, se escuchan poco a poco más voces denunciando sus mentiras y vicios. Por otra parte, en la política, empiezan a tomar fuerza los partidos que reniegan de lo woke. Es una batalla que sigue abierta, en la que la antropología católica y la visión cristiana del hombre pueden aportar respuestas a los retos planteados.