Enseñanzas del Papa

Servir a la verdad y a la esperanza. El Papa en Bélgica y Luxemburgo

Durante su visita a Bélgica y Luxemburgo el Papa Francisco llevó a quienes se encontraron con él un mensaje de esperanza y espíritu de servicio.

Ramiro Pellitero·4 de noviembre de 2024·Tiempo de lectura: 7 minutos
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Entre el 26 y el 29 de septiembre el Papa Francisco realizó una visita pastoral a Bélgica y Luxemburgo. 

Las enseñanzas que surgieron en esa breve e intensa visita quedaron organizadas en torno a dos lemas: “Para servir” y “En camino, con Esperanza”. 

Acogida, misión, alegría

“Para servir” fue su divisa en Luxemburgo; un país comprometido, tras la Segunda Guerra Mundial, en la promoción de la unidad y de la solidaridad en Europa. 

En su encuentro con la comunidad católica, celebrado en la catedral de Notre-Dame de Luxemburgo, inauguró un jubileo mariano con motivo de los cuatro siglos de devoción a María, Consuelo de los afligidos, Patrona del país. 

Se detuvo a considerar tres palabras: servicio, misión y alegría. En relación con el servicio, subrayó el espíritu de acogida: “Los animo a permanecer fieles a esta herencia, a esta riqueza que ustedes tienen, a seguir haciendo de vuestro país una casa acogedora para todo el que llame a vuestra puerta pidiendo ayuda y hospitalidad” (Discurso, 26-IX-2024). Un deber de justicia y de caridad, que lleva, como dijo Juan Pablo II en este país en 1985, a compartir el mensaje del Evangelio “en la palabra del anuncio y en los signos del amor”. Insistió Francisco en la unidad entre la palabra del anuncio y los signos del amor, en este momento de Europa y del mundo. 

Respecto a la misión, señaló que la Iglesia, en el contexto de una sociedad secularizada como es la europea, debe progresar, madurar y crecer: “No se repliega en sí misma, triste, resignada, resentida, no; sino que acepta el desafío, en fidelidad a los valores de siempre, de redescubrir y revalorizar de manera nueva los caminos de evangelización, pasando cada vez más de una simple propuesta de atención pastoral a una propuesta de anuncio misionero”. 

En tercer lugar, recalcó que nuestra fe “es alegre, ‘danzante’, porque nos manifiesta que somos hijos de un Dios amigo del hombre, que nos quiere contentos y unidos, que nada lo hace más feliz que nuestra salvación”.

Dos calamidades del momento

Ya en Bélgica –puente entre el mundo germánico y el latino, entre el sur y el norte de Europa, entre el continente y las islas británicas–, la visita papal se realizó bajo el emblema “En camino, con Esperanza”.

Además de observar las “dos calamidades” de este momento, el invierno demográfico y el infierno de la guerra, señaló Francisco que la Iglesia es consciente de los dolorosos antitestimonios que se dan en su seno, concretamente de los abusos de menores, a los que se refirieron tanto el rey de Bélgica como el primer ministro en sus discursos. El Papa indicó que es necesario pedir perdón y resolver esta situación con humildad. Es necesario, agregó, “que la Iglesia encuentre siempre en sí misma la fuerza para actuar con claridad y no uniformarse con la cultura dominante, aun cuando esa cultura utilizase –manipulándolos– valores que derivan del Evangelio, pero solo para sacar de ellos conclusiones ilegítimas, con sus consecuentes cargas de sufrimiento y exclusión” (Encuentro con las autoridades y la sociedad civil, Bruselas, 27-IX-2024).   

Ensanchar las fronteras

El mismo 27 de septiembre el sucesor de Pedro se encontró con los profesores universitarios en la Universidad Católica de Lovaina. Comenzó enunciando la primera tarea de la universidad: “Ofrecer una formación integral para que las personas adquieran los instrumentos necesarios para interpretar el presente y proyectar el futuro”. En esa línea, apuntó que las universidades deber ser “espacios generativos” de cultura, de pasión por la búsqueda de la verdad y al servicio del progreso humano.“En particular, los ateneos católicos, como este, están llamados ‘a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuesta’” (Const. ap. Veritatis gaudium, 3).

