En el caso de san Josemaría esta doctrina espiritual sobre el matrimonio y la familia es de una profundidad y una riqueza enorme y muy innovadora en varios aspectos concretos, sea por la concepción de la naturaleza vocacional del matrimonio, sea en la presentación de las propias realidades familiares como materia de santificación, entre otros.
Una consecuencia inmediata es, por tanto, la relevancia del pensamiento teológico-espiritual de san Josemaría para la pastoral de la vida familiar. No en vano, el peso de este ámbito en las enseñanzas de este santo está íntimamente relacionado con el núcleo del mensaje espiritual de san Josemaría y su misión eclesial.
Desde la fundación del Opus Dei su predicación ha consistido en difundir la llamada universal a la santidad. La santificación de las realidades temporales destaca como el núcleo de su mensaje e incluye, de modo central, el matrimonio y la vida familiar de ahí que san Juan Pablo II calificara a san Josemaría como el santo de lo ordinario.
En efecto, san Josemaría no se propuso escribir teología en el sentido académico de la palabra, pero el mensaje que transmite tiene una gran repercusión teológica. Su predicación de la santificación en medio del mundo implica la simultaneidad de diversos aspectos específicos de la vida cristiana.
Podemos destacar su enseñanza de la vida contemplativa, de la santificación del trabajo profesional, del hondo sentido de la filiación divina, de la unidad de vida, de la secularidad, de la libertad personal, del amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, del amor vivo a Cristo y a Santa María, del amor a la Cruz y el espíritu de mortificación, de la alegría y, por supuesto, de la consideración del matrimonio como vocación divina y la santificación de la vida familiar.
La novedad de su pensamiento sobre el matrimonio
En este último punto hay que tener en cuenta ciertos aspectos que influyen, tanto en el desarrollo como en la difusión de las enseñanzas de san Josemaría en torno a la familia y el matrimonio. En primer lugar, san Josemaría comienza su predicación hace casi un siglo, en un contexto histórico, y fundamentalmente teológico, distinto al nuestro. Es de particular relevancia la enseñanza magisterial contemporánea a San Josemaría, de modo particular la más significativa del Concilio Vaticano II, desarrollada hasta nuestros días.
Gracias a los análisis de las ediciones críticas de parte de la publicación de san Josemaría, y a otros estudios, podemos afirmar que desde el comienzo de su labor pastoral predica el matrimonio como una vocación a la santidad. En este sentido, se entiende que cada persona tiene una vocación personal para lograr este fin.
La vocación fundamenta e ilumina la vida cristiana. Cuando se acogen las exigencias que cada vocación trae consigo se experimentan la luz, la alegría y la fuerza que derivan de ella.
San Josemaría sobresale en su época con un audaz modo de afrontar el matrimonio y la vida familiar como camino pleno de santidad. Subraya la bondad del matrimonio y que por su elevación a sacramento es además algo santo. La vida espiritual cristiana crece y se despliega en un contexto sacramental. El matrimonio otorga la gracia para santificar ese estado de vida. Es un auténtico camino de santidad porque Dios da las gracias necesarias a través de la vocación matrimonial.
Siguiendo esta lógica, el matrimonio es bueno porque tiene un origen divino. El fundamento teológico de la doctrina de san Josemaría, sobre la santidad propia de la vida matrimonial, está en el misterio de la Encarnación del Verbo y la incorporación de los bautizados a Cristo, por el bautismo. San Josemaría contribuye a iluminar la verdad del matrimonio cristiano. Comprende y predica que el entero tejido de las realidades humanas se entremezcla con la vida sobrenatural y su desarrollo.
La vida ordinaria se convierte así en lugar y medio de santificación. Este mensaje de santificación en y desde las realidades terrenas se presenta como providencialmente actual en la situación espiritual de nuestra época, pronta a la exaltación de los valores humanos, pero también con frecuencia caracterizada por una visión del mundo separada de Dios.
Sacerdote.