Para presentar el nuevo Directorio para la Catequesis, realizaremos algunos comentarios preliminares, y luego nos detendremos en la necesidad de una catequesis que sea anuncio de la fe, y mencionaremos algunos de los retos que encuentra hoy. Entre ellos, el Directorio destaca la cultura digital y la globalización de la cultura.
Tres anotaciones preliminares
En primer lugar, hay que reconocer que la idea sobre la catequesis que muchos tienen desde hace décadas se refiere a la instrucción sobre la religión dirigida sobre todo a los niños. Sin descuidar la formación de los niños y de los jóvenes, las circunstancias actuales han hecho redescubrir la catequesis de adultos, que, tomando el modelo de los primeros siglos, se propone como “paradigma” para las demás catequesis.
En todo caso, la catequesis es una necesidad para todos los cristianos, de cualquier edad y circunstancias. Nadie debe considerarse “ya formado”. Y para todos el nuevo Directorio para la catequesis ofrece un marco general y unas importantes orientaciones.
En segundo lugar, conviene distinguir la catequesis de otras formas de educación de la fe, complementarias entre sí dentro del amplio proceso de la misión evangelizadora de la Iglesia; sobre todo, conviene distinguirla de la enseñanza religiosa escolar, como información reflexiva sobre los contenidos de la fe cristiana. Esta asignatura se puede dirigir a creyentes o no creyentes. Está situada en el marco de la formación cultural, propia de la escuela o de las instituciones académicas superiores, por lo que “hace presente el Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica, de la cultura” (n. 313). Para ello esta disciplina debe tener el mismo rigor académico que las demás del currículo. Así podrá dar luz para la interdisciplinariedad propia de una formación humanizadora, hoy tan importante para la vida personal, familiar y social.
La catequesis no se inscribe, en cambio, en un sistema escolar. Su objetivo es la iniciación y después la formación progresiva del ya cristiano: acrecentar en él la adhesión personal a Cristo y la madurez en su seguimiento. En su presentación, el Directorio señala el doble objetivo de la catequesis con estas palabras: “Hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo” (exhort. ap. Catechesi tradendae, 19).
Es interesante notar cómo todo ello ayuda a despejar dos posibles equívocos a la hora de la catequesis: el de una enseñanza limitada a los aspectos cognitivos, y el de una formación limitada a una sabiduría meramente humana. La catequesis es en cambio, educación para la vida, concretamente para la vida cristiana. Aspira a formar discípulos de Cristo.
Centralidad del anuncio de la fe y conversión misionera
El complejo contexto actual, caracterizado por profundos cambios culturales, abandono de la fe eclesial en países de larga tradición cristiana, junto con dificultades y exigencias de renovación espiritual, moral y pastoral dentro de la Iglesia misma, nos interpelan para una nueva evangelización (cfr. nn. 38-39).
Evangelio significa buena noticia. Evangelizar es anunciar la buena noticia del amor de Dios traída por Cristo –Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros–, siguiendo el mandato del Maestro (cfr. Mt 28, 19).
El anuncio de la fe en Cristo, muerto y resucitado se llama, en el Nuevo Testamento, kerygma. El Papa Francisco ha renovado la llamada a una conversión misionera de toda la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Esto hace que la catequesis hoy necesaria sea una catequesis kerigmática, lo que significa acentuar este primer anuncio de la fe. Ahora bien, este anuncio no es un principio abstracto, una frase, una mera información o un discurso articulado para convencer al interlocutor, sino el testimonio del encuentro personal con Jesucristo. A partir de ese punto central la fe despliega sus “contenidos”: se proclama y confiesa en la Iglesia (Credo), se celebra en la liturgia (sacramentos), se vive con un estilo propio (la moral cristiana) y se manifiesta y alimenta en el diálogo con Dios (oración).
Aunque el primer anuncio (kerygma) no se identifica con la catequesis, sino que la antecede, hoy ese anuncio no puede dejarse atrás, porque muchos aún no han experimentado el encuentro personal con Jesús (cfr. n. 56).
Decir que hoy se precisa una catequesis kerigmática equivale adecir una catequesis “llamada a ser, en primer lugar, un anuncio de la fe y no debe delegar a otras acciones eclesiales la tarea de ayudar a descubrir la belleza del Evangelio” (n. 57). Se trata de que cada persona, a través de la catequesis “pueda descubrir que vale la pena creer” (ibid.).
Hay que tener en cuenta que en el anuncio de la fe actúa Cristo mismo a través del testigo que lo anuncia (cfr. n. 58). Esto requiere que los heraldos de esa noticia (los educadores de la fe, los catequistas y en general todo cristiano) “encarnen” ese anuncio en su propia vida, haciendo creíble su mensaje: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (Evangelii gaudium, 164). Los elementos principales de una catequesis kerigmática actual están expuestos en los nn. 57-60 del Directorio.
En definitiva, y en la línea señalada por san Pablo VI (Evangelii nuntiandi) y los pontificados siguientes, sobre todo el actual de Francisco (Evangelii gaudium), hoy se ve necesaria una “catequesis kerigmática”. Así será posible hacer de los fieles cristianos “discípulos misioneros”, en la línea del Documento de Aparecida (fruto de la V conferencia del CELAM, 2007), inspirado a su vez en la llamada universal a la santidad y al apostolado que proclamó el Concilio Vaticano II.
Cultura digital y globalización
Teniendo en cuenta el contexto actual –en el que el Directorio destaca la cultura digital y la globalización de la cultura (cfr. Presentación)– cabe ejemplificar el contenido del documento espigando diversos elementos, sean positivos o negativos, que constituyen en su conjunto retos que hoy la catequesis debe afrontar.
Sin ánimo de exhaustividad: la necesidad de vincular la verdad y el amor; la centralidad del testimonio, de la misericordia y del diálogo; la transformación espiritual, promovida por la catequesis, como servicio a la inculturación de la fe; la atención a las aportaciones de las ciencias humanas (psicología, pedagogía, sociología, etc.) para mejorar la educación en la fe; la relación entre catequesis y piedad popular; el cambio de sensibilidad con un rechazo a la mentalidad de “obligación” moral y religiosa y, por tanto, con una visión más personalista de la educación moral; el relativismo doctrinal; la necesidad de explicar mejor la libertad del cristiano; la prioridad de la unidad o coherencia de vida cristiana que la educación debe propiciar; la comprensión y práctica de la catequesis en el marco de la comunidad cristiana; la importancia de la educación litúrgica o “mistagogía” por medio del catecumenado; los elementos de la “cultura digital” que pueden ayudar o necesitan ayuda por parte de la educación en la fe; los “lenguajes” de la catequesis, el “camino de la belleza” y el papel de la memoria; el horizonte de servicio a la sociedad y la transformación del mundo; el aprendizaje del discernimiento a nivel educativo y catequético; la articulación de los elementos culturales locales con el alcance universal; la catequesis de los más pobres, de los migrantes, de los encarcelados; la dimensión ecuménica de la catequesis y su papel en el diálogo con las religiones, con los indiferentes e increyentes; la catequesis y la perspectiva del “gender” y otras cuestiones relativas a la cultura de la vida y la bioética; formas y caminos de la catequesis familiar; catequesis y ecología, etc.
Tienen particular interés los análisis de la cultura digital, las orientaciones sobre caminos a seguir en el proceso catequético –como parte del proceso más amplio de la evangelización en busca de la plenitud de la vida humana– y todo lo referente a la formación los catequistas: una gran necesidad y un desafío eclesial a todos los niveles.