En este contexto, el Papa les invitó a “ensanchar las fronteras del conocimiento”. “No se trata –explicó– de aumentar las nociones o las teorías, sino de hacer de la formación académica y cultural un espacio vital, que abraza la vida y la interpela”. 

De esa manera se podrán vencer las tentaciones del pensamiento débil (y relativista) y del racionalismo cientificista o materialista. Dos tentaciones emparentadas entre sí por una renuncia o un reduccionismo en relación con la verdad.

Por una parte, estamos sumergidos en una cultura marcada por la renuncia a la búsqueda de la verdad; hemos perdido la inquieta pasión de indagar, para refugiarnos en la comodidad de un pensamiento débil –el drama del pensamiento débil–, para refugiarnos en la convicción de que todo es igual, de que una cosa vale lo mismo que la otra, de que todo es relativo”.

Por otra parte, cuando se habla de la verdad en los contextos universitarios y también en otros ámbitos, se cae muchas veces en una actitud racionalista, según la cual solo se puede considerar verdadero lo que podemos medir, experimentar, tocar, como si la vida se redujese únicamente a la materia y a lo visible. En ambos casos los límites resultan reducidos”.

En relación con estas dos actitudes, el Papa habló de “cansancio del espíritu” y de “racionalismo sin alma”, ilustrándolas a partir de Kafka y Guardini. Buscar la verdad es ciertamente agotador –indicó– porque nos compromete, nos desafía y nos hace preguntas; y por eso “nos atrae más una ‘fe’ fácil, ligera y cómoda, que nunca nos cuestiona nada”. Por otra parte, si la razón se reduce a lo material, se pierde el asombro, y entonces falla el itinerario del pensamiento y se acalla la pregunta por el sentido de la vida, que solo puede reconocerse plenamente en Dios. 

Por todo ello es necesario invocar al Espíritu Santo para ensanchar las fronteras, no solo de los refugiados, sino también de la cultura y del conocimiento, sobre todo al servicio de los más débiles (cfr. A. Gesché, Dios para pensar, Salamanca 2010). 

Evangelización, alegría y misericordia

El sábado 28 de septiembre el Papa se encontró con los obispos, presbíteros y operadores pastorales belgas en la basílica del Sacro Cuore de Koekelberg. Para afrontar el momento actual les propuso tres caminos: evangelización, alegría y misericordia

Estamos en medio de un tiempo y una crisis que nos invita a volver al camino esencial: la evangelización. “Un tiempo –la Biblia lo llama ‘kairós’– que se nos ha ofrecido para sacudirnos, para interpelarnos y para cambiar”. La crisis se manifiesta en que “hemos pasado de un cristianismo establecido en un marco social acogedor, a un cristianismo ‘de minorías’ o, mejor dicho, de testimonio”. 

Esto, observa Francisco, reclama la valentía de una conversión eclesial, para afrontar las transformaciones necesarias en cuanto a las costumbres, los modelos de referencia y los lenguajes de la fe, de modo que se sitúen mejor al servicio de la evangelización (cfr. Evangelii gaudium, 27). Concretamente, necesitamos abrirnos más a las exigencias del Evangelio para superar la uniformidad y abrirnos a la diversidad, para llegar más y mejor a una sociedad que ya no lo escucha o se aleja de la fe. 

El segundo camino a transitar es la alegría. “No se trata –explica el Papa– de las alegrías asociadas a algo momentáneo, ni de consentir los modelos de evasión o de diversión consumista; sino de una alegría más grande, que acompaña y sostiene la vida inclusive en los momentos oscuros o dolorosos, y esto es un don que viene de lo alto, de Dios”. 

Se trata, por tanto, de la alegría del corazón suscitada por el Evangelio: “Es saber que a lo largo del camino no estamos solos y que aún en las situaciones de pobreza, de pecado, de aflicción, Dios es cercano, cuida de nosotros y no permitirá que la muerte tenga la última palabra”. Dios es cercano, cercanía. 

En este punto, Francisco citó una frase de Joseph Ratzinger antes de ser Papa, cuando escribió que una regla del discernimiento es la siguiente: “donde muere el humor, ni siquiera existe el Espíritu Santo (…). Y viceversa: la alegría es signo de gracia” (El Dios de Jesucristo, Brescia 1978). 

En tercer lugar, está el itinerario de la misericordia, porque Dios jamás nos retira su amor.La misericordia es necesaria para cambiar nuestro corazón de piedra ante el sufrimiento, concretamente el de las víctimas de los abusos o de los presos por los errores cometidos; porque nadie está perdido para siempre. 

Antes de despedirse, el Papa evocó cuadro del pintor belga René Magritte, titulado El acto de fe: “Representa una puerta cerrada por dentro, pero con una abertura al centro, está abierta hacia el cielo. Es una abertura que nos invita a ir más allá, a mirar hacia delante y hacia arriba, a no encerrarnos nunca en nosotros mismos, nunca en nosotros mismos”. 

Y añadió: “Los dejo con esta imagen, como símbolo de una Iglesia que nunca cierra sus puertas –por favor, nunca cierra las puertas–, que a todos ofrece una apertura al infinito, que sabe mirar más allá. Esta es la Iglesia que evangeliza, que vive la alegría del Evangelio, que practica la misericordia”.

Desarrollo integral y búsqueda de la verdad

El Papa se alegró en el encuentro con los estudiantes universitarios, en el aula magna de la Universidad Católica de Lovaina (28-IX-2024). Le recibieron con un himno alusivo a la encíclica Laudato si’ en estilo jazz. Luego le leyeron una carta que planteaba algunos desafíos, incluyendo de modo crítico ciertos aspectos de la doctrina católica. En su respuesta, Francisco, recogió las preocupaciones ante el futuro y la angustia por la incertidumbre, a la vez que señaló cómo la esperanza es nuestra responsabilidad.

Con referencia al desarrollo integral, señaló que “se refiere a todas las personas en todos los aspectos de su vida: física, moral, cultural, sociopolítica; y a esto se opone cualquier forma de opresión y de descarte. La Iglesia denuncia estos atropellos, comprometiéndose ante todo en la conversión de cada uno de sus miembros, de nosotros mismos, a la justicia y la verdad. En este sentido, el desarrollo integral se apela a nuestra santidad: es vocación a la vida justa y feliz, para todos”. 

Después de aludir al papel de la mujer en la Iglesia y a la importancia del estudio, se refirió a la búsqueda dela verdad, sin la cual la vida pierde sentido. “El estudio tiene sentido cuando busca la verdad, cuando intenta encontrarla, pero con ánimo crítico […]. Y buscándola se comprende que estamos hechos para encontrarla. La verdad se hace encontrar; es acogedora, disponible, generosa. Si renunciamos a buscar juntos la verdad, el estudio se convierte en un instrumento de poder, de control sobre los demás” Y añadió: “Y les confieso que me entristece cuando encuentro, en cualquier parte del mundo, universidades que sólo buscan preparar a los estudiantes para lucrar o para tener poder. Es demasiado individualista, sin comunidad”. 

También quiso recalcar la conexión entre verdad y libertad: “¿Quieren la libertad? ¡Sean buscadores y testigos de la verdad! Tratando de ser creíbles y coherentes por medio de las decisiones cotidianas más sencillas”.

Finalmente, en su homilía de la Misa del domingo 29 de septiembre, el Papa desarrolló el trinomio apertura, comunión y testimonio. Y anunció que iniciaría el proceso de beatificación del rey Balduino, para que “con su ejemplo de hombre de fe ilumine a los gobernantes”.  El día antes, ante la tumba de este soberano católico (que en 1992 abdicó durante 36 horas para no firmar la ley sobre la legalización de aborto provocado), Francisco pidió imitar su ejemplo en un momento en que las “leyes criminales” ganan terreno y deseó que su causa de beatificación avance.

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