Lecturas del domingo

«El deseo y la angustia de Jesús». XX domingo del tiempo ordinario

Andrea Mardegan comenta las lecturas del XX domingo del tiempo ordinario y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo. 

Andrea Mardegan·10 de agosto de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos
domingo XX

Jeremías es enviado por Dios para intentar salvar a su pueblo y a Jerusalén, pero su mensaje no es escuchado, y su pueblo será derrotado y deportado a Babilonia, y Jerusalén destruida. Jeremías siempre obedece al Señor y dice lo que le manda a los que le indica; el resultado es que es odiado y arrojado a la cárcel. La historia de Jeremías es una profecía de la vida de Jesús. El rey Sedecías, que se parece a Pilato, entrega al profeta en manos de los notables.

Jeremías, arrojado al barro de la cisterna, vive su pasión. Dios se acerca a él y le salva a través de una persona despreciada por su condición de extranjero y eunuco, el etíope Ebed-Mèlech que, habiendo comprendido la injusticia a la que está sometido el profeta, es el único que se acerca al rey para hablarle en nombre de Jeremías, que en la ciudad asediada corría el riesgo de ser olvidado y morir de hambre. Arriesga su vida y así salva la de Jeremías.

El autor de la carta a los Hebreos, después de mencionar los innumerables testigos de la fe desde Abel hasta Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, se refiere a los numerosos testigos anónimos que por la fe estuvieron dispuestos a sufrir las más terribles pruebas, torturas y ejecuciones.

Al principio del capítulo 12 aplica la enseñanza a todos nosotros, y nos exhorta a perseverar en nuestro compromiso con la vida cristiana, utilizando la imagen de la carrera y la de mirar fijamente a Jesús. El ejemplo decisivo es precisamente el de Jesús, que se propone a los oyentes de esta obra maestra de la homilía cristiana, para exhortarles: “No os canséis ni perdáis el ánimo” y resistid hasta la sangre, o sea, hasta el posible martirio. 

Jesús revela a los discípulos su estado de ánimo: el deseo de encender un fuego en la tierra y la angustia hasta que se cumpla el bautismo que va a recibir. La imagen del fuego en algunos pasajes del Antiguo Testamento significa la eficacia de la palabra de los profetas: “Entonces el profeta Elías se levantó como un fuego; su palabra ardía como una antorcha” (Sir 48, 1); “Haré que mis palabras sean como un fuego en tu boca” (Jer 5, 14). También tiene el sentido de la purificación.

El Bautista había profetizado que Jesús bautizaría en el Espíritu Santo y en el fuego. El bautismo que va a recibir Jesús es una imagen de su pasión, muerte y resurrección. El peso de ese paso ya le causa angustia pero, sabiendo que va a incendiar la tierra, se acerca a esa hora también con un gran deseo. Deseo y angustia de Jesús, sentimientos contrapuestos y coexistentes, que pueden confortar a todos los que están llamados a dar su vida por fidelidad a la voluntad de Dios, y que experimentan los mismos sentimientos contrapuestos. 

La homilía sobre las lecturas del domingo XX

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.

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