Lecturas del domingo

Comentario a las lecturas del domingo XXXIII del tiempo ordinario (B): el bien permanece para siempre

Andrea Mardegan comenta las lecturas del XXXIII domingo del tiempo ordinario y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo. 

Andrea Mardegan / Luis Herrera·10 de noviembre de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
gloria cristo

Meditemos las cosas últimas de la historia de la salvación con los discursos de Jesús antes de su pasión. “En aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su luz, las estrellas caerán del cielo y las potestades de los cielos se trastornarán”. El cielo, el sol, la luna y las estrellas, que por las primeras páginas del Génesis sabemos que son criaturas de Dios, con un principio -y por eso no deben ser entendidas como divinidad-, tienen en sí la fragilidad de la criatura y tendrán un final, no son eternas. “El cielo y la tierra pasarán”. Así también pasarán la historia de los hombres y todas nuestras empresas. Pero el libro de Daniel revela que hay unas estrellas que son para siempre, en un firmamento diferente: “Los sabios brillarán como el esplendor del firmamento; los que han llevado a muchos a la justicia brillarán como las estrellas para siempre”. Las obras no permanecen, el bien y los bienhechores permanecen para siempre. Y estos sabios nos guían en la vida como estrellas del cielo. 

Además, el libro de Daniel promete la ayuda de los ángeles: “En ese momento, Miguel, el gran príncipe, se levantará para velar por los hijos de tu pueblo”. Y, sobre todo, Jesús nos asegura que “mis palabras no pasarán”, y que él volverá como causa de la salvación eterna: “Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes con gran poder y gloria. Enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos desde los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo”. Ante el drama de la conmoción del cielo y de la tierra, Jesús nos consuela con una imagen de ternura y vida: menciona la higuera, que sus oyentes conocen bien, y dice que su existencia es una parábola del adviento definitivo del Reino. “Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramas se enternecen y brotan las hojas, sabéis que está cerca el verano”.

La creación de Dios nos revela los secretos de su Reino. En invierno la higuera aparece muerta, y ni siquiera se usa para leña o para la construcción, por su fragilidad, pero en verano se viste con hojas tan grandes que pueden vestir a Adán y Eva, y da dos cosechas de frutos exquisitos de gran “dulzura” (Jc 9, 11). Así como su fruto es dulce y el verano caluroso, así será la segunda venida de Jesús: “Sabed que está cerca, que está a las puertas”. Según la carta a los Hebreos, se acerca con su sacrificio de salvación: “Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Ahora, donde hay perdón de estas cosas, ya no hay ofrenda por el pecado”. Con el Salmo 15 nos preparamos para ese encuentro: “Me mostrarás el camino de la vida, alegría plena en tu presencia, dulzura sin fin a tu derecha”.

La homilía sobre las lecturas del domingo XXXIII

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.

El autorAndrea Mardegan / Luis Herrera

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