Evangelio

Mi reino no es de aquí. Viernes Santo en la Pasión del Señor (B)

Joseph Evans comenta las lecturas del Viernes Santo en la Pasión del Señor (B).

Joseph Evans·26 de marzo de 2024·Tiempo de lectura: 2 minutos

Las lecturas de hoy (¡muy largas!) se centran en que Cristo es rey. Poncio Pilato, el gobernador romano, interroga a Jesús al respecto. Si Jesús afirma ser rey, esto podría ser una amenaza para el Imperio romano. Israel era un estado sometido a Roma, por lo que si Jesús afirmaba ser rey, podría tratarse de un acto de rebelión contra el imperio. De hecho, más tarde oímos a los judíos amenazar a Pilato: “Todo el que se hace rey está contra el César”. Así que le pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

Jesús deja claro que es un rey, pero que su reino no es terrenal: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”.

Es un reino espiritual, no político. Pero Pilatos sigue sin entenderlo. E insiste: “Entonces, ¿tú eres rey?”. La respuesta de Nuestro Señor es misteriosa: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”.

Así pues, Jesús es rey, pero no de la forma en que comúnmente se entiende. Su reino no tiene que ver con el poder en la tierra ni con el que se consigue mediante la corrupción. Cuando pensamos en política y poder, solemos pensar en engaño y falsedad, no en verdad. Pilato está igualmente confundido. Pregunta: “Y ¿qué es la verdad?”. Como si dijera: “¿Qué tiene que ver la verdad con el gobierno terrenal?».

Jesús es rey con un reino que no es de este mundo y una realeza relacionada con la verdad. Cuanto más miramos al cielo y decimos la verdad, más reyes somos, más nos gobernamos a nosotros mismos. Hay una realeza que viene con la honestidad y la sinceridad y con mirar hacia el cielo. El verdadero gobierno está en el cielo. Jesús nos promete que, si somos fieles, compartiremos su trono en el cielo (Ap 3, 21). Como él venció y comparte el trono de su Padre, nosotros compartiremos su triunfo.

Hoy es un día para centrarnos en la Cruz como fuente de salvación. Jesús nos salvó muriendo por nosotros: aceptó esa muerte brutal y la convirtió en amor infinito, venciendo el mal de nuestros pecados. Estamos invitados a aceptar la Cruz, a convertir el sufrimiento en amor, y así colaborar con Jesús en su obra de salvación. Pero el sufrimiento también llega cuando es difícil decir la verdad. Nuestro testimonio de la verdad, con todo el sacrificio que ello pueda suponer, se convierte en unión con el sacrificio de Cristo.

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