Sagrada Escritura

“Revestiros del hombre nuevo” (Ef 4, 20-24)

Juan Luis Caballero·22 de marzo de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
efesios

Después de haber hablado del misterio de la Iglesia en el que hay que creer, la Carta a los Efesios se extiende en exponer que ese misterio se ha de vivir (Ef 4, 1 – 6, 17). Esta vida cristiana tiene carácter eclesial y es presentada como la vida del hombre nuevo y de los hijos de la luz. Los principios que la rigen se ofrecen en Ef 4, 20-24 (cfr. Col 3, 5-10); los versículos siguientes ilustrarán estos principios con lo que se ha de evitar y lo que se debe hacer (Ef 4, 25 – 5, 20).

No como viven los paganos

Por lo tanto, digo y testifico esto en el Señor: que ya no viváis como viven los gentiles, en sus vanos pensamientos, con el entendimiento oscurecido, ajenos a la vida de Dios, a causa de la ignorancia en que están por la ceguera de sus corazones. Indolentes, se dieron a la perversión, para obrar con avidez toda impureza” (Ef 4, 17-19).

La nueva vida de los gentiles creyentes, a los que la carta se dirige fundamentalmente, se presenta en oposición al comportamiento de los “gentiles que no creen en Cristo”. Esta vida está caracterizada por “tener la mente oscurecida” y por “vivir ajenos a Dios”. La nueva vida no supone un cambio de identidad (siguen siendo gentiles), sino de mentalidad y de obrar (ya no han de vivir como paganos). 

La razón por la que los gentiles no creyentes llevan esa vida se encuentra en la “ignorancia” y en el “endurecimiento” de sus corazones. Y de ahí su obrar: “indolencia, perversión e impureza”. Estas palabras retoman los modos de ver bíblicos y judíos (Sb 14, 22; 15, 11; Filón, Decálogo 8; Flavio Josefo, Antigüedades judías 10, 142), también presentes en el Nuevo Testamento (Hch 17, 30; 1 P 1, 14; 2, 15; cfr. Rm 1, 21-24).

Para renovaros y revestiros

Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo—si es que en efecto le habéis escuchado y habéis sido enseñados conforme a la verdad que está en Jesús— para abandonar la antigua conducta del hombre viejo, que se corrompe conforme a su concupiscencia seductora, para renovaros en el espíritu de vuestra mente y revestiros del hombre nuevo, que ha sido creado conforme a Dios en justicia y santidad verdaderas” (Ef 4, 20-24).

La nueva vida de los creyentes queda subrayada por el contraste con la de los paganos. Estos vv. 20-24 se encuentran, así, en oposición al v. 18: frente a la ignorancia (culpable = dureza de corazón) de los paganos se habla del conocimiento de Cristo. A continuación, el obrar cristiano (Ef 4, 25 – 5, 20) se contrastará con el obrar pagano descrito en Ef 4, 19. 

La carta establece una relación esencial entre la nueva vida y el conocimiento de Cristo. Estos vv. 20-24 hacen referencia, con insistencia, a la catequesis bautismal: “habéis aprendido, habéis escuchado, habéis sido enseñados”. La carta usa la expresión aprender a Cristo para subrayar que el objeto de la catequesis es presentar a una persona viva a la que hay que conocer y con la que hay que tener una relación personal, Cristo, en quien leemos el designio divino para la humanidad (cfr. 1 Co 2, 2; Ga 2, 20; Flp 1, 21). Cristo es el Evangelio que han escuchado y que se les ha enseñado, un Resucitado que no puede separarse del Jesús, hijo de María, que ha vivido entre los hombres, ha sido rechazado y ha muerto en la cruz. Ese hombre, que es la verdad de Cristo glorioso, es el que deben aprender a conocer. El conocimiento de Jesucristo es necesario, así, no solo para el crecimiento eclesial, sino que es también fundamento de la conducta moral de los creyentes, ya que en él formamos un hombre nuevo.

El contenido de la enseñanza recibida hace referencia a abandonar, renovar y revestirse. En primer lugar, se habla de lo negativo: es necesario desprenderse del hombre viejo, esto es, de todo lo que, según Col 3, 8, es ira, pasión, malicia, blasfemia y conversación deshonesta. Luego se habla de lo positivo, en oposición frontal con el v. 17: los paganos se rigen por pensamientos vanos, mientras que el ser cristiano se caracteriza por una renovación espiritual de la inteligencia, esto es, de la parte superior de la inteligencia. Gracias a eso el creyente podrá conocer a Cristo y revestirse del hombre nuevo (cfr. 1 Ts 5, 8; Ga 3, 27; Rm 13, 14; 1 Co 15, 43. 53-54; 2 Co 5, 3-4; Col 3, 10; Ef 6, 11). La expresión “que ha sido creado conforme a Dios”, que remite a la creación de Adán (cfr. Sb 9, 1-3; 2, 23; Si 17, 1; 33, 10), confirma que el creador de la humanidad nueva es Cristo mismo, cumpliendo así el proyecto de Dios para la humanidad.

La imagen del revestirse, por último, no hace referencia a algo meramente externo, como sucede con las ropas. La carta habla de un despojarse y un revestirse, en referencia al cambio moral, porque el obrar expresa, como la vestimenta, la personalidad, la forma de ser de una persona. Y para dejar claro que no se trata de algo exterior, Pablo añade del “hombre nuevo”: el creyente se reviste de un ser nuevo, del renovado por Cristo, como persona individual y como miembro de la Iglesia. Es así como el cristiano se convertirá en luz del mundo (Ef 5, 8), ante el que se retirarán las tinieblas, en cuanto resucitado con Cristo e iluminado por él (Ef 5, 14).

El autorJuan Luis Caballero

Profesor de Nuevo Testamento, Universidad de Navarra.

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