Enseñanzas del Papa

San José, un corazón valiente y creativo

Tres grandes temas aparecen en las enseñanzas del Papa estas semanas: sigue su catequesis sobre la oración, bajo su bendición se ha publicado un Vademécum ecuménico para las Iglesias locales y ha escrito una carta apostólica sobre san José. 

Ramiro Pellitero·2 de enero de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

En este artículo nos centramos en la carta Patris corde, con motivo del 150 aniversario de la declaración de san José como patrono de la Iglesia universal.

Comenzando el “Año de san José” 

Con la carta Patris corde (8-XII-2020) el Papa convoca un “Año de san José” hasta el 8 de diciembre de 2021. Dice que su objetivo es “que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes”

En segundo lugar, la figura de san José toma protagonismo ante la pandemia, al ponerle Francisco no solo como “intercesor, apoyo y guía” en estos momentos de dificultad, sino como especial representante y patrono de esas “personas comunes”, que se han comportado heroicamente, aunque sin llamar la atención; han trabajado, han infundido esperanza y han rezado, sujetándonos a todos. Y ello en muchos casos hasta dar la vida por los demás.

“Jesús vio la ternura de Dios en José” (n. 2), que le enseñó también a rezar. También para nosotros “es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, teniendo una experiencia de verdad y ternura” (ibíd.). Ahí Dios nos acoge y nos abraza, nos sostiene y nos perdona. 

De un modo parecido al de María, José dijo “hágase” a la voluntad de Dios, aunque solo se le manifestara en sueños. Y así pudo “enseñar” la obediencia a Jesús: “En la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre” (n. 3) que pasaba por la pasión y la cruz (cfr. Jn 4, 34; Flp 2, 8; Hb 5, 8). Incluso dice el Papa: “Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el ejemplo para la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso (cf. Lc 15, 11-32)”.

José “acogió” de modo eminente el papel de esposo de María y de padre de Jesús, que Dios le pedía. Y eso configuró su vida interior: “La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge(n. 4). 

Aunque los planes de Dios sobrepasaban sus expectativas, actuó con fortaleza, asumiendo con “valentía creativa” también los que parecían como contradictorioa, inesperados o incluso decepcionantes. En esas ocasiones con frecuencia Dios saca “a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener” (n. 5). 

Custodio de Jesús y María, la Iglesia y los necesitados

Concretamente, José “sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia”. Así fue capaz de custodiar y servir a Jesús y a María (cfr. Homilía de inicio del ministerio petrino, 19-III-2013). Y es ahora el custodio de la Iglesia, teniendo en cuenta que en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María. 

Coherentemente, según expresó Jesús mismo (cfr. 25, 40), José sigue cuidando a los más necesitados, porque en ellos sigue viendo a ese “Niño” que es Jesús y a María, que (por ser madre de misericordia y esposa de Cristo) también se identifica con ellos. “Por eso se invoca a san José como protector de los indigentes, los necesitados, los exiliados, los afligidos, los pobres, los moribundos” (Patris corde, n. 5). “De José” –propone el Papa– “debemos aprender el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre” (ibíd.).

Modelo y patrono de los trabajadores

Desde León XIII (cfr. enc. Rerum novarum, 1891), la Iglesia propone a san José como modelo de trabajador y patrono de los trabajadores. Al contemplar la figura de san José, señala Francisco en su carta, se comprende mejor el significado del trabajo que da dignidad, y el importante lugar del trabajo en el plan de la salvación. Por otra parte, hoy nos conviene a todos una reflexión sobre la paternidad.

 “El trabajo” –escribe el Papa– “se convierte en ocasión de realización no solo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia” (Patris corde, n. 6). 

Y en relación con la situación actual, señala: “La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva ‘normalidad’ en la que nadie quede excluido. La obra de san José nos recuerda que el mismo Dios hecho hombre no desdeñó el trabajo. La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades” (ibíd.).  

¿Que significa ser padre? 

En la ultima parte de su carta, el Papa se detiene a considerar que José supo ser padre “en la sombra” (cita el libro de Jan Dobraczyński, La sombra del Padre, de 1977, Palabra, Madrid 2015). 

Hoy, considera Francisco, necesitamos por todas partes, padres. En nuestra sociedad los niños a menudo parecen no tener padre. Y también la Iglesia necesita padres, tanto en sentido literal, buenos padres de familia, como en un sentido más amplio, padres espirituales de otros (cfr. 1 Co 4, 15; Ga 4, 19).  ¿Pero qué significa ser padre? Explica el Papa de forma sugerente: “Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir” (n. 7). Y piensa que la palabra “castísimo”, que pone junto a José la tradición cristiana, expresa esa “lógica de libertad” que todo padre debe tener para amar de una manera verdaderamente libre. 

Del “auto-sacrificio” al don de sí mismo

Observa Francisco, introduciendo una reflexión decisiva, que todo esto no lo consideraría san José como un “auto-sacrificio”, lo que podría dar pie a una cierta frustración; sino, con una mayor madurez, como don de sí mismo, como fruto de la confianza en Dios. Por eso el silencio de san José no da lugar a quejas sino a gestos de confianza. Así es. El lenguaje actual, propio de una cultura en la que falla la perspectiva cristiana, ya no ve en el sacrificio el don de sí mismo, sino solo un camino costoso, y no descubre su conexión con la vida y la alegría. Al mismo tiempo necesita padres que se entreguen generosamente a la educación de sus hijos.

“El mundo” –señala– “necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción” (ibíd.). 

Francisco nos invita a superar esta lógica (meramente humana) del sacrificio y redescubrir el don de sí mismo, con toda su belleza y alegría, como camino de la felicidad y de la realización personal. Hay que cambiar de lógica, pues “la lógica del amor es siempre una lógica de libertad” (ibíd.). 

En el momento educativo actual, esta propuesta del Papa, como fruto de la contemplación de san José, es un poderoso foco luminoso: rechazar la lógica de la posesión y cambiarla por la lógica del amor, que consiste en darse a sí mismo. En el caso de los padres, al servicio del cuidado, de la educación y de la verdadera libertad de los hijos que Dios les confía.

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