Los Congresos Eucarísticos Internacionales comenzaron en Lille, una ciudad situada al norte de Francia, en 1881, en tiempos del Papa León XIII. En parte, nacieron de la espiritualidad de san Pedro Julián Eymard, conocido como “el apóstol de la Eucaristía” y fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento, que promovió el espíritu eucarístico en su época por la secularización que observaba en su entorno. Fue una de sus hijas espirituales, Emilie Tamisier, quien impulsó la organización del primer congreso eucarístico. Anteriormente, esta laica francesa ya había organizado peregrinaciones a santuarios que habían sido protagonistas de milagros eucarísticos. Tamisier colaboró asimismo en la organización del segundo congreso, en Aviñón (Francia), ciudad en la que había tenido lugar un milagro eucarístico en el año 1433.
Cronología de los congresos
Según indica el portal de la Santa Sede, “los primeros 24 Congresos Eucarísticos Internacionales no tuvieron un tema general. Fueron sobre todo los Congresos de las ‘Obras Eucarísticas’. Trataron del culto de la adoración, de la procesión, de la sagrada comunión (particularmente de los niños), del Sacrificio de la Misa, de las asociaciones y de los movimientos eucarísticos”. Estos primeros congresos buscaban promover la comunión frecuente en los adultos, bajo unas directrices determinadas, y la primera comunión en los niños, pues la costumbre de la época era retrasarla hasta la adolescencia: “A la luz de los decretos de san Pío X sobre la comunión frecuente, «Sacra Tridentina Synodus» (1905), y sobre la comunión de los niños, «Quam singularis» (1910), en la preparación y celebración de los Congresos se promovían la comunión frecuente de los adultos y la primera comunión de los niños”, indica en sus documentos sobre los Congresos Eucarísticos el Vaticano.
Durante el pontificado de León XIII se llevaron a cabo catorce Congresos Eucarísticos, entre 1881 y 1902, en Francia, Bélgica, Suiza y Jerusalén. Además, este Papa nombró patrón de los Congresos Eucarísticos Internacionales a san Pascual Baylón.
Seguidamente, durante el pontificado de Pío X se celebraron once congresos entre 1904 y 1914, con una perspectiva más internacional, pues se incluyó por primera vez el continente americano. Los países anfitriones fueron Francia, Italia, Bélgica, Inglaterra, Alemania, Canadá, España, Austria y Malta. El último de su época, en Lourdes, fue el primer congreso eucarístico con una temática específica: “Eucaristía y reinado social de Jesucristo”.
Por su parte, en época de Pío XI tuvieron lugar nueve congresos eucarísticos, que se desarrollaron entre 1922 y 1938 en Italia, Países Bajos, Estados Unidos, Australia, Túnez, Irlanda, Argentina, Filipinas y Hungría. Por primera vez, los congresos se celebraban en los cinco continentes, y desde entonces se estableció la costumbre de ir alternando las sedes por todo el orbe.
Los congresos eucarísticos se vieron interrumpidos por la segunda guerra mundial y no se retomaron hasta catorce años más tarde, en 1952 en Barcelona, de la mano de Pío XII. El segundo y último congreso eucarístico de su pontificado se celebró en 1955 en Río de Janeiro.
Solo se celebró uno durante el pontificado de Juan XXIII, en Múnich en 1960, mientras que Pablo VI organizó cuatro entre 1964 y 1976, en la India (ocasión en la que el Papa regaló su coche a Madre Teresa de Calcuta), Colombia, Australia y Estados Unidos.
Más recientemente, Juan Pablo II celebró siete entre 1981 y 2004 en Francia, Kenia, Corea del Sur, España, Polonia, Italia y México.
Los últimos congresos han sido con Benedicto XVI en Quebec (Canadá) en 2008 y en Dublín en 2012, y, ya con el Papa Francisco, en Cebú (Filipinas) en 2016 y en Budapest en 2021. El que se celebra en septiembre de este año en la capital de Ecuador es, por tanto, el 53.º Congreso Eucarístico Internacional.
Organización de los congresos
El objetivo de un Congreso Eucarístico Interncional es “siempre hacer conocer, amar y servir mejor a Nuestro Señor Jesucristo en su Misterio Eucarístico, centro de la vida de la Iglesia y de la misión de la Iglesia”.
El encargado de convocar los Congresos Eucarísticos Internacionales es el Papa, en la ciudad que le propone un obispo o una conferencia espiscopal.
En 1879, el Papa León XIII constituyó un Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales para que se encargase de la organización y preparación de los congresos. San Juan Pablo II aprobó sus estatutos en 1986.
En 1898, con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional de Bruselas, se alentó a crear comités nacionales que facilitasen la organización en el país anfitrión, según se expresó en los documentos del congreso: “Sería útil que todos los países imitaran el ejemplo de los obispos de España, Italia y de los Estados Unidos de constituir un comité nacional para promover juntamente con los comités diocesanos más fácilmente las obras del Santísimo Sacramento y para asegurar los frutos de los congresos eucarísticos”.
En este marco, se estableció también la figura del delegado nacional, que “debe preparar para la Asamblea Plenaria un informe sobre la situación del culto y de la vida eucarística en su país”. La constitución de los delegados nacionales es posterior a la del comité nacional: fue aprobada oficialmente por san Juan Pablo II el 2 de abril de 1986.
El desarrollo de un congreso eucarístico
Aunque el congreso se celebre en un país concreto, se trata de un “acontecimiento de la Iglesia universal” y “debe involucrar en la participación a las iglesias particulares esparcidas por el mundo, como expresión de la comunión en Cristo Eucaristía”.
Habitualmente, el congreso eucarístico se prolonga durante una semana, aunque no hay una duración establecida, ya que según las particularidades y recursos de cada diócesis puede ser de un día o varios. El culmen de un Congreso Eucarístico Internacional es la Statio Orbis, que es “la celebración eucarística presidida por el Papa o por su legado como expresión visible de la comunión de la Iglesia universal”. La Statio Orbis se realiza en los Congresos Eucarísticos Internacionales desde 1960, reanudando “una costumbre de la antigua Iglesia de Roma […], cuando el Papa y el pueblo se unían en la oración en determinadas ocasiones”.
Además, la Santa Sede indica la importancia de que el congreso no sea un momento puntual en la vida espiritual de la diócesis, sino que se siga trabajando y alentando el culto a la Eucaristía posteriormente en las parroquias, manteniendo “viva la llama, de manera que los Congresos Eucarísticos Internacionales no queden solo en un hermoso recuerdo personal, sino que tengan continuidad pastoral”.
Aunque los congresos son un evento de la Iglesia, pueden incluir “una dimensión ecuménica e interreligiosa”. Hay varios elementos indispensables en el desarrollo de un congreso eucarístico. Su centro es “la celebración eucarística, fuente y vértice de toda vida cristiana”. Por tanto, se realizan oraciones en común, adoración al Santísimo Sacramento y procesiones eucarísticas. Además, se llevan a cabo conferencias y enseñanzas para profundizar en el misterio eucarístico.