Lecturas del domingo

«Del buen tesoro del corazón del hombre». Domingo VIII del Tiempo Ordinario

Andrea Mardegan comenta las lecturas del VIII domingo del Tiempo Ordinario y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo. 

Andrea Mardegan / Luis Herrera·23 de febrero de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos

Comentario a las lecturas del VIII domingo del Tiempo Ordinario

En la parte central del “sermón de la llanura”, Jesús había abierto a sus discípulos y a los paganos que lo escuchaban el camino para llegar a ser Hijos del Altísimo y ser misericordiosos como el Padre. Palabras centrales del mensaje de Jesús y del Evangelio de Lucas. Jesús había expresado en positivo el programa de vida de sus discípulos, con diecisiete imperativos exhortativos: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian; ofrece tu mejilla, no le niegues la túnica, da al que te pida, no reclames al que te toma; haced a los hombres lo que os gustaría que os hicieran, amad, haced, prestáis, sed misericordiosos, no juzguéis, perdonad, dad, medid con abundancia”. En la siguiente parte de su discurso, Jesús les advierte sobre posibles peligros espirituales en la relación con Dios y con los hermanos en la fe.

Si no aceptan el camino de la Misericordia, y siguen otros caminos, o se consideran mejores que los demás, o piensan ser más que el Maestro, entonces serán como ciegos y si actúan como guía serán ciegos guiando a otros ciegos. Jesús usa esta imagen en Mateo hablando de los fariseos. En Lucas, Jesús lo usa para sus discípulos. Así entendemos que las desviaciones de los fariseos no son dominio exclusivo suyo, también pueden ocurrir a los cristianos. En las relaciones fraternas, quien no sigue el camino del no juzgar y del no condenar cae fácilmente en la tentación de querer para los hermanos una perfección sin motas en los ojos, pero también sin referencia a Dios y su misericordia. Tentación comparable a tener una viga en el ojo, que ciega.

Pablo escribe a los Filipenses que se ve como “un judío hijo de judíos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia que se deriva de la observancia de la Ley, irreprochable”. Pero después de conocer a Cristo considera todas estas cosas como “una pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas y las considero como basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él”. Si abandonamos la búsqueda de la perfección con nuestras propias fuerzas y abrazamos el camino de la sublimidad del conocimiento de Cristo, entonces podemos ayudar a un hermano a quitarse la mota del ojo. Ya no estamos ciegos. Así damos buenos frutos del amor de Dios, recibido y entregado, que sin duda nos revelan que el árbol es bueno, aunque tenga defectos. Jesús nos asegura que del buen tesoro del corazón del hombre bueno nacen obras y palabras buenas y frutos del Espíritu: “amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio”.

La homilía sobre las lecturas del VIII domingo del Tiempo Ordinario

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.

El autorAndrea Mardegan / Luis Herrera

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