Artículo 1: En busca del fundamento teológico de la música sacra y litúrgica
Artículo 2: En busca del fundamento teológico de la música sacra y litúrgica. Una historia de la música sacra
«Los sonidos perecen porque no pueden ser escritos», san Isidoro – 1
¿Alguien tiene una grabadora?
«Después de cantar el himno (ὑμνήσαντες), salieron para el monte de los Olivos». (Mt 26,30; Mc 14,26).
James McKinnon sugiere que este canto puede haber sido la segunda parte del Hallel Oxirr (salmos 113-118), uno de los cantos rituales de la Última Cena. Aunque no lo fuera —siguiendo la cronología de san Juan— esta cita manifiesta un vínculo entre el canto en las comidas ceremoniales judías y cristianas. Lo que sí queda claro es que el mismo Jesucristo cantó con sus discípulos. Ahora bien, no podemos saber de qué manera cantaron, porque en esa época la música no se escribía… ni se grababa.
De aquí partió la música cristiana, que tampoco podrá escribirse hasta finales del siglo IX. Con esto, iniciamos el recorrido histórico particular que planteamos en el artículo anterior. Comenzaremos abordando estos nueve siglos sin escritura: el desafío de una música que nadie ha vuelto a oír desde hace siglos y que, además, no quedó escrita ni grabada. En el siglo VII, san Isidoro de Sevilla todavía señalaba la cuestión (Etimologías III,15): «Si los sonidos no son retenidos en la memoria por el hombre, perecen, porque no pueden ser escritos».
La Iglesia en busca de su música
La música de los cristianos del primer milenio abarcaba mucho más que el canto gregoriano. Tampoco debe pensarse que el gregoriano surgió de manera repentina. Es particularmente interesante lo que se va descubriendo sobre el recorrido que llevó a su creación en el siglo IX. La investigación continúa abierta.
Dividimos, pues, estos primeros nueve siglos en tres periodos:
a) Durante los primeros tres o cuatro siglos, la liturgia cristiana se celebraba en griego y con una buena dosis de «improvisación», dado que los textos litúrgicos no se habían fijado aún. Por otra parte, lo que entendemos por el canto cristiano primitivo iba más allá de la liturgia. En todo caso, la documentación conservada de los primeros dos siglos es muy escasa. Tenemos más noticias del siglo III y, sobre todo, del IV.
b) Del siglo IV al VIII, seguramente a partir de eventos de la magnitud del Edicto de Milán (313) o el Concilio de Nicea (325), se fueron creando distintos tipos de cantos en diversas comunidades cristianas.
c) En el siglo IX, Carlomagno promovió la unificación litúrgica en su imperio. La consiguiente unificación del canto no fue tarea sencilla y el proceso desembocó en un nuevo tipo de canto, el gregoriano. (Nótese que san Gregorio Magno había fallecido hacía dos siglos!). Tiempo después, en las últimas dos décadas del mismo siglo, aparecieron los primeros documentos con sistemas de notación musical ya establecidos.
¿El resultado? Un canto —el gregoriano— que hoy se conoce como «propio de la liturgia romana» (Sacrosanctum Concilium, 116) y algunos otros tipos de canto, repartidos por la geografía. Algunos de ellos dejaron de utilizarse, como el canto hispano mozárabe; otros han sobrevivido hasta la actualidad, como el canto milanés. John Caldwell sostiene que el arte musical naciente en la Iglesia fue el precursor de la música occidental moderna.
Desde el canto semítico hasta la liturgia en latín (ss. III-IV)
Excursus: Templo, sinagoga y culto
La Biblia muestra que en el Templo de Jerusalén, especialmente el primero, el de Salomón (destruido en el siglo VI a.C.), la música era muy elaborada, con grandes coros y una notable variedad de instrumentos (cfr. 2Cr 5,12-14; 2Cr 7,6; 2Cr 9,11; 2Cr 23,13; 2Cr 29,25-28).
Llegó el exilio y, durante los 70 años en Babilonia, el Pueblo de Israel se replanteó muchas cuestiones sobre su relación con Dios y su culto. Regresaremos a este punto más adelante, dada su gran importancia. Por ahora, basta señalar que, tras la reconstrucción del Templo (516 a.C.), la música en él experimentó una moderación significativa.
En la sinagoga, en cambio, el canto era austero y, por lo general, sin acompañamiento de instrumentos.
Es importante recordar que el Templo era el lugar de los sacrificios, mientras que la sinagoga se destinaba a la lectura de la Palabra y la instrucción.
Otro dato relevante: en un principio, los cristianos siguieron asistiendo tanto al Templo como a la sinagoga. Sin embargo, pronto dejaron de acudir al Templo, pues la novedad de Cristo y su sacrificio eran algo totalmente distinto al culto allí celebrado.
La influencia semítica en el canto cristiano de los primeros siglos
Según estudios recientes, el canto cristiano más antiguo tuvo mayor presencia en las comidas ceremoniales que en la propia liturgia. Ya fuera más temprano o más tarde, ya para su liturgia o fuera de ella, los cristianos tomaron la referencia de dos formas de los cantos que habían conocido en su entorno original: el canto de los salmos y la cantilación de las lecturas. Los salmos se cantaban con tonos derivados de la tradición, pero simplificados: a una sola voz y, en general, sin instrumentos. La cantilación era una «recitación cantada», un estilo declamatorio a medio camino entre el habla y el canto, que confería al texto mayor expresividad y solemnidad.
Estos dos procedimientos serán la base de todo el canto cristiano. Comprenderlos bien es clave para desentrañar los secretos del canto posterior. En cualquier caso, parece que las melodías no son copia del canto hebreo. Alberto Turco sostiene que se trata de melodías occidentales.
… Y los himnos en griego
Con la difusión del cristianismo, la liturgia y el canto llegan también pronto a otras tierras. Dado que nos queremos centrar en Occidente, fijamos atención en los acontecimientos de Grecia y Roma. El mundo conocido estaba poblado de religiones mistéricas, de cultos orientales y de sincretismo. La lengua franca era el griego koiné, incluso en Roma y entre los judíos de la diáspora. Por entonces, ya circulaba la versión griega del Antiguo Testamento. Y el canto de los cristianos, al llegar a cada lugar, se adaptaba en lo posible al contexto local, en su expresión griega.
Se constata que hubo una proliferación significativa de cantos nuevos, específicamente cristianos. Plinio el Joven escribió en un documento oficial dirigido al emperador Trajano (c. 110): «Cantan himnos cristológicos, como si de un dios se tratara». Joseph Ratzinger sugiere que estos cantos jugaron un papel importante en la clarificación de la doctrina en los primeros tiempos. Llega a afirmar lo siguiente:
«Los primeros desarrollos de la cristología, con el reconocimiento cada vez más profundo de la divinidad de Cristo, se han realizado con bastante probabilidad precisamente en los cantos de la Iglesia, en el entrelazado de teología, poesía y música». («Cantad a Dios con maestría. Indicaciones bíblicas orientativas para la música sagrada», Obras Completas, v. 11, p. 450).
Una de cal y otra de arena
Una de cal: a pesar de todo, hay consenso acerca de cierta influencia semítica sobre el canto cristiano, sin que podamos determinar en qué grado.
Y otra de arena: en los ocho o nueve siglos que estamos recorriendo, se conoce una sola excepción de un manuscrito con notación musical. Se trata del Papiro de Oxirrinco 1786, descubierto en 1918 durante las excavaciones en Oxirrinco, en Egipto, y publicado por primera vez en 1922. Es un himno que invita a toda la creación a alabar a la Santísima Trinidad. Se remonta al final del siglo III. El texto está escrito en griego y la música sigue una notación alfabética de tradición griega. Es un canto a una sola voz, sin instrumentos. La fotografía está disponible en la red, así como algunas grabaciones modernas, ensayos de lo que podía haber sido aquel canto.
El punto es que no podemos saber cuánto es este fragmento representativo de los cantos de la época. Tampoco es fácil estimar el grado de las influencias locales, no semíticas, sobre el canto. A esto se añade que muchos documentos utilizan los términos «salmo» e «himno» de manera intercambiable.
A pesar de cuanto hemos mostrado, los nuevos cantos no trajeron solo ventajas, sino también influencias contrarias al cristianismo en algunos lugares. Es significativa la infiltración progresiva de la gnosis, precisamente a través del canto, a partir del siglo II. La Iglesia tomó algunas medidas en su momento.
Reservas de la Iglesia y de los Padres
Ante este panorama, es también significativo lo que podemos leer en los escritos de los Padres. Sobre este punto nos detendremos más adelante en los artículos de la parte teológica, pero ahora es necesario hacer una referencia. El hecho es que no son pocos los escritos contrarios al canto y, sobre todo, a los instrumentos. Dejamos aquí apuntado que, a pesar de la gravedad de los problemas, nunca se esgrimen motivos fundamentales sobre la música. Citamos brevemente cuatro de estos motivos de reserva ante la música.
a) Posible asimilación a los cultos mistéricos.
b) La entrada de elementos sensuales.
c) La citada influencia de las doctrinas gnósticas.
d) Johannes Quasten señala la formación neoplatónica de algunos escritores y Padres.
Si estas son, verdaderamente, las razones de cautela más importantes, lo que ellas mismas reclaman es un criterio fundamental que verifique toda verdadera música litúrgica. Eso es precisamente lo que intentaremos esclarecer a lo largo de estos artículos. De otro modo, ¿por qué Joseph Ratzinger explica en distintas ocasiones que la liturgia exige el canto?
En la próxima entrega, continuaremos con el desarrollo de este periodo histórico de ausencia de notación musical. Recordemos que los documentos del siglo IV son más abundantes y, desde entonces, los hechos se muestran con menos timidez, lo que permite reconstruir mejor lo ocurrido.
A continuación, facilitamos algunos títulos de diversa temática y cualidad técnica, sobre los que continuar la lectura.
Nota bibliográfica:
Para una visión general del canto gregoriano, se recomienda consultar dos manuales clave, en español y de distinta profundidad técnica, de dos grandes autores. En primer lugar, El canto gregoriano: historia, liturgia, formas… de Juan Carlos Asensio Palacios (Madrid, Alianza Música, 2003), que proporciona una introducción abundante al tema. Por otro lado, Daniel Saulnier, otro gran experto, ofrece en El canto gregoriano (traducido por Ernesto Dolado, Solesmes, 2001), una perspectiva igualmente profunda, aunque mucho más breve y en un estilo queridamente más divulgativo.
Para un enfoque distinto, aunque igualmente fundamental, se pueden consultar otros dos manuales de Alberto Turco. El primero, Iniziazione al canto gregoriano (Città del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2016), presenta una introducción clara y accesible al canto gregoriano, mientras que el segundo, Il canto gregoriano: corso fondamentale (Roma, Torre d’Orfeo, 3. ed., 1996), ofrece una visión más técnica y estructurada.
En cuanto a las publicaciones más propiamente históricas, se puede seguir la actualización que propone Peter Jeffery en Musical Legacies from the Ancient World, en el primer volumen de The Cambridge History of Medieval Music, editado por Mark Everist y Thomas Kelly (Cambridge, University Press, 2018), o bien el volumen editado por James W. McKinnon, Antiquity and the Middle Ages: From Ancient Greece to the 15th Century, (Houndmills y Londres, The Macmillan Press, 1990).
Aunque algo más antiguos, siguen siendo de gran valor los trabajos de Solange Corbin, L’église à la conquête de sa musique (Paris, Gallimard, 1960) y Music & Worship in Pagan & Christian Antiquity de Johannes Quasten (traducido por Boniface Ramsey, Washington, D.C., National Association of Pastoral Musicians, 1983). El libro de Quasten sigue siendo una referencia relevante sobre la relación entre la música y el culto en la antigüedad.
Una obra importante sobre la constitución del canto medieval es With Voice and Pen: Coming to Know Medieval Song and How It Was Made de Leo Treitler (Oxford, New York, Oxford University Press, 2007). Esta antología reúne los principales artículos de Treitler, un autor que ha dejado una huella importante en la investigación sobre el canto cristiano medieval.
Finalmente, dos volúmenes centrados en la época carolingia, importantes para comprender el desarrollo del canto gregoriano y la notación musical. El primero es Gregorian Chant and the Carolingians de Kenneth Levy (Princeton, N.J., Princeton University Press, 1998). El segundo, más reciente, es Writing Sounds in Carolingian Europe: The Invention of Musical Notation de Susan Rankin (Cambridge, UK, New York, USA, Cambridge University Press, 2018), una obra esencial para comprender la creación y el impacto de la notación musical en la Europa carolingia.
Profesor Asociado, Universidad Pontificia de la Santa Cruz. MBM International Project (Música, Belleza y Misterio